Cuando mi circunstancia tambi¨¦n soy yo
La eclosi¨®n narcisista actual, cuya m¨¢xima expresi¨®n es el selfie, se filtra al arte contempor¨¢neo y transforma el concepto cl¨¢sico de autorretrato
En esta ¨¦poca gobernada por la iconocracia, es casi imposible encontrarse un museo dedicado al autorretrato pero muy f¨¢cil toparnos con el primer Museo del Selfie. Se inaugur¨® recientemente en Glendale, Los ?ngeles, y es un parque tem¨¢tico dispuesto para que nos fotografiemos en distintas ¨¦pocas, posiciones, acompa?antes o paisajes. Dado que la humanidad lleva siglos pint¨¢ndose a s¨ª misma, lo normal ser¨ªa que el selfie fuera un episodio en la historia del autorretrato. Pero en este museo californiano la l¨®gica funciona al rev¨¦s, as¨ª que el autorretrato queda convertido en un cap¨ªtulo del selfie.
Si algunos artistas intentaron, durante siglos, atrapar un ¡°yo¡± en peligro de extinci¨®n, del ¡°yo¡± expandido por el selfie no podemos desasirnos en ning¨²n momento. Y si el autorretrato de otras ¨¦pocas se aferraba contra viento y marea a una primera persona que no se pod¨ªa dejar escapar, el selfie reproduce un ¡°yo¡± ubicuo que resulta imposible esquivar.
De alguna manera, el selfie es el autorretrato de este presente en el que cualquiera, para dejar su huella en este mundo, dispone de medios que antes eran exclusivos de los artistas. La forma que adquiere el ego en una econom¨ªa cuya sobredosis de oferta ha pulverizado cualquier jerarqu¨ªa que hubiera podido tener, alguna vez, la demanda. Producimos m¨¢s mercanc¨ªas de las que podemos consumir de la misma manera que hacemos m¨¢s fotos de las que podemos llegar a ver.
Se da el caso, adem¨¢s, de que esas mercanc¨ªas y fotos no est¨¢n ah¨ª esperando por nuestra atenci¨®n, sino para asaltarnos sin previo aviso. Al final, la demanda somos nosotros. As¨ª, los criterios de selecci¨®n, cocci¨®n o digesti¨®n que definieron a la cultura del siglo XX quedan sepultados. Y con ellos, las teor¨ªas de Oswald de Andrade, Fernando Ortiz, Bronislaw Malinowski, L¨¦vi-Strauss o Mija¨ªl Bajtin que sustentaban esa secuencia.
La megaloman¨ªa acr¨ªtica de este siglo XXI parece renunciar a buscar alternativas al malestar de la cultura, solazada en un egotrip para el cual yo soy yo y mi circunstancia, s¨®lo que esa circunstancia¡ ?tambi¨¦n soy yo! (Y nadie m¨¢s que yo).
?De qu¨¦ sirven tantos discursos enalteciendo al otro si los dispositivos por los que viajan esos postulados no hacen m¨¢s que brincar del blink (parpadeo) al zapping, del whatsapp al tuit, del clic al like? ?Para qu¨¦ pasarnos el d¨ªa y la noche compartiendo todo lo que hacemos si eso s¨®lo funciona para transmitir nuestro ombligo? Al v¨¦rtigo de este posfordismo bajo cuyo dominio sobrevivimos ya no le basta con la autoexplotaci¨®n, que hoy se resume en el ¡°h¨¢galo (todo) usted mismo¡±. Ahora, adem¨¢s, esta ha de venir aderezada con el discurso onanista del ¡°hable (s¨®lo) sobre usted mismo¡±.
En esa circunstancia, las predicciones de Marcel Duchamp ¡ªtodo puede convertirse en arte¡ª o de Joseph Beuys ¡ªtodo el mundo puede ser un artista¡ª alcanzan su cl¨ªmax. Aunque no debido a la democratizaci¨®n sino a la masificaci¨®n. Justo en ese punto en que la c¨¢mara l¨²cida ¡ªque invocaba Barthes¡ª pierde la tilde y se convierte, simplemente, en c¨¢mara lucida. El artefacto perfecto para espolear una vanidad que ha dejado de buscar ¡°un rostro en la muchedumbre¡±, pues ya la multitud no es otra cosa que un rostro indiferenciado que ha perdido a la vez su identidad individual y su sentido colectivo.
Manuel Vilas escrib¨ªa recientemente sobre el impacto de todo esto en la literatura. Desentendi¨¦ndose del manoseado concepto de autoficci¨®n, este narrador daba por bueno el ¡°destape del yo¡± en la novela espa?ola posterior al franquismo, obligada a ganar en autobiograf¨ªa lo que necesitaba perder en pudor. El cr¨ªtico cubano Gilberto Padilla contrapone a esta visi¨®n una teor¨ªa m¨¢s extrema, llegando incluso a detectar la existencia de una literatura-selfie que se explaya desde la compulsi¨®n de los escritores por retratarse hasta las poses en las solapas o el autobombo perpetuo en las redes sociales.
La predicci¨®n de Joseph Beuys de que todo el mundo puede ser un artista ha alcanzado su cl¨ªmax
Si traspasamos el tema al arte contempor¨¢neo, encontramos que el cr¨ªtico norte?americano JJ Charles?worth es a¨²n m¨¢s apocal¨ªptico con esta eclosi¨®n narcisista. Para Charlesworth, no estar¨ªamos hablando de un s¨ªntoma aislado sino de un descalabro estructural que abarca a todo el sistema y que, finalmente, acabar¨¢ por ¡°matar al arte¡±.
No es cuesti¨®n de descubrir, a estas alturas, la constante megal¨®mana de la historia del arte. Basta un viaje desde Picasso o Dal¨ª hasta Koons y Hirst con escala en Warhol. Pero tambi¨¦n vale la pena recordar que, a contracorriente de esta catarata de superyoes, est¨¢n los que han remado para desmarcarse de la hoguera de las vanidades, activando la cr¨ªtica o directamente la burla.
El primer blanco de esos dardos recientes ha sido, c¨®mo no, el selfie. Joan Fontcuberta, por ejemplo, lo percibe como una conversaci¨®n que sustituye la palabra por la imagen y que en ning¨²n caso debe ser vista como una exploraci¨®n interior, sino como un enunciado lanzado para compartir de inmediato. Fontcuberta, incluso, le ha sacado partido en su serie A trav¨¦s del espejo, que encuentra en Lewis Carroll un origen plausible del selfie.
El proyecto selfiecity, por su parte, establece una sociolog¨ªa de esta pr¨¢ctica a base de indagar en el repertorio de los posados, sus estad¨ªsticas demogr¨¢ficas y el rastreo de investigaciones surgidas a su alrededor. Menos po¨¦ticas se presentan las gamberradas de Nutscaping y sus fotograf¨ªas de paisajes sublimes con la presencia de genitales en primer plano. O las acciones radicales de Bud?dy Bolton, lanzado fren¨¦ticamente a cortar palos de selfie por Nueva York.
El arte lleva alg¨²n tiempo desafiando esta letan¨ªa de autorretratos que van componiendo el mural inabarcable de la cultura contempor¨¢nea. Despu¨¦s de aquellos a?os noventa que cerraron el siglo pasado con una dedicaci¨®n incontenible a la experiencia cotidiana (desayunos familiares, listas de todo tipo, voyerismo inmediato, camas sin hacer, restos de basura), hoy se abordan temas que sobrepasan el yo y lo conectan a una instancia colectiva o directamente social. Por su parte, exposiciones como Yo, m¨ª, me contigo, comisariada por Pedro Vicente, han explorado una autobiograf¨ªa no necesariamente megal¨®mana en la que ganaba importancia la vida de los otros y se rebajaba la idolatr¨ªa del artista como genio.
Tras la dedicaci¨®n a la experiencia cotidiana, hoy el arte aborda temas que sobrepasan el yo
El autorretrato casi siempre fue un veh¨ªculo para enfrentar el mundo. El yo de alguien que se sab¨ªa derrotado de antemano, y que tal vez por eso mismo estaba conminado a hablar m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo. Entre una pintura de Da Vinci y otra de Van Gogh, entre una fotograf¨ªa de Ram¨®n y Cajal y otra de Diane Arbus, encontramos contrapunto, misterio, una navegaci¨®n directa o sutil contra la marea.
M¨¢s all¨¢ del uso de cualquier soporte actual, quiz¨¢ convenga hoy recuperar ese esp¨ªritu. Invertir el obsoleto clamor de Warhol por el derecho de todos a quince minutos de fama. Preguntarnos, acaso, si la cr¨ªtica al narcisismo contempor¨¢neo no deber¨ªa empezar por reivindicar el derecho a quince minutos de invisibilidad.
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