Al rescate de los libertinos en la era del #MeToo
La seducci¨®n alcanz¨® una de sus cumbres con Casanova y en la Francia del siglo XVIII. La revisi¨®n de aquella pol¨ªtica del romance tiene ahora un nuevo eco
Era tramposo, fullero y su comportamiento, especialmente hacia las mujeres, fue en muchas ocasiones escandaloso e inadmisible, como ¨¦l mismo explic¨® en Historia de mi vida, los 12 tomos de memorias que dej¨® escritos. Maestro de la seducci¨®n y del enga?o, el nombre del vividor Giacomo Casanova (1725-1798) es sin¨®nimo de irredento mujeriego hedonista, cuya fama rivaliza con la del mismo Don Juan, que inspir¨® la ¨®pera Don Giovanni, de Mozart, y en la que, por cierto, parece que el veneciano ¡ªbuen amigo de Lorenzo da Ponte, el libretista del compositor¡ª tuvo bastante que ver. Por supuesto, a Casanova no le han faltado defensores que han querido marcar las diferencias entre la crueldad de Don Juan y la b¨²squeda por parte del veneciano de una complicidad con sus amantes, pero su impenitente promiscuidad, as¨ª como sus relaciones con menores, acercan su conducta m¨¢s a la del depredador que a la de un amante siempre respetuoso.
Lo cierto es que desde la publicaci¨®n de la autobiograf¨ªa con la que forj¨® su leyenda, el controvertido Casanova ha sido objeto de innumerables debates, libros, pel¨ªculas y obras. Este verano, la exposici¨®n La Europa de Casanova: arte, placer y poder en el siglo XVIII en el Museum of Fine Arts de Boston a?ade un nuevo matiz al rescate de su figura. La muestra re¨²ne 250 piezas procedentes de media docena de colecciones entre las que se incluyen cuadros, esculturas, instrumentos musicales e incluso trajes, para evocar el mundo en el que el temible seductor se movi¨® y enfrentarlo al contexto actual. Seg¨²n explica el propio museo, se trata de ¡°animar a los visitantes a contemplar c¨®mo las experiencias de un hombre, contadas desde su propio punto de vista, tienen un nuevo eco en la era del #MeToo¡±, y de explorar ¡°distintos aspectos del poder pol¨ªtico, financiero y social, tanto en el tiempo de Casanova como en la actualidad¡±.
¡°Aunque muy fr¨ªvolos en su estilo de vida, eran hijos del Siglo de las Luces¡±, apunta Benedetta Craveri
Adem¨¢s de presentar obras de Canaletto, Jean Fran?ois Boucher y William Hogarth, la exposici¨®n recrea, con muebles de ¨¦poca y maniqu¨ªes, varios escenarios de las aventuras sexuales de Casanova: desde el parlatorio de un convento veneciano hasta el boudoir de una dama en Par¨ªs. El contrapunto llega con la programaci¨®n de una serie de actividades paralelas, como la charla de la escritora feminista Lindy West titulada Llegan las brujas: la pol¨ªtica del romance en un mundo #MeToo y la que ofrecer¨¢ en septiembre Catherine John?son-Roehr sobre las mujeres poderosas en tiempos de Casanova.
Pero realmente, ?cu¨¢nto poder ten¨ªan las mujeres en aquel tiempo? La historiadora Benedetta Craveri, autora de La cultura de la conversaci¨®n sobre el sal¨®n de Madame de Rambouillet en el Par¨ªs del siglo XVII, responde sin asomo de dudas. ¡°La etapa prerrevolucionaria era el reino de las mujeres. Para saber lo que ocurr¨ªa en Francia hab¨ªa que ir a sus salones o a sus lechos¡±, explica en una entrevista. ¡°Es cierto que ellas ejerc¨ªan un poder no directo, una influencia subterr¨¢nea porque no estaban consideradas ciudadanas de primera clase. Pero entre la aristocracia, la libertad de costumbres era igual para hombres y mujeres, porque los matrimonios eran una uni¨®n de linajes; nadie pretend¨ªa amar a la persona que desposaba. El ¨²nico pacto t¨¢cito era no hacer expl¨ªcito el adulterio, no mostrarlo en p¨²blico¡±.
En su ¨²ltimo libro, Los ¨²ltimos libertinos (Siruela), Craveri se centra en las figuras de siete hombres, miembros de la alta nobleza, que jugaron un papel destacado en la Francia del siglo ?XVIII, y vivieron la revoluci¨®n en primera l¨ªnea cuando contaban con m¨¢s de 40 a?os: el duque de Lauzun, el vizconde de S¨¦gur, el duque de Brissac, el conde de Narbonne, el conde de Louis Philippe de S¨¦gur, el conde de Vaudreuil y el caballero de Boufflers. ¡°Todos tuvieron importantes cargos, eran soldados, sab¨ªan c¨®mo funcionaba Francia y otros pa¨ªses de su entorno, eran amigos, compart¨ªan amantes y todos, salvo Boufflers, dejaron estupendos escritos¡±, dice Craveri.
A finales del siglo XVIII, sostiene la autora, hab¨ªa m¨¢s libertad; el peso de la religi¨®n iba mermando y los intelectuales se iban alzando como maestros que usaban a los arist¨®cratas para difundir ideas. Los l¨²cidos an¨¢lisis de Madame St?ehl, el poder que logr¨® ejercer Catalina de Rusia o las intrigas de la princesa polaca Izabela Czartoryska son algunos de los ejemplos que Craveri destaca para plasmar la influencia y clarividencia que llegaron a tener algunas mujeres.
Pero la mitificaci¨®n de aquel tiempo previo a la revoluci¨®n es uno de los problemas que Craveri se?ala: una idealizaci¨®n positiva y negativa, que queda patente en los escritos que dejaron sus protagonistas y coet¨¢neos tras la llegada de la guillotina. Muchos recuerdan la armon¨ªa y la belleza y pasan por alto la gran libertad moral; o por el contrario, tratan de justificar la brutalidad de la revoluci¨®n subrayando la corrupci¨®n y degeneraci¨®n que la antecedieron.
Los idilios fueron una constante en la atribulada vida de los nobles en la Francia prerrevolucionaria
Las referencias en Los ¨²ltimos libertinos a la figura del legendario veneciano Casanova son escasas (un duelo y una carta), pero los idilios y affaires que marcaron su vida, tambi¨¦n son una constante en la atribulada historia de los nobles franceses del estudio de Craveri, marca indiscutible de esa ¨¦poca y ambiente. ¡°Fueron maestros en el arte de la seducci¨®n, y sus numerosos ¨¦xitos galantes con las se?oras de la alta sociedad no les impidieron practicar el libertinaje en su acepci¨®n m¨¢s amplia. Por eso les he definido como los ¨²ltimos libertinos, si bien todos conocieron antes o despu¨¦s a la mujer capaz de conquistarlos durante el resto de sus vidas¡±, escribe la autora.
El t¨¦rmino libertino aplicado a esos hombres del XVIII engloba no s¨®lo el estereotipo de Don Juan, sino tambi¨¦n la figura del librepensador: ¡°Estos hombres encarnaron el placer de vivir, un arte con siglos de antig¨¹edad que sumaba, al honor y la tradici¨®n, la elegancia y el compromiso pol¨ªtico. Fueron reformadores que pelearon por la libertad de expresi¨®n y, aunque muy fr¨ªvolos en su estilo de vida, eran hijos del Siglo de las Luces y trabajaron; cre¨ªan en las reformas porque pensaban que mantendr¨ªan un papel importante, como hab¨ªa sucedido con la aristocracia inglesa¡±.
Su error de c¨¢lculo ti?e de romanticismo sus historias. Ellos mismos contribuyeron a su fin. El conde de S¨¦gur escribi¨® tiempo despu¨¦s: ¡°Nos burl¨¢bamos de las antiguas usanzas, del orgullo feudal de nuestros padres y de la solemnidad de su etiqueta, pero sin dejar de disfrutar de todos nuestros privilegios. Libertad, realeza, aristocracia, democracia, prejuicios, raz¨®n, novedades, filosof¨ªa, todo esto contribuir¨ªa a hacer felices nuestros d¨ªas, y nunca un despertar tan terrible fue precedido por un sue?o tan dulce, y por unos sue?os tan seductores¡±.
Craveri cita a su abuelo Benedetto Croce para enfatizar que la historia, por muy remota que sea, siempre es contempor¨¢nea porque es le¨ªda desde el presente. El rescate de los libertinos y su mundo ¡ªm¨¢s all¨¢ de la recreaci¨®n de fastuosos banquetes de la ¨¦poca de Casanova o la relectura de sus aventuras sexuales que propone a sus visitantes el museo de Boston¡ª encierra lecciones pol¨ªticas y sociales relevantes. ¡°Conscientes de sus privilegios y decididos a conseguir el aplauso, respond¨ªan plenamente a las exigencias de una sociedad profundamente teatral, en la que era obligado mantener viva la atenci¨®n¡±, escribe Craveri sobre los libertinos. ?No suena en esto el eco de nuestra era del like?
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