Astas y angulas
La pel¨ªcula parte de la f¨¦rtil superposici¨®n de lo narrativo sobre lo testimonial
Unas angulas convertidas en mercanc¨ªa clandestina y la cabeza disecada de un ciervo, transportada en la trasera de un turismo, proporcionan a Oreina, primer largometraje de ficci¨®n de Koldo Almandoz, una pareja de contundentes codas visuales que parecen esbozar la eleg¨ªa por un espacio ed¨¦nico que se ha ido degradando, transform¨¢ndose en otra cosa. No ser¨ªa descabellado emparentar este trabajo de Almandoz con otras pel¨ªculas espa?olas, relativamente recientes, que, poniendo en cuesti¨®n los c¨®digos de representaci¨®n tradicionalmente asociados a la configuraci¨®n de un imaginario de lo rural, han evocado, cada una a su manera, la memoria del western: como Petit indi (2009) de Marc Recha y La plaga (2013) de Neus Ball¨²s, Oreina es una pel¨ªcula de frontera, donde las carreteras de extrarradio y los no lugares de la cultura post-industrial libran un pulso desigual con un territorio salvaje que acoge a furtivos numantinos, exiliados de s¨ª mismos y supervivientes.
OREINA (CIERVO)
Direcci¨®n: Koldo Almandoz.
Int¨¦rpretes: Laulad Ahmed Saleh, Patxi Bisquert, Ram¨®n Agirre, Iraia Elias.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2018
Duraci¨®n: 85 minutos.
Lejos del excesivo c¨¢lculo que limitaba el vuelo de su por lo dem¨¢s seductor y estimulante Sipo Phantasma (2016) ¨Cun documental con alma de pel¨ªcula ensayo en la tradici¨®n de Chris Marker-, Oreina parte de la f¨¦rtil superposici¨®n de lo narrativo sobre lo testimonial: la pel¨ªcula cuenta con personajes cuidadosamente construidos, interpretados por actores profesionales ¨Calgunos de ellos cargados de ecos que sirven a los prop¨®sitos del proyecto, como ese Patxi Bisquert que parece transportar el recuerdo de su Tasio (1984)-, pero el cineasta los trata como un accidente m¨¢s del paisaje ¨Cesa encrucijada de lo eterno y lo nuevo alrededor de la marisma Saria en la r¨ªa del Oria-, deteni¨¦ndose en ellos s¨®lo en la medida en que se revelar¨¢ un peque?o trazo que permitir¨¢ al espectador, poco a poco, ir reconstruyendo el puzle de relaciones y conflictos.
Dos hermanos que son dos universos irreconciliables, un hijo de inmigrantes que lograr¨¢ establecer puntuales complicidades en una vida marcada por desencuentros y agresiones de dispar intensidad, la hija del due?o de una gasolinera y sus anhelos de estar en otra parte y una guarda forestal ser¨¢n las figuras clave en la descripci¨®n de este ecosistema que Almandoz afronta de forma el¨ªptica, estableciendo un pacto con el espectador que culminar¨¢ en la absoluta legibilidad de un universo en tr¨¢nsito. Oreina deja, por supuesto, zonas de sombra, huyendo del subrayado: la pel¨ªcula habla de un presente conflictivo, pero habilita fisuras para que se filtre la memoria, palpablemente traum¨¢tica, de un alma colectiva.
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