La conspiraci¨®n del mal sonido
Mientras los musiqueros discuten sobre si vinilo o CD, la calidad sonora se degrada
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Me quedo boquiabierto. Estoy charlando con el colega de profesi¨®n cuando, de pasada, comenta lo siguiente: "voy a salir a comprar unos vinilos¡±. No ¡°voy a comprar unos discos¡± o ¡°voy a comprarme algo de m¨²sica¡±. Su decisi¨®n enfatiza el soporte de moda, como algo irrebatible.
A principios de siglo, cuando la expansi¨®n de la m¨²sica digital (?y gratuita!) presagiaba el declive del negocio discogr¨¢fico, peque?as compa?¨ªas resucitaron los formatos de vinilo. Una precauci¨®n inteligente: aunque las ventas fueran modestas, no se pod¨ªan hacer facs¨ªmiles caseros de los singles y los elep¨¦s. En medio de la cat¨¢strofe, se garantizaban unos ingresos respetables apelando al fetichismo.
Para justificar el cambiazo, se recurr¨ªa al pensamiento m¨¢gico: nos juraban que el sonido del vinilo era superior al del CD. Un disparate pero resulta in¨²til razonar con fundamentalistas ?o con alguien que intenta salvar los muebles!
Puedo aceptar que las fundas de los discos de vinilo tienen m¨¢s empaque que las envolturas del CD. No obstante, huesos y m¨²sculos conservan la dolorida memoria de los locutores de radio o pinchas de club, obligado a cargar con demasiados kilos de vinilo: una pesadilla, al menos hasta que se generalizaron las maletas con ruedas.
A lo que voy: con todo lo que amo los vinilos, nunca he renunciado al CD. Por sonido, manejabilidad y contenido. La edad de oro del CD se sustent¨® en el truco de vendernos nuevamente (?y a precio caro!) m¨²sica que ya ten¨ªamos pero, y esto se tiende a olvidar, tambi¨¦n permiti¨® el rescate de infinidad de gloriosas m¨²sicas olvidadas, gracias a los afanes de los sellos para coleccionistas. Se revisaron los archivos, se mejor¨® la digitalizaci¨®n, se enriqueci¨® nuestra comprensi¨®n del modus operandi de artistas, compa?¨ªas, productores, compositores¡
Con las nuevas realidades econ¨®micas, esos ambiciosos lanzamientos escasean. De hecho, no se fabrican nuevas tiradas de las referencias editadas alrededor del fin del milenio y los precios se han disparado: en contra de lo previsible, muchos CD fuera de cat¨¢logo ahora cuestan por encima de los cien euros/d¨®lares.
Los esp¨ªritus pr¨¢cticos dir¨¢n que no tiene sentido adquirir CD -?o vinilos!- cuando todo est¨¢ disponible en servicios de streaming o sitios tipo YouTube. Y no. Primero, pura mentira lo de ¡°todo disponible¡±. Segundo, all¨ª no est¨¢ la informaci¨®n m¨ªnima ¨Ccr¨¦ditos, fechas- que acompa?a tanto a los discos ¨®pticos como a los de policloruro de vinilo. Tercero, no existe garant¨ªa de fidelidad en esas plataformas. Cuarto, el buen DJ prefiere pinchar los discos con los que convive.
En realidad, todas nuestras discusiones sobre los discos digitales y los discos fonogr¨¢ficos han sido superadas en la pr¨¢ctica. En muchas emisoras, han prescindido de los giradiscos y los reproductores de CD: la m¨²sica a utilizar se introduce en el ordenador, comprimida en MP3. Una soluci¨®n muy c¨®moda¡con la paradoja de que la m¨²sica suena peor.
Lo habr¨¢n apreciado en la llamada ¡°radio convencional¡±, donde se insertan trozos de canciones o fragmentos de instrumentales; perdido ya el arte de manejar suavemente la regleta, la m¨²sica tiende a entrar de manera brutal y se marcha igual. La regla fatal: terminamos cambiando calidad por comodidad. Aunque surjan anomal¨ªas como la moda del vinilo.
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