La vida en Jap¨®n tras la bomba
La Fundaci¨®n Mapfre descubre las impactantes fotograf¨ªas de Shomei Tomatsu sobre la posguerra en el pa¨ªs asi¨¢tico
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
Todo el mundo ha visto la imagen del enorme hongo que provoca la explosi¨®n de una bomba at¨®mica, sobre todo, de las que llenaron de las ciudades de Nagasaki y Hiroshima de muerte y destrucci¨®n en 1945, que acabaron con la vida de cientos de miles de japoneses. Pero pocas veces se ha retratado los efectos a pie de tierra, comprobando c¨®mo padecieron el lanzamiento de estos artefactos mort¨ªferos sus habitantes. Qui¨¦n si lo hizo fue Shomei Tomatsu (Nagoya, 1930 - Naga, 2012), cuyas fotograf¨ªas pueden verse en la Fundaci¨®n Mapfre en Barcelona.
Sabiendo el impacto que provocan estas im¨¢genes, Tomatsu introduce al visitante en la devastaci¨®n. Primero fotograf¨ªa un reloj parado a las 11.02 minutos del 9 de agosto de 1945, hora del impacto de la bomba en Nagasaki. Luego, retrata esculturas de piedra mutiladas por la onda expansiva. Al lado, una botella de cristal derretida por el intenso calor que parece un trozo de animal muerto. Tambi¨¦n unas plantas de bamb¨² carbonizadas. Y despu¨¦s, comienzan los efectos sobre el ser humano. En los hibakusha, los cientos de miles de personas que, pese a todo, lograron sobrevivir: pieles quemadas, caras desfiguradas, pies que no pueden soportar el peso del cuerpo. No es de extra?ar que a muchos de los que ven por primera vez sus fotos se le escapen expresiones de dolor.
Pero Tomatsu da un respiro cuando muestra a Shizuka Urakawa, una joven que ha perdido un ojo por la bomba que mira seria, en 1979, a la c¨¢mara. El fot¨®grafo vuelve 20 a?os despu¨¦s a fotografiarla y la vemos risue?a con sus tres hijas, mientras, con no poco humor negro, se pinta un ojo encima del parche que le cubre su herida vitalicia.
No es de extra?ar que a muchos de los que ven por primera vez sus fotos de supervivientes se les escapen expresiones de dolor y alguna l¨¢grima.
Tomatsu, que cogi¨® por primera vez una c¨¢mara a sus 20 a?os de una forma autodidacta, sab¨ªa lo que fotografiaba. Sufri¨® los efectos de la guerra cuando ten¨ªa 15 a?os en su Nagoya natal. Sus primeras fotograf¨ªas hablan de la pobreza y la devastaci¨®n y la subsiguiente ocupaci¨®n estadounidense, con impactantes im¨¢genes del contraste entre los altos y fornidos marines rubios y negros junto a dos japoneses vestidos y maquillados seg¨²n costumbres ancestrales. Tambi¨¦n a varias japonesas peinadas con enormes cardados al estilo occidental. ¡°Su trabajo nace de la sombra de la guerra¡±, explica el comisario de la exposici¨®n, el cr¨ªtico y profesor de la Universidad Polit¨¨cnica de Valencia, Juan Vicente Aliaga, que no duda en comparar al fot¨®grafo con Henri Cartier Bresson.
Las 180 fotograf¨ªas de este aut¨¦ntico desconocido en Occidente (aunque fue uno de los fundadores de la agencia Vivo en 1959, comparable con Magnum) en la que abundan los contrapicados y encuadres audaces, no se detienen en ese instante tr¨¢gico y sus a?os posteriores. Abarcan temas m¨¢s diversos como las revueltas estudiantiles en el Jap¨®n de los a?os sesenta contra los dirigentes pol¨ªticos y en protesta por la guerra de Vietnam; la vida cotidiana en el Afganist¨¢n de 1963 (en el que puede verse como el burka viene de lejos), o im¨¢genes desinhibidas de sexualidad en un pa¨ªs como Jap¨®n, en el que el sexo es tab¨². Tambi¨¦n de las costumbres y tradiciones en extinci¨®n que pudo captar en la isla de Okinawa, donde se instal¨® a vivir Tomatsu despu¨¦s de su primer viaje en 1969 y donde comenz¨® a trabajar en color.
Otra de las 11 series en las que se ha dividido la muestra est¨¢ presidida por coloristas y buc¨®licos cerezos en flor, que Tomatsu entendi¨® como una met¨¢fora de la regeneraci¨®n de la vida despu¨¦s del fr¨ªo invierno. Tambi¨¦n fotografi¨® los residuos pl¨¢sticos que el mar arroja sobre la playa creando composiciones pseudo art¨ªsticas, adem¨¢s de denunciar la contaminaci¨®n de las industrias durante la reconstrucci¨®n de Jap¨®n tras la Segunda Guerra Mundial, con im¨¢genes casi abstractas de suelos contaminados, de humos que eliminan en los complejos petroqu¨ªmicos o cableados que acaban comprimiendo la estructura de un edificio, que ¨¦l llama "castillo". Bellas, pero tan desgarradoras y melanc¨®licas como las que realiz¨® sobre la destrucci¨®n de la guerra provocada tambi¨¦n por el hombre.
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