Coetzee congela la sangre
El ¨²ltimo libro del Nobel sudafricano, 'Siete cuentos morales', est¨¢ escrito con apasionada frialdad: no hay pirotecnias aleg¨®ricas ni gui?os metaliterarios
Si consideramos la literatura un ¡°acontecimiento¡± en el que el lector se ve involucrado tanto como quien la produjo, el brillo del juicio se presenta de inmediato. Lo que leemos nos sumerge en un orbe de valores y opciones ¨¦ticas que van m¨¢s all¨¢ de los hechos o pensamientos narrados. As¨ª, el lector de John M. ?Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) es como un buzo caminando en el suelo de un oc¨¦ano agitado. En su ¨²ltimo libro, Siete cuentos morales, no hay pirotecnias aleg¨®ricas ni gui?os metaliterarios. Se ha dejado atr¨¢s el espejismo de la intriga y la facilidad del yo para, a trav¨¦s de las frases sencillas de un narrador que huye del compromiso, deshilachar el impresentable tejido de la raz¨®n. Cada vez m¨¢s los personajes del Nobel afincado en Australia discursean, pontifican o se esconden en la duda y la contradicci¨®n. ?Es Coetzee quien filosofa por boca de ese ¡°car¨¢cter¡± (en el doble sentido del vocablo en ingl¨¦s) estrafalario llamado Elisabeth Costello? ?l asegura que no, que es ella quien le eligi¨® como m¨¦dium para revelar sus ¡°propias¡± ideas, a veces trasnochadas y oto?ales, al mundo. Lo cual nos recuerda a Delibes y a sus personajes, que se le rebelaban, y al desparpajo de Cela, que pon¨ªa a los suyos ¡°firmes¡± de inmediato.
En su magn¨ªfico autorretrato Juventud, Coetzee desautoriz¨® al presuntuoso escritor en ciernes que se mofaba de la vida moral y cre¨ªa que ¡°lo ¨²nico que importa es crear buen arte¡±. Al dar forma a Costello en 2003 se decant¨® por la conciencia ¨¦tica y una visi¨®n franciscana de la vida. Lo que hab¨ªa que hacer era evitar el sufrimiento de cada uno de los seres, ideal budista. Su alter ego afirmaba que entre escribir una buena historia o hacer el bien, escog¨ªa lo segundo. En apariencia el autor sudafricano se iba alejando libro tras libro de los ideales est¨¦ticos juveniles, pero no era as¨ª. Se trataba de desviar a otro registro su talento para la ficci¨®n, como si crease un nuevo ¡°programa¡± narrativo, no en vano Coetzee trabaj¨® en IBM en los a?os sesenta.
Esperando a los b¨¢rbaros y luego Desgracia, su mejor novela, forjaban personajes poderosos en un entorno de zozobra: el magistrado juzgado por un imperio colonial que afirmaba que todos llegamos al mundo con ¡°la memoria de la justicia¡±, y el ¡°servidor de Eros¡± y ¡°dinosaurio moral¡± Laurie, que exp¨ªa su karma de acosador de alumnas cuidando a perros moribundos. Ambos libros pod¨ªan leerse como f¨¢bulas de una ¡°¨¦tica irrazonable¡± que se alza perpleja, con una mirada de otra ¨¦poca, contra una humanidad violenta que antepone el deber al amor. Y tambi¨¦n pueden leerse, igual que Verano y otras historias salidas de la experiencia propia del escritor, como meras obras de ficci¨®n fieles solo a s¨ª mismas, comprometidas con la identidad moral de sus personajes, cuyos hechos y opiniones se deben a la est¨¦tica intr¨ªnseca de la obra sin dirigirse m¨¢s all¨¢ que a la conciencia profunda del lector (nada m¨¢s y nada menos).
John Coetzee sigue resisti¨¦ndose a mezclar la ¡°irrealidad real¡± de su obra con los reclamos del mundo exterior. Quiz¨¢ por eso vive desde 2002 en Adelaida, ciudad sure?a de un pa¨ªs vasto y acomplejado que, como se lamenta Costello, ¡°babea por cumplir con lo que se le antoja a Estados Unidos¡±. Esta referencia ¡°pol¨ªtica¡± es la excepci¨®n en un libro sin ideolog¨ªa, escrito con apasionada frialdad, que re¨²ne relatos escritos entre 2003 y 2017. El primero trata de un perro guardi¨¢n que atemoriza a una mujer que pasa cada d¨ªa ante su puerta. La mujer quisiera reconciliarse con ¨¦l, pero se da cuenta de que la bestia es solo una proyecci¨®n del miedo de sus due?os. El segundo aborda la infidelidad ¡°sin causa¡± de una mujer casada. La narraci¨®n de ambos es abstracta y a la vez muy precisa. El contenido ¡°moral¡± (o la esencia no escrita del relato) queda en el aire, flotando entre dos escenas, y ha de ser ¡°aspirado¡± por el lector como si de un olor se tratase.
Los cinco relatos restantes tienen como protagonista a la escritora de Melbourne que se encuentra en Europa. Elisabeth tiene ahora 75 a?os. ¡®Vanidad¡¯ habla de la apariencia en la edad anciana y de los clich¨¦s familiares con una aguda sensibilidad hacia los detalles; es un peque?o ch¨¦jov. ¡®Una mujer que envejece¡¯ muestra el poder¨ªo de Costello como personaje: transparente y ambiguo, individualista y tiernamente humano. En Niza la hija intenta hacer entender a su madre que no puede vivir sola ¡°al otro lado del mundo¡±, donde siempre ha estado.
Ligero y hondo, el volumen se ensancha con ¡®La anciana y los gatos¡¯. El hijo visita a su madre en un pueblo de Castilla donde vive acogiendo gatos asilvestrados. La brecha entre el huero mundo moderno y las ¡°fronteras del ser¡± de ¡°los animales no nacidos¡± a que se refiere Costello es m¨¢s que generacional, parece ontol¨®gica. Si ¡®Mentiras¡¯ es un recuento epistolar del hijo a su mujer sobre la decadencia de la suegra, ¡®El matadero de cristal¡¯ resulta una pieza maestra que ironiza con la garrapata de Heidegger. Como el insecto, el fil¨®sofo es ¡°esclavo de su apetito de sangre¡±, la de su alumna Hannah Arendt. ¡°Queremos disolvernos en nuestra naturaleza animal pero no es posible¡±, escribe Costello. As¨ª explica ese ¡°parpadear de la raz¨®n¡± tan humano, como el de su propio discurso al asimilar en una de sus ¡°lecciones¡± la matanza sistem¨¢tica de animales al Holocausto. Pero la esperanza reside en nuestra ¡°innata facultad de la empat¨ªa¡± y su disciplinado cultivo, que propicia el ¡°cambio de perspectiva¡±. Esperemos que Coetzee siga dejando a sus personajes que hablen y se rebelen a placer para el bien de la literatura.
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Autor: J.M Coetzee.
Editorial:?Random House (mayo 2018).
Formato: tapa blanda (128 p¨¢ginas).
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