Neil Simon, adi¨®s en el cielo de la comedia
Durante muchos a?os le encasillaron como ¡°escritor de humor¡± pero uno de sus grandes talentos fue combinar risa y drama, arriesg¨¢ndose a perder a su p¨²blico en el paseo por esa cuerda floja
Neil Simon ha muerto a los 91 a?os, con m¨¢s de 30 obras y casi tantos guiones a la espalda. Era un artesano obsesivo: reescribi¨® 20 veces su primera funci¨®n, Come Blow your Horn (1961), que dur¨® m¨¢s de un a?o en cartel. En 1963, cuando Descalzos por el parque sobrepas¨® las 1.500 funciones, comenzaron a llamarle ¡°el nuevo rey de Broadway¡±. Y no solo de Broadway: sus ¨¦xitos no tardaban en representarse en medio mundo y en pasar al cine.
Siguieron ¨¦xitos crecientes, tanto en piezas de humor (La extra?a pareja, 1965; Plaza Suite, 1968), o libretos para musicales, como Sweet Charity (1966), de Cy Coleman y Dorothy Fields, sobre Las noches de Cabiria, de Fellini, o Promises, Promises (1968), sobre El apartamento, de Wilder, con partitura y letras de Bacharach y David.
Simon se llev¨® sendos tonys, por Descalzos por el parque y La extra?a pareja, pero tard¨® casi 30 a?os en ganar el Pulitzer por Perdidos en Yonkers (1991). Sin embargo, en 1983 se convirti¨® en el ¨²nico dramaturgo norteamericano que recib¨ªa un estupendo homenaje en vida: el Alvin Theatre pas¨® a llevar su nombre.
Durante muchos a?os le encasillaron como ¡°escritor de humor¡± (e imbatible) pero uno de sus grandes talentos fue combinar risa y drama, arriesg¨¢ndose a perder a su p¨²blico en el paseo por esa cuerda floja.
Quienes celebraron los tintes amargos de Perdidos en Yonkers parec¨ªan olvidar su veraz retrato de una alcoh¨®lica en Bienvenida a casa (The Gingerbread Lady, 1970), la cr¨®nica de una depresi¨®n en El prisionero de la Segunda Avenida (1971), los rifirrafes de dos c¨®micos decadentes en Los reyes de la risa (The Sunshine Boys, 1972) o la valent¨ªa de Chapter Two (1977), donde Simon abordaba el periodo de duelo por la muerte de su segunda esposa, Joan Baim, y su intento de salir adelante con la actriz Marsha Mason, empecinada en sacarle del pozo. Fueron piezas aplaudidas por el p¨²blico, aunque no llegaron a alcanzar los triunfos de California Suite (1976), del gui¨®n de La chica del adi¨®s (1977) o el musical Est¨¢n tocando nuestra canci¨®n (1979), con partitura de Marvin Hamlisch y letras de Carol Bayer Sager.
En 1983, Simon estrena Brighton Beach Memoirs, la primera entrega de su trilog¨ªa autobiogr¨¢fica, completada por Biloxi Blues (1985) y Broadway Bound (1986), en las que evoca su dura adolescencia en la d¨¦cada de los a?os treinta y cuarenta, y en cierto modo revisitada, tonalmente hablando, por la ya citada Perdidos en Yonkers (1991), que transcurre, con otros personajes, en plena Segunda Guerra Mundial, y con 780 funciones fue el mayor ¨¦xito de su autor en los noventa.
Tengo una debilidad, sin embargo, por Laughter on the 23rd Floor, que estrena en 1993, y en la que sigue asom¨¢ndose a su pasado.
En este caso nos encontramos a un trasunto del veintea?ero Neil Simon, que gracias a su hermano mayor, Danny, entr¨® en los a?os cincuenta como guionista en la NBC, en Your Show of Shows, el programa de humor y variedades que lideraban Sid Caesar e Imogene Coca. Un retrato delicioso y lleno de vida de los or¨ªgenes de la comedia televisiva, en el que el dramaturgo retrata con afecto no exento de malicia a sus compa?eros Mel Brooks, Carl Reiner y Selma Diamond, entre otros.La obra cumpli¨® 320 representaciones en Broadway, con Nathan Lane, y cinco meses en Londres, en 1996, con un cartel encabezado por Gene Wilder.?
Lo ¨²ltimo que vi de Neil Simon fue un revival de El prisionero de la Segunda Avenida, en Londres, en el verano de 2010, con fenomenales trabajos de Jeff Goldblum y Mercedes Ruehl, a las ¨®rdenes de Terry Johnson, en una producci¨®n de Kevin Spacey para el Old Vic, aunque se hizo en el Vaudeville, del Strand. No olvido mi sorpresa ante las malas cr¨ªticas, y tambi¨¦n recuerdo la felicidad del p¨²blico, aplaudiendo puesto en pie.
Neil Simon ya se ha ido, pero sigue en muchos lados. Basta rastrear la huella de sus di¨¢logos, enfebrecidos y realistas, y de sus situaciones, siempre bien observadas, en cl¨¢sicos de la comedia televisiva americana como Frasier, Friends o Senfield.
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