Otra joya del autor de ¡®Ida¡¯
El director Pawel Pawlikowski confirma con 'Guerra fr¨ªa' que es uno de los grandes y escasos creadores de nuestro tiempo
Incluso en sus ediciones m¨¢s fatigosas ten¨ªas la certeza de que el Festival de Cannes siempre guardaba varios ases en la manga, que no te ir¨ªas de aqu¨ª sin ver algunas pel¨ªculas extraordinarias, de directores consagrados o de otros que se iniciaban en el cine con un talento fuera de lo com¨²n. Cannes tiene el privilegio de poder escoger lo m¨¢s selecto del mercado. Esa tradici¨®n se rompi¨® el a?o pasado con una programaci¨®n en la que casi todo era insalvable, si aplicamos un criterio piadoso.
No s¨¦ lo que nos deparar¨¢ este a?o, pero tengo claro que acabo de gozar con una pel¨ªcula memorable, que cuando haya pasado mucho tiempo seguir¨¦ recordando que el primer contacto con ella fue aqu¨ª. Se titula Guerra fr¨ªa y la firma el director polaco Pawel Pawlikowski. ?Que qui¨¦n es este tipo? Pues nada menos que el autor de Ida, una de las cosas m¨¢s ins¨®litas y hermosas que le han ocurrido al cine en los ¨²ltimos a?os. En ella utilizaba una est¨¦tica prodigiosa, im¨¢genes en blanco y negro que se quedaban en la retina y narraba la historia de una novicia que sale al mundo exterior para descubrir horrores del pasado que padeci¨® su desaparecida familia. Tambi¨¦n para tomar contacto con la realidad y decidir si prefiere lo terrenal, con los problemas que acarrea, o volver definitivamente al enclaustramiento.
Cinco a?os despu¨¦s, este director confirma con Guerra fr¨ªa que es uno de los grandes y escasos creadores de nuestro tiempo. Solo necesita hora y media para contar con belleza, profundidad, sentimiento, sutileza, romanticismo y dureza el amor de una pareja imposible por decreto de las circunstancias a lo largo de una d¨¦cada. Transcurre en Polonia y Par¨ªs desde finales de los a?os cuarenta al estertor de los cincuenta. La protagonizan un director musical y rastreador de talentos entre la m¨²sica popular y una mujer singular a la que ha descubierto. Se supone que el folclore debe de estar al servicio del pueblo, de la causa proletaria y del padre Stalin. Se impondr¨¢ el exilio a Par¨ªs, las separaciones y los reencuentros, el ni contigo ni sin ti, la supervivencia a alto precio emocional, la aparici¨®n de otras personas, la desesperada certidumbre de que la ¨²nica soluci¨®n para no separarse m¨¢s solo puede ser tr¨¢gica.
No se habla mucho, pero las im¨¢genes describen infinitas y hondas sensaciones. Y esas im¨¢genes tan bellas jam¨¢s son artificiosas, relamidas o gratuitas. Miradas, gestos y silencios est¨¢n impregnados de atm¨®sfera y autenticidad, hablan de lo que ocurre en el coraz¨®n y en la cabeza de esos personajes, tambi¨¦n del lastre que les supone el entorno para vivir la plenitud. Y te contagia sus momentos de alegr¨ªa, su miedo, su aturdimiento, su deseo, su pena, sus celos, su coraje final.
Me llegan rumores de que Pawlikowski quiere filmar la adaptaci¨®n de una obra maestra del escritor Emmanuel Carr¨¨re titulada Lim¨®nov. Y me ilusiono pensando en lo que puede hacer con ese suculento material de esa novela, con ese personaje tan volc¨¢nico como fascinante.
Tras haber disfrutado tanto, me resulta cansino tener que citar la enorme vacuidad y la afectada tonter¨ªa de la francesa Plaire, aimer et courir vite, de Christophe Honor¨¦, centrada en las relaciones cruzadas de un grupo de homosexuales a principios de los a?os noventa, cuando el sida viv¨ªa su macabro esplendor.
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