Lorca, Falla y Hermenegildo Lanz
Una exposici¨®n muestra en Granada la obra del artista completo que trabajaba codo con codo con el poeta y el m¨²sico
¡°Estimo mi independencia de artista m¨¢s, mucho m¨¢s, que la dependencia de un partido, cualquiera que sea¡ Soy Artista¡±. Eso escribi¨®?Hermenegildo Lanz sobre s¨ª mismo. Un siglo despu¨¦s, Alejandro V. Garc¨ªa, periodista que conoce bien la obra de Lanz, completa el autorretrato: ¡°Artista y, a la vez, artesano de gran habilidad¡±. Esas dos cualidades le permitieron expresarse con una gran calidad en la infinidad de ¨¢mbitos que toc¨® en su vida. O mejor, en sus dos vidas, porque Hermenegildo tuvo dos vidas; la de la efervescencia art¨ªstica y cultural de la Granada de Federico Garc¨ªa Lorca, Manuel de Falla, Manuel ?ngeles Ortiz o Fernando de los R¨ªos y, de un d¨ªa para otro, la de la Granada fascista que arras¨® aquel esp¨ªritu y lo acus¨® de casi todo tras la Guerra Civil. Esas dos etapas vitales son las que Alejandro V. Garc¨ªa ha delimitado y mostrado con especial belleza como responsable de la exposici¨®n Fulgor y castigo de Hermenegildo Lanz que se muestra en el Palacio de los Condes de Gabia de Granada.
Lanz lleg¨® a Granada en 1917, con 24 a?os, como profesor de la Escuela de Magisterio. Se adapt¨® r¨¢pido a la ciudad al ingresar en lo que, apunta Garc¨ªa, era una suerte de ¡°cooperativa art¨ªstica y creativa¡±. Alguien ten¨ªa una idea y el resto era convocado a colaborar. Siempre estaba Falla. Siempre estaba Lorca. Y siempre estaba Lanz. El primero, m¨²sico; el segundo, escritor y dibujante. Hermenegildo tocaba todas las disciplinas: dibujante, dise?ador, escen¨®grafo, profesor de dibujo, cartelista, grabador¡ Y as¨ª, tirando unos de otros, participaban en las actividades del Ateneo de la ciudad, en la Tertulia del Rinconcillo, en la Barraca, en la puesta en marcha del concurso del cante jondo del 22 o en otros muchos proyectos.
Cuando Lanz se implicaba en un proyecto, explica Garc¨ªa, hac¨ªa todo el recorrido. Si le encargaban escenograf¨ªas, las dibujaba y luego las pon¨ªa en pie. El caso de su inter¨¦s por la seda es el reflejo de su modo de trabajo: quiso aprender de seder¨ªa e hizo un curso sobre ello. Al terminarlo, se compr¨® un mont¨®n de gusanos de seda ¨Cdice el comisario de la muestra¨C a los que atiborraba con hojas de morera. Los gusanos produjeron seda que hil¨®, teji¨® y estamp¨®. El resultado es un espl¨¦ndido mant¨®n que puede verse en la muestra.
Y as¨ª, entre teatro, t¨ªteres, dibujos, dise?os y carpinter¨ªa pasaron los a?os de fulgor y alegr¨ªa art¨ªstica. Estaba por llegar el a?o 1936. Con el inicio de la Guerra Civil todo se torn¨® gris casi negro. ¡°Fue excesivo. No hubo tanta gloria y reconocimiento previo que pudiera corresponder a las persecuciones y golpes que recibi¨® entre 1926 y su muerte en 1949¡±, relata Alejandro V. Garc¨ªa. Al poco del inicio de la guerra, lo suspenden de su plaza de profesor. Al tiempo, lo trasladan a Logro?o a una plaza que ni exist¨ªa ni nunca existir¨ªa. Viaj¨® hasta all¨ª para no encontrar nada. Su desaz¨®n fue grande y tras unos meses de triste deambular all¨ª, volvi¨® a su ciudad de acogida.
Alg¨²n tiempo despu¨¦s, Hermenegildo recuper¨® su plaza de trabajo, pero no la alegr¨ªa. Las dilaciones eran contin¨²as y no faltaron las acusaciones de comunista peligroso para alguien que era especialmente creyente y, como ¨¦l dec¨ªa de s¨ª mismo, artista. ¡°De un d¨ªa para otro, cambi¨® la mirada hacia ¨¦l de muchos de sus vecinos¡±, cuenta Garc¨ªa. Hacia Lanz, y ¡°hacia los objetos que hab¨ªa creado¡±, a?ade. Es el caso de un cuadro de luces dise?ado en 1935 para El gran teatro del mundo de Calder¨®n de la Barca. Tras la guerra, ese mismo objeto, a ojos de los fascistas, se hab¨ªa convertido en una radio para comunicarse con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Entre acusaci¨®n y acusaci¨®n, lleg¨® su muerte en 1949. No fue hasta 1959 cuando su hijo recibi¨® la comunicaci¨®n del juzgado de que su padre ¡°estaba absuelto de responsabilidades pol¨ªticas¡±. El castigo le sobrevivi¨® una d¨¦cada.
El burro que descuadraba las cuentas
Despojado de casi todo tras la Guerra Civil, la hipoteca de Hermenegildo Lanz fue pagada durante mucho tiempo por Manuel de Falla mes tras mes. Y entre las posibilidades que Lanz contempl¨® para completar su escaso sueldo como profesor fue la de vender juguetes dise?ados y construidos por ¨¦l mismo. De jugueter¨ªa en jugueter¨ªa, iba dejando sus peque?os mu?ecos, recogiendo los que no se vend¨ªan y cobrando lo vendido. Entre las opciones de supervivencia, Lanz se tom¨® en serio una de Falla de montar una peque?a compa?¨ªa de teatro de t¨ªteres. Dise?¨® una decena de cabezas como primer paso. Luego hizo su peque?o plan de negocio. Todo se fue al traste porque el burro, imprescindible para viajar y llevar los b¨¢rtulos de pueblo en pueblo, era muy caro de mantener.
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