Quinto encierro de San Ferm¨ªn: muchas ca¨ªdas y sin heridos en una emocionante carrera de los toros de N¨²?ez del Cuvillo
La ganader¨ªa N¨²?ez del Cuvillo ha protagonizado una carrera de casi tres minutos
Por fin, una carrera emocionante; enti¨¦ndase por ello plagada de ca¨ªdas de toros y mozos, atropellos, tambi¨¦n, de unos y otros, pisotones de los de cuatro patas, y ning¨²n herido -solo tres contusionados en brazo, pierna y cara- a causa de los astifinos pitones que lucen los representantes de N¨²?ez del Cuvillo.
Por fin, la emoci¨®n de comprobar que hay toros m¨¢s veloces que los cabestros de este a?o, empe?ados cada ma?ana en liderar la carrera en todos los tramos, marcar la senda a seguir y entrar victoriosos en el ruedo, por delante de los protagonistas de cada d¨ªa.
Hoy no fue as¨ª y un jabonero gaditano, llegado como sus hermanos de Vejer de la Frontera, fue el primero en pisar la arena -el reloj marcaba pocos segundos m¨¢s de los dos minutos-, se dio un garbeo por la parte derecha de la barrera, tom¨® nota de la ubicaci¨®n, vio que no era la dehesa so?ada y se uni¨® a la manada que entraba ya toda formalita hacia los corrales.
Ah¨ª pod¨ªa haber terminado el encierro a no ser por la tardanza de un toro casta?o, Gavil¨¢n de nombre, que se dio un costalazo en el tramo final de Telef¨®nica, de forma que le cost¨® dios y ayuda remover sus 520 kilos a tan temprana hora; solo la ayuda de un mozo que le tir¨® del rabo le permiti¨® recuperar la verticalidad y proseguir la marcha. No es muy decoroso que a un toro tan elegante como este cuvillo, procedente de familia noble y artista, como lo es esta ganader¨ªa, pase por un trance tan desagradable.
Cuando Gavil¨¢n se perdi¨® por el t¨²nel de los corrales el cron¨®metro marcaba los dos minutos y cincuenta segundos, al tiempo que se romp¨ªa la tradici¨®n, que, en el caso de estos toros, dice que si la carrera pasa de dos cuarenta es porque hay heridos. Y, afortunadamente, no fue as¨ª.
No es muy explicable, no obstante, que ese haya sido el feliz resultado pues el quinto encierro se present¨® r¨¢pido y violento desde el inicio.
Un toro negro compiti¨® en cabeza con el primer cabestro en la Cuesta de Santo Domingo y barri¨® de mozos la acera derecha, lo que produjo alg¨²n golpe tan inesperado como morrocotudo.
Entretenido estaba el de negro en sus batidas cuando fue superado por un jabonero de los dos que corr¨ªan esta ma?ana, apret¨® con fuerza el acelerador y lleg¨® a Mercaderes en solitario; a toda velocidad alcanz¨® la curva de Estafeta y en su loca carrera se llev¨® por delante a varios mozos que, otra vez e inexplicablemente, trataron de buscar refugio imposible en la parte izquierda del inicio de la calle, adonde llegan los toros empujados por la inercia de la carrera. Ah¨ª, en ese lugar, se produjeron un par de milagros; un mozo sufri¨® un pezu?azo?en la cabeza, y otro, entrado en carnes, comprob¨® c¨®mo un pit¨®n le rozaba la piel del cuello.
Continu¨® el jabonero en solitario por Estafeta, acompa?ado, seguido y perseguido por tanta algarab¨ªa de mozos de modo que nunca se sabr¨¢ si el animal corr¨ªa como manda la tradici¨®n o hu¨ªa de la molesta muchedumbre. A¨²n tuvo tiempo de morder el polvo adoquinero de la calzada, pero se repuso con rapidez y as¨ª, en solitario, vencedor, lleg¨® al ruedo de la plaza.
A pocos metros le segu¨ªa la manada -los cabestros, ya convencidos de que esta ser¨ªa su primera derrota- y muy cerca de la entrada al callej¨®n cayeron de bruces tres toros, enredados entre peque?os montones de mozos, -ca¨ªdos, atropellados y doloridos todos ellos-, donde qued¨® rezagado Gavil¨¢n, el que no pod¨ªa sobreponerse a sus 520 kilos y pas¨® el mal trago del tir¨®n del rabo.
Hombre, por Dios, un Cuvillo, tan deseado por las figuras, tan noble y artista, por los suelos y en actitud tan indecorosa¡?
As¨ª te hemos contado el desarrollo del quinto encierro.
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