?ltimas noticias del Nuevo Periodismo
En los sesenta el reportaje fue transformado por un grupo de heterodoxos cronistas. ?Qu¨¦ ha quedado?
Las columnas de opini¨®n llegaron a la prensa estadounidense en los a?os treinta y el periodismo de reporteros infiltrados un par de d¨¦cadas antes, pero fue en los sesenta cuando la revoluci¨®n cultural que sacud¨ªa el pa¨ªs empez¨® a ser narrada con el mismo descaro e irreverencia hacia las convenciones que mostraban las nuevas generaciones en las calles. Sonaban las guitarras, se calentaban las protestas estudiantiles, el olor a marihuana y el ¨¢cido lis¨¦rgico se iban expandiendo, llegaba la p¨ªldora anticonceptiva, y un pu?ado de revistas recog¨ªan en sus p¨¢ginas largas historias que romp¨ªan con la as¨¦ptica f¨®rmu?la period¨ªstica que hab¨ªa marcado el tono hasta entonces. La no ficci¨®n conquistaba un espacio en el podio de las letras estadounidenses y el papel cuch¨¦ de revistas como Rolling Stone y Esquire le hablaba de t¨² a t¨² a la novela. Adem¨¢s, part¨ªan con ventaja: sus historias eran reales.
La vertiente m¨¢s f¨¦rtil de aquella revoluci¨®n impresa se encuentra en los ensayos personales y los ¡®podcasts¡¯
El estilo del variopinto grupo de cronistas que reventaron el reportaje tradicional fue bautizado, explicado y antologado en 1973 por uno de ellos, Tom Wolfe, en el libro El nuevo periodismo. En lugar de usar declaraciones cortas se recog¨ªan di¨¢logos completos; las historias avanzaban escena a escena, casi como en una pel¨ªcula; se inclu¨ªan varios puntos de vista; y se prestaba atenci¨®n a detalles del comportamiento y apariencia de los personajes que retrataban su estatus. Armado con el potente arsenal narrativo de las novelas y el irresistible tir¨®n de los hechos reales, el nuevo periodismo caus¨® furor en un momento en el que las cuentas del negocio de la prensa eran boyantes. El objetivo, seg¨²n Wolfe, era "excitar emocional e intelectualmente al lector", y el reportero de pluma afilada, que siempre consider¨® que molestar era parte de su trabajo, no escatim¨® ingeniosas observaciones para lograrlo. El veterano editor de The Nation, Victor Navasky, resume por correo en una frase el legado de Wolfe: ¡°No tengas miedo de escribir / decir lo que piensas y ponte un traje blanco¡±.
Tras la noticia del fallecimiento de Wolfe el pasado 15 de mayo y los nost¨¢lgicos obituarios, surge la pregunta de qu¨¦ queda hoy del nuevo periodismo. "El t¨¦rmino siempre ha tenido una definici¨®n confusa porque incluy¨® a escritores muy distintos", advierte en conversaci¨®n telef¨®nica Alexander Stille, cronista y catedr¨¢tico en la escuela de periodismo de la Universidad de Columbia. "A grandes rasgos podr¨ªa decirse que supuso la irrupci¨®n de la subjetividad en los art¨ªculos period¨ªsticos. En la era de los blogs, ese punto de vista personal es la norma. Hoy, simplemente contar los hechos no basta". Stille, sin embargo, recalca una importante diferencia que separa las historias period¨ªsticas del presente, de los heterodoxos reportajes de Wolfe y compa?¨ªa: los autores de aquellos trabajos invert¨ªan mucho tiempo y esfuerzo, escrib¨ªan con sumo cuidado y recib¨ªan generosas pagas. "Las revistas generaban grandes ingresos y pagaban muy bien, y esto permiti¨® esa explosi¨®n de creatividad formal, no hab¨ªa frenos", apunta. ¡°Hoy, la situaci¨®n es distinta. Adem¨¢s, el auge de la subjetividad ha llevado a algunos a pensar que s¨®lo cuentan las opiniones, y dejan los hechos de lado, pero el nuevo periodismo era algo distinto de la subjetividad extrema". Quiz¨¢ la vertiente m¨¢s f¨¦rtil de aquella rompedora subjetividad se encuentra en la actualidad en los ensayos de Leslie Jamison, Meghan Daum o Ariel Levy, herederas de Joan Didion, la gran dama del nuevo periodismo.
Volviendo al descaro y a la provocaci¨®n de los reporteros que acometieron la revoluci¨®n impresa de los sesenta (Wolfe los defini¨® como "una horda de visigodos"), todo aquello parece haber tomado en la era de Trump un tono agrio en manos de generaciones posteriores: ah¨ª est¨¢n los blogueros de medios de la recalcitrante derecha estadounidense, como Lucian Wintrich troleando a sus compa?eros en la sala de prensa de la Casa Blanca. "Hay una diferencia clara entre el nuevo periodismo y las fake news, los viejos cronistas eran reporteros meticulosos que no se tomaban ninguna libertad con los hechos. Wolfe era un ¨¢cido provocador, pero no trataba de favorecer unos determinados intereses pol¨ªticos. ?l se ve¨ªa m¨¢s en l¨ªnea con la tradici¨®n de Jonathan Swift o Mark Twain. Y la vertiente m¨¢s pol¨ªtica, por ejemplo el trabajo de Michael Herr, lo que trataba era de destapar aquello que se le ocultaba al p¨²blico", se?ala por tel¨¦fono Marc Weingarten, autor de La banda que escrib¨ªa torcido, una historia del nuevo periodismo.
El descaro y la provocaci¨®n de los reporteros de los sesenta? ha tomado un tono agrio en la era Trump
La apuesta del nuevo periodismo por enganchar y entretener a los lectores y sus nuevas formas de acometer el reportaje llevan a Wein?garten a hablar de "paraperiodismo" en su libro. Esa f¨®rmula que sumaba buenas dosis de entretenimiento e historias singulares a la informaci¨®n seca tuvo un potente tir¨®n, ?antecedente indirecto de la actual fiebre por el clic en la era digital? "No lo creo. El problema hoy son las redes sociales, el sistema de distribuci¨®n que permite diseminar mentiras sin filtro, aunque EE UU cuenta tambi¨¦n en el plano medi¨¢tico con un sistema de contrapesos, y ah¨ª est¨¢n los medios liberales que defienden la calidad. Lo que est¨¢ claro es que el periodismo no nos va a salvar. Trump parece inmune a la verdad".
Lo cierto es que el actual presidente de EE UU parece sacado de una novela de Wolfe ¡ª"lo que ocurre es como una Hoguera de las vanidades desatada y fuera de control", comenta Stille¡ª. Es m¨¢s, el magnate neoyorquino y estrella de la telerrealidad que ocupa la Casa Blanca se ha apropiado de una de las marcas m¨¢s caracter¨ªsticas del estilo de Wolfe. Su prosa hiperb¨®lica y los muchos (MUCHOS, MUCHOS) signos de puntuaci¨®n con los que retorc¨ªa la prosa y creaba muecas, e ir¨®nicos giros han cobrado un cariz francamente distinto en el chorro de tuits del presidente. Se acab¨® la farsa y la iron¨ªa. "Ya en los a?os sesenta Philip ?Roth dec¨ªa que el gran dilema para un novelista era c¨®mo competir con la realidad. ?Imagina ahora con la demencia de la Casa Blanca! Cada d¨ªa encuentras una ficci¨®n potent¨ªsima en las p¨¢ginas de The New York Times", dice Robert S. Boynton, director del programa de reportaje literario de la Universidad de Nueva York y autor de New New Journalism (el nuevo nuevo periodismo). En esa antolog¨ªa publicada en 2005, Boynton rastrea la herencia de aquellos reporteros, y se?ala, entre otros, los trabajos de Lawrence Wright o Adrian Nicole LeBlanc. Si Wolfe, Talese y los dem¨¢s estaban m¨¢s preocupados "por el estilo que por la pol¨ªtica; por el placer que por el poder; y por el estatus que por la clase", la generaci¨®n siguiente incorpor¨® una conciencia social y reivindicativa a sus reportajes.
?Y hoy? ¡°El mejor periodismo literario se escucha en los podcasts¡±, responde Boynton. Stille se muestra de acuerdo y cita las palabras del creador del programa de reportajes radiof¨®nicos This American Life, Ira Glass, en el discurso que pronunci¨® en la ceremonia de graduaci¨®n de la Universidad de Columbia: "No teng¨¢is miedo de aparecer en la historia".
Babelia
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