Una cr¨®nica de la felicidad
Las huellas de ese lector que fue Pitol llegan intactas hasta las mismas puertas de su casa de Xalapa, donde se ignora si el escritor, en los d¨ªas finales, sigui¨® siendo feliz
Hay un momento en El mago de Viena en el que Pitol imagina a un autor a quien ser demolido por la cr¨ªtica no le dar¨ªa miedo. Con toda seguridad, dice Pitol, ese autor ser¨ªa atacado por la extravagante factura de su novela y caracterizado como cultivador de la vanguardia cuando en realidad la idea misma de la vanguardia ser¨ªa para ¨¦l un anacronismo. Ese autor resistir¨ªa ofensas insensatas, insultos, pero lo que de verdad le aterrorizar¨ªa ser¨ªa que su novela suscitara el entusiasmo de alg¨²n comentarista tonto y generoso que pretendiera descifrar los enigmas planteados a lo largo del texto y los interpretara como una adhesi¨®n vergonzante al mundo que ¨¦l detesta; alguien que, por ejemplo, dijera que su novela se deber¨ªa leer como "un r¨¦quiem severo y doloroso, un lamento desgarrado, la melanc¨®lica despedida al conjunto de valores que en el pasado hab¨ªa dado sentido a su vida¡" Algo as¨ª, conclu¨ªa Pitol, le har¨ªa sentirse completamente hundido, le entristecer¨ªa, le har¨ªa jugar con la idea del suicidio: se arrepentir¨ªa de sus pecados, abominar¨ªa de su vanidad, de su gusto por las paradojas, y le har¨ªa echarse en cara el no haber aclarado el equ¨ªvoco s¨®lo por lograr ciertos efectos en el texto, s¨®lo por no haber sabido renunciar al vano placer de las ambig¨¹edades.
En esas palabras de El mago de Viena est¨¢ concentrado todo Pitol, con su gran apuesta por tomar riesgos de todo tipo al escribir. Y est¨¢ tanto el perfecto conocedor de los problemas que esto comporta como el sabio que no ignora que un escritor ha de atreverse a buscar la felicidad: "Hay libros y cuentos que en el momento de componerlos me han producido una satisfacci¨®n enorme. Es el momento de la escritura, cuando llega el tema y los detalles y ves que la literatura lo capta bien. Escribo sobre una serie de escritores, que son como una liga de mi obra completa. No escribo sobre ellos desde una forma acad¨¦mica, sino desde mi relaci¨®n m¨¢s ¨ªntima con los que m¨¢s me han gustado. Yo, por ejemplo, no podr¨ªa escribir sobre un libro que no me gustara o que me aburriese, siempre he escrito sobre lo que me ha gustado. Entonces cada libro es m¨¢s una cr¨®nica de la felicidad, de la felicidad vital que da la buena lectura, los amigos, los amores, los viajes y los momentos de vida que son privilegiados".
Un novelista escribi¨® que Pitol es alguien que oye voces a trav¨¦s de las voces y con ellas va trazando el mapa de su vida
Estas palabras se abren a un paisaje, a una vista completa del lado m¨¢s luminoso del gran Pitol, explican la alegr¨ªa de la escritura cuando entra en contacto ¨ªntimo con las lecturas que m¨¢s huellas dejaron en quien escribe. A¨²n me parece o¨ªrle al maestro, una ma?ana en su casa de Xalapa, har¨¢ ya un cuarto de siglo, unas horas despu¨¦s de que me hubiera jugado la vida en la noche de Veracruz y ¨¦l no diera cr¨¦dito a que yo siguiera riendo y a¨²n creo estar ah¨ª observando con asombro c¨®mo de pronto fue pasando de la felicidad y la luminosidad a la sombra en lo que me pareci¨® -incre¨ªble incursi¨®n de la literatura en la vida- un suave alarde t¨¦cnico, ya utilizado en Nocturno de Bujara, donde pasaba de la narraci¨®n al ensayo sin que nadie lo notara.
Un novelista, escribi¨®, es alguien que oye voces a trav¨¦s de las voces y con ellas va trazando el mapa de su vida y es alguien que sabe que, cuando ya no pueda hacerlo, le llegar¨¢ la muerte, no la definitiva, sino la muerte en vida, la hibernaci¨®n, la par¨¢lisis, lo que es infinitamente peor. En estas l¨ªneas de sombra mi amigo y maestro pareci¨® ya presentir de alg¨²n modo problemas, futuros graves escollos con los que lidiar¨ªa en los ¨²ltimos a?os: problemas de lenguaje, de comunicaci¨®n verbal; aunque, al principio, supo construirse un sistema de se?ales que le permit¨ªa relacionarse con cierta precisi¨®n con amigos y colaboradores, como el d¨ªa en que recibi¨® en su casa de Xalapa el premio Alfonso Reyes y dijo a los asistentes que le deb¨ªa al gran escritor mexicano y a los varios a?os de tenaz lectura de su obra la pasi¨®n por el lenguaje: "Admiro su secreta y serena originalidad, su infinita capacidad combinatoria". Tal vez por esto, a partir de un cierto momento, el narrador de las historias de Pitol pas¨® a ser tambi¨¦n un ensayista de la estirpe de Reyes, su maestro. Porque esa voz en primera persona que nos habla en El arte de la fuga ya estaba, a?os antes, en Nocturno de Bujara, una de las piezas clave de su obra, narraci¨®n en la que alguien trataba de recordar lo que hab¨ªa ocurrido en la noche anterior, pero observaba que se le escapaba algo esencial que no lograba evocar mientras que en cambio recordaba detalles insignificantes.
Nocturno de Bujara, escrito en noviembre de 1980, se preguntaba qu¨¦ quedaba de lo real en toda tentativa de recuento y a la vez parec¨ªa preguntar si escribir ficci¨®n no ser¨¢ como recordar algo que no ha sucedido y de lo que retenemos tan s¨®lo fragmentos. Me acuerdo, me acuerdo de los momentos privilegiados. En aquellos a?os, Pitol reaviv¨® la figura del lector activo, de la que se empezaba a perder el rastro. Y hoy podemos ver que las huellas de ese lector llegan intactas hasta las mismas puertas de su casa de Xalapa, donde se ignora si el escritor, en los d¨ªas finales, sigui¨® siendo feliz.
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