¡°Tengo gin-tonic, se?ores¡±
Descastada y blanda corrida de La Quinta, decepcionante primer encierro torista de la feria
La Quinta / Bautista, El Cid, Morenito
Toros de La Quinta, bien presentados, astifinos, blandos, mansos y muy descastados; el ¨²ltimo acudi¨® al caballo con alegr¨ªa.
Juan Bautista: estocada baja y perpendicular y un descabello (silencio); buena estocada (algunas palmas y saluda).
El Cid: estocada muy trasera y dos descabellos (silencio); estocada (silencio).
Morenito de Aranda: media baja, un descabello ¡ªaviso¡ª y cuatro descabellos (silencio); tres pinchazos ¡ªaviso¡ª pinchazo hondo, tres descabellos ¡ª2? aviso¡ª y un descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas. Segundo festejo de la Feria de San Isidro. 9 de mayo. Casi tres cuartos de entrada (15.032 espectadores, seg¨²n la empresa).
La tarde era plomiza, pl¨²mbea, soberanamente aburrida¡ Se estaba lidiando el quinto toro y no hab¨ªa sucedido nada que llevarse a la memoria. Un fracaso sin paliativos de la primera corrida torista de la feria, los toros de La Quinta, de bonita l¨¢mina, astifinos, pero henchidos de carne fofa y animal de carnicer¨ªa, sin resto alguno de casta, de bravura, de nobleza¡
La tarde era un sopor y un dolor, ya abandonada por los ej¨¦rcitos de turistas orientales que se largan a las ocho porque les espera el buf¨¦ del hotel. El p¨²blico ya no sabe c¨®mo ponerse para evitar la incorregible dureza de la piedra, poco aliviada por la almohadilla en tardes olvidables.
Y es en ese momento, cuando el caballo de picar busca la puerta del callej¨®n y la cuadrilla se prepara para el tercio de banderillas, cuando surgi¨® una voz popular, que dijo: ¡°Tengo gin-tonic, se?ores¡±.
El anuncio fue como una brisa de aire fresco, y las miradas buscaron al protagonista de tan acertado aserto como si vendiera un b¨¢lsamo para la desesperaci¨®n.
?Pero, est¨¢ permitido vender alcohol en los toros?, pregunta el invitado casual y amante del f¨²tbol. Y le responde un aficionado rancio, vaso de tinto en la mano derecha y fina loncha de jam¨®n y un piquito de pan en la zurda: Amigo, si no fuera por el alcohol, d¨ªgame usted qui¨¦n demonios aguantar¨ªa esto¡
No fue para tanto. Espect¨¢culos tan anodinos se aguantan por afici¨®n, por veneno, porque te han regalado la entrada y est¨¢ feo hacer mutis antes de tiempo, y, sobre todo, porque la esperanza nunca se pierde en una tarde de toros.
Pero ayer se perdi¨®; acab¨® como comenz¨®, como un bochorno.
Ya lo dijo el primer toro desde que pis¨® el ruedo vente?o. Bonito de hechuras, pero sin fuerzas, sin codicia, sos¨ªsimo, cansado, sin ganas de fiesta, como adormilado, in¨²til, desesperante. Y el segundo y el tercero, y toda la corrida. Alguno como el tercero meti¨® la cara al capote de Morenito, y la voz de un aficionado nada bebido dio en la tecla: ¡°Hay que cuidar al toro¡±. Mala cosa si hay que cuidar a un santacoloma, pero acert¨®. Tuvo tiempo el torero de dibujar varias ver¨®nicas apasionadas y una media de cartel, y ah¨ª acab¨® todo. Cabece¨® el toro con genio en el caballo, no hizo caso en banderillas y lleg¨® al tercio final parado y sin vida, vencido desde que naci¨®, aunque nadie lo hab¨ªa aventurado.
Y fue el sexto, el segundo de Morenito, el que despert¨® la ilusi¨®n ¨²ltima. Acudi¨® con presteza y alegr¨ªa al encuentro con el picador, Francisco Jos¨¦ Quinta, que afront¨® con torer¨ªa el envite, aunque el animal sali¨® suelto en la segunda vara; permiti¨® que Jos¨¦ Manuel Zamorano se luciera con los garapullos, e impidi¨® que hiciera lo propio su lidiador muleta en mano. Repiti¨® con calidad al inicio de faena, pero pronto se torn¨® dificultoso, levant¨® la vista, se orient¨® y no facilit¨® la labor de un torero moderno, poco ducho en el picante.
Peor suerte tuvieron Juan Bautista y El Cid; ambos se las vieron con lotes nada propicios, pero no por su peligrosidad, que se supone que tambi¨¦n, sino por la manifiesta falta de casta de sus oponentes, acobardados, sin recorrido, sin br¨ªo, sin ganas¡
Aun as¨ª, El Cid brind¨® al p¨²blico la muerte de su primero, como tambi¨¦n hiciera Morenito con el tercero. ?Por qu¨¦? ?Para qu¨¦? Y la realidad les contest¨® al momento: o no hab¨ªan visto al toro o trataban simplemente de coger ¨¢nimo del aire de la plaza.
El Cid ya no es un jabato, pero tampoco ese primer toro suyo era ¡®Orgullito¡¯. Mira y descentra al torero, lo desarma, se deja robar unos muletazos y, cuando le viene en gana, se cansa y se va a tablas.
Y de la misma condici¨®n era el quinto, el que propici¨® la ruptura del silencio a cargo del vendedor de bebidas. No era fiable el animal, pero tampoco el torero estaba plet¨®rico de coraz¨®n, y su imagen baj¨® unos enteros porque dio la sensaci¨®n cierta de incapacidad ante la dificultad.
Tampoco super¨® la prueba Bautista, hier¨¢tico, fr¨ªo, glacial a veces, con escasas dotes de comunicaci¨®n con el p¨²blico, pero v¨ªctima, tambi¨¦n, de la probona, incierta y amorfa embestida de sus toros.
Lo dicho: ¡°Tengo gin-tonic, se?ores¡±.
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