Baile y excesos en el Berl¨ªn de entreguerras
La explosi¨®n hedonista y de creatividad de los a?os veinte retratada en 'Babylon Berlin' se resiste a morir en la capital alemana
?Qui¨¦n dijo austeridad?. La Alemania, o m¨¢s bien el Berl¨ªn de finales de los veinte que pinta la serie alemana de moda es todo despilfarro y excesos. Y m¨²sica y salas en las que bailan los que han sobrevivido a la gran guerra y saben que el dinero es capaz de evaporarse en nombre de la maldita hiperinflaci¨®n. A gastar, a beber, a fornicar. Hicieron bien, porque lo peor ¨CAdolf Hitler y el nacionalsocialismo¨C llegar¨ªa poco despu¨¦s.
Cargas policiales contra comunistas en las calles, narc¨®ticos, hipnotizadores, golpistas y productores de cine porno salpimentan este?thriller
La capital alemana de los tiempos de la Rep¨²blica de Weimar es la musa de Babylon Berlin, la serie alemana, global a estas alturas. Aquella ciudad se encontraba en los desatados a?os veinte, en plena eclosi¨®n creativa. La serie se recrea en ese mundo urbano, en el que la extrema pobreza convive con una vanguardia muy creativa, una burgues¨ªa hedonista y mujeres poderosas y emancipadas con el pelo cortado a lo gar?on.
Era una gran ciudad con cuatro millones de habitantes electrizada y abierta, en la que florece el cabaret y el g¨¦nero burlesco, pero donde tambi¨¦n se programa el buen jazz y hasta donde viajan los grandes int¨¦rpretes de m¨²sica negra. Es el Berl¨ªn de Marlene Dietrich y tambi¨¦n de la estadounidense Josephine Baker, que bail¨® el Charleston en el teatro Nelson en Kurf¨¹rstendammm. Fue el disfrute de parte de una generaci¨®n, que como escribi¨® el intelectual y diplom¨¢tico alem¨¢n, Harry Graf Kessler, bail¨® "sobre el volc¨¢n".
Cargas policiales y 'swing'
Todo eso y bastante m¨¢s aparece en los 16 cap¨ªtulos de la multimillonaria, cuidad¨ªsima y car¨ªsima producci¨®n ¨C38 millones de euros¨C de Babylon Berlin, basada en la novela de Volker Kutscher y rodada en escenarios que a¨²n hoy se pueden visitar.
La trama la protagoniza Gereon Rath, un atractivo detective de provincias, que desembarca en la capital para resolver un crimen que acabar¨¢ envolvi¨¦ndole en toda suerte de turbios asuntos criminales y pol¨ªticos. Su ayudante, la tambi¨¦n espl¨¦ndida Charlotte Ritter nos abre la puerta de los muy bajos fondos berlineses y muestra la dureza de una familia que sobrevive en una gran ciudad en condiciones de pobreza extrema. Cargas policiales contra comunistas en las calles, narc¨®ticos, hipnotizadores, golpistas y productores de cine porno salpimentan un thriller al que no le falta casi de nada y si acaso le sobra algo de acci¨®n y retorcimiento de gui¨®n. Todo, a un ritmo fren¨¦tico y pegadizo.
Hab¨ªa muchos heridos de guerra y mucha pobreza, pero tambi¨¦n hab¨ªa nuevos ricos y muchas ganas de salir y olvidar los horroresStephan Wuthe, berlin¨®logo
En el coraz¨®n de la ciudad, en Alexanderplatz, se encuentra la comisar¨ªa polic¨ªa donde trabaja Rath. El detective almuerza en un restaurante cercano, que en realidad es hoy la espectacular cantina del Ayuntamiento de Sch?neberg, un comedor forrado con paneles de madera oscura, suelos de m¨¢rmol y molduras modernistas. Merece la pena la visita y el men¨², bien servido por cinco euros, que atrae a no pocos jubilados de la zona.
Las c¨¦lebres salas de baile de los tiempos de la Rep¨²blica de Weimar han corrido una suerte muy diversa. La mayor¨ªa ya no existe o ha sido reconvertida en tiendas, hoteles o comercios y son hoy pr¨¢cticamente irreconocibles, seg¨²n repasa con pasi¨®n Stephan Wuthe, berlin¨®logo y autor de El tiempo del Swing en Alemania (Transit).
En su piso de Sch?neberg, al oeste de Berl¨ªn, Wuhte saca un gram¨®fono con forma de maleta, la abre, encaja una aguja y coloca uno de sus m¨¢s de 8.000 vinilos de la ¨¦poca. Con el inconfundible sonido del swing de fondo, Wuthe hace recuento del dilatado listado de locales que acog¨ªan a los noct¨¢mbulos en los veinte, algunos con capacidad para 3.000 personas. "Cuando el jazz desembarc¨® en Berl¨ªn, los caf¨¦s y las pasteler¨ªas se convirtieron en salas de baile y cabarets. Hab¨ªa muchos heridos de guerra y mucha pobreza, pero tambi¨¦n hab¨ªa nuevos ricos y muchas ganas de salir y olvidar los horrores". La tecnolog¨ªa y sobre todo, la llegada de la radio populariz¨® la m¨²sica, que se volvi¨® muy presente. Su abuela, cuenta Wuthe aprendi¨® a bailar el charleston con Josephine Baker.
A?os de liberaci¨®n
El Moka Efti es la gran sala de fiesta en torno a la que gira la trama de Babylon Berlin y en la que se pueden ver las escenas tal vez m¨¢s poderosas de la serie. El lugar ya no existe, pero las secuencias se rodaron sin embargo en el Delphi, un espectacular cine mudo que a¨²n existe al norte de Berl¨ªn, mientras que los exteriores se filmaron en los m¨ªticos estudios Babelsberg.
El local original del Efti, estaba en el centro de la ciudad, en la Friedrichstrasse a finales de los a?os veinte, pero en una versi¨®n algo menos peliculera, seg¨²n advierten estudiosos como Wuthe. "La idea de que hab¨ªa prostituci¨®n en el s¨®tano del Efti es absurdo, all¨ª la gente iba con smoking y vestido largo, era un lugar de encuentros sociales". Puede que no fuera justo en aquellos locales, pero como describe Christopher Isherwood, en Adi¨®s a Berl¨ªn, mujeres j¨®venes vend¨ªan sexo por poco dinero en pleno centro de Berl¨ªn. Muchas otras, como cuenta el escritor ingl¨¦s cuyos los relatos inspirar¨ªan m¨¢s tarde Cabaret, trataban de abrirse camino en el mundo del espect¨¢culo, proporcionando entretenimiento a acaudalados productores y supuestos cazatalentos art¨ªsticos.
Mujeres j¨®venes vend¨ªan sexo por poco dinero en pleno centro de Berl¨ªn
El propio Ayuntamiento de Berl¨ªn propone a los turistas un recorrido por el Berl¨ªn de los a?os veinte, porque seg¨²n escribe en su web oficial "dicen que el punk no ha muerto, pero el Berl¨ªn de los veinte tambi¨¦n vive". Aquella ¨¦poca y sobre todo el swing provocan una fascinaci¨®n singular que vive ahora una resurrecci¨®n. Proliferan los DJ especializados y las sesiones de swing. En Berl¨ªn, adem¨¢s de en salas como el Cl?rchens Ballhaus, se puede ver a los bailongos por la noche, junto al r¨ªo, frente al museo Bode.
La historia continua hoy
"Cuando vienen los turistas a Berl¨ªn, se interesan por el muro, pero tambi¨¦n por los a?os veinte", asegura Michael Bienert, autor de varios libros sobre el Berl¨ªn de la Rep¨²blica de Weimar. La cita con Bienert es frente al cine Babylon en Mitte, en la plaza Rosa Luxemburgo, en pleno centro de la ciudad. Abri¨® en 1929, el a?o en el que arranca el thriller televisivo alem¨¢n y al mirarlo, da la sensaci¨®n por un momento de que el tiempo se hubiera congelado. All¨ª todav¨ªa se puede ver cine mudo, con el sonido de un gran ¨®rgano de fondo. Enfrente, el majestuoso teatro Volksbuhne.
Bienert recalca que la explosi¨®n creativa de los veinte comenz¨® en realidad bastante antes y que fue la ca¨ªda de la monarqu¨ªa la que "levant¨® la tapadera y las corrientes modernas que hasta entonces eran marginales, se situaron en el centro de la sociedad". Seg¨²n el recuento de Bienert, hasta 10.000 personas desembarcaban por las noches en la estaci¨®n de la Friedrichstrasse para ir a los teatros. La liberaci¨®n sexual, a?ade fue tambi¨¦n posible "porque con la guerra y la ca¨ªda de la monarqu¨ªa se derrumba la legitimidad del sistema pol¨ªtico y su autoridad moral respecto al sexo pierde validez". Despu¨¦s lleg¨® el nacionalsocialismo y con ¨¦l, el desprecio por "la m¨²sica negra", explica Bienert, "la restauraci¨®n de la moral sexual. Las mujeres deb¨ªan quedarse con su familia y producir soldados".
Hay quien ve cierta continuidad de aquellos a?os en la cultura de los legendarios clubs berlineses que ahora atraen a hordas de j¨®venes de medio mundo a la capital del tecno. Clubs, que pese a todos los pesares gentrifricadores, siguen siendo templos de baile, sexo y diversi¨®n ¨²nicos en Europa. Que hacen que el Berl¨ªn canalla se resista a morir. Pero tambi¨¦n hay comentaristas que palpan en aquellos a?os un clima pol¨ªtico que, de alguna manera recuerda al actual ascenso de los populismos de extrema derecha que florecen pr¨¢cticamente en toda Europa. Y Alemania, con Alternativa por Alemania convertida en primera fuerza de la oposici¨®n ha dejado de ser una excepci¨®n. La vacuna hist¨®rica parece haber caducado tambi¨¦n en la gran potencia econ¨®mica europea
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.