Autoficci¨®n y paranoia

Con una sola frase mecanografiada sobre un folio en blanco, Stanley Kubrick sintetiz¨® en El resplandor (1980) uno de lo m¨¢s obsesivos temas en la obra de Stephen King: el del bloqueo del escritor. En Basada en hechos reales, adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima de Delphine de Vigan, Roman Polanski y su coguionista Olivier Assayas proponen una g¨¦lida variante a esa imagen: el imponente, casi devorador, blanco absoluto de un documento de Word abierto en la pantalla de un ordenador port¨¢til. De Vigan rinde expl¨ªcito tributo a King al dividir su relato en tres partes diferenciadas, dos de las cuales se abren con sendas citas de Misery ¨Cla gran pesadilla del escritor enfrentado a una idea monstruosa del lector- y la otra con una cita de La mitad oscura ¨Co el tema del doble (escritor) seg¨²n la mirada paranoica kingniana-. Como bien se?al¨® Nelly Kapri¨¨lian en su cr¨ªtica del libro publicada en Les Inrockcuptibles, lo que propon¨ªa la escritora no era tanto un ejercicio de literatura de g¨¦nero como una temeraria hibridaci¨®n: el matrimonio contra natura entre la tradici¨®n francesa de la autoficci¨®n con el imaginario del autor de La historia de Liley, Ventana secreta, secreto jard¨ªn y tantos otros relatos sobre el infierno de crear. Aunque quiz¨¢ el matiz sea irrelevante: ?no es, de hecho, tambi¨¦n una forma de autoficci¨®n lo que hace King?

Llevar al cine esta novela de una autora de dolorosas autoficciones que decide jugar, por una vez, a la metaficci¨®n paranoica pod¨ªa parecer una elecci¨®n natural para un cineasta como Polanski, artista no s¨®lo versado en explorar los fantasmas de la subjetividad, sino sujeto de una larga persecuci¨®n judicial y de un reforzado cuestionamiento social y medi¨¢tico. En la pel¨ªcula, una escritora de ¨¦xito es progresivamente vampirizada por una admiradora, mientras recibe amenazadores an¨®nimos que la reprenden, a su vez, por vampirizar en su escritura la vida de sus seres queridos. El potencial para trazar aqu¨ª la l¨ªnea que uniera Repulsi¨®n (1965) y El quim¨¦rico inquilino (1976) con el cuestionado Polanski de carne y hueso era tan inmenso como decepcionante resulta el resultado final. Hay aplicada elegancia donde deber¨ªa manifestarse, de manera progresiva y sutil, una perturbaci¨®n en esta propuesta que no osa ser autoficci¨®n, ni tampoco pel¨ªcula de terror, desembocando en un desenlace ambiguo que, a estas alturas, ya parece tan clich¨¦ como el susto final en una pel¨ªcula de terror de los 70.