Dos soberbios volapi¨¦s le abren la puerta grande a Emilio de Justo
Un par de buenos toros de La Ventana del Puerto y percance de Mar¨ªn, que da una vuelta
Justo a las ocho y media de la tarde, cuando la oscuridad de la noche ya se cern¨ªa sobre la plaza de toros de Las Ventas, un torero modesto, Emilio de Justo, cruzaba en volandas el umbral de la gloria. Sonriente y emocionado, a¨²n con el muslo izquierdo abierto por la grave cornada sufrida hace apenas una semana en Mont de Marsan (Francia), el diestro extreme?o, con m¨¢s de una d¨¦cada de alternativa a sus espaldas, sal¨ªa a hombros por la puerta grande m¨¢s importante del toreo, la de Madrid.
Dos orejas, una en cada uno de sus toros, se lo permitieron. Dos trofeos logrados gracias, principalmente, a dos grandes estocadas. Dos soberbios volapi¨¦s que pusieron el broche a una actuaci¨®n entregada -y a una sobresaliente y sorprendente temporada- que comenz¨®, justo tras el pase¨ªllo, con el reconocimiento del p¨²blico, que le oblig¨® a saludar una ovaci¨®n desde el tercio.
A la ver¨®nica recibi¨® De Justo a su primero, un ejemplar tremendamente serio y musculado de La Ventana del Puerto. Una de las dos medias con las que remat¨® el saludo, a pies juntos, desprendi¨® torer¨ªa. Despu¨¦s, ante un animal que tuvo movilidad, pero que sol¨ªa derrotar al final de los muletazos, dej¨® detalles, como un pase de pecho rematado a la hombrera contraria o un apasionado trincherazo, pero sembr¨® dudas en el toreo fundamental. Casi siempre al hilo, De Justo cit¨® con la pierna retrasada, provocando las protestas de algunos aficionados.
Y lleg¨® la hora de la verdad. Colocado en la rectitud, Emilio de Justo se tir¨® sobre el morrillo de su oponente, haciendo la suerte con suprema verdad, y dej¨® una estocada en todo lo alto. El efecto fue fulminante. Tras tambalearse unos segundos, el astado cay¨® rendido a los pies de su matador. ¡°Una estocada, una oreja¡±, se dijo siempre. Y as¨ª fue esta vez. En unos tiempos en los que se mata fatal, casi siempre en los blandos y tras dar un salto o salir descaradamente de la suerte, semejante lecci¨®n estoqueadora deb¨ªa ser recompensada.
EL PUERTO DE SAN LORENZO Y LA VENTANA DEL PUERTO/DE JUSTO, ROM?N, MAR?N
Toros de El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto (1? y 3?), muy serios, salvo el gigante quinto, aunque desiguales de hechuras y remates. Buenos los dos de La Ventana, especialmente el noble tercero; mansos, blandos y descastados los de El Puerto.
Emilio de Justo: gran estocada (oreja); gran estocada (oreja); pinchazo, estocada muy suelta baja y atravesada y un descabello (silencio en el que mat¨® por Mar¨ªn).
Rom¨¢n: estocada muy atravesada que hace guardia _aviso_ y un descabello (saludos con protestas); pinchazo, estocada algo trasera y atravesada _aviso_ y cuatro descabellos (silencio).
Gin¨¦s Mar¨ªn: media estocada ligeramente atravesada y un descabello (vuelta al ruedo tras leve petici¨®n de oreja en el ¨²nico que mat¨®).
El diestro sufri¨® una herida por asta de toro en la regi¨®n mandibular derecha de 5 cent¨ªmetros y pron¨®stico reservado.
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo, 30 de septiembre. 3? de la Feria de Oto?o. Menos de tres cuartos de entrada (16.827 espectadores, seg¨²n la empresa).
De Justo tambi¨¦n mat¨® bien al cuarto. Esta vez en los terrenos de sol, con su oponente completamente rajado, el volapi¨¦ ejecutado volvi¨® a ser descomunal. Un espadazo que remat¨® una labor de gran m¨¦rito y firmeza ante un astado manso e incierto que siempre punte¨® la muleta y que no le puso las cosas f¨¢ciles al torero. A base de dejarle la muleta muerta en la cara y de aguantar los arreones, muy al final, el diestro logr¨® una tanda de derechazos largos y profundos que supieron a gloria.
Los otros retazos art¨ªsticos de la tarde llevaron la firma de Gin¨¦s Mar¨ªn, que cay¨® herido en el sexto. Sin probaturas y con la muleta en la mano izquierda, quiso apostar el torero desde el principio, pero cuando comenzaba a hilvanar la segunda tanda, el del Puerto de San Lorenzo se le meti¨® por dentro y ech¨® la cara arriba, infiri¨¦ndole una cornada en la cara. Se lo llevaron a la enfermer¨ªa y no pudo confirmar las buenas sensaciones que hab¨ªa dejado frente al buen tercero, noble y con calidad.
Precipitado en los remates ante el tercero, y ansioso de triunfo, Mar¨ªn fue cogi¨¦ndole el aire al toro hasta lograr un pu?ado de naturales muy rematados y llenos de enjundia. Con el infalible cambio de mano, que le sali¨® bordado, puso los tendidos en pie, pero el triunfo se le escap¨® con la espada.
Tambi¨¦n pudo acabar en la cama Rom¨¢n, que sufri¨® una espeluznante voltereta cuando toreaba al pavoroso segundo. De arriba abajo, con una terrible violencia, los dos astifinos pu?ales de la res escudri?aron la anatom¨ªa del joven valenciano, que sali¨® indemne del percance. Un milagro. Manso, blando y soso fue su lote, y ¨¦l, ante la indiferencia del p¨²blico, dio muchos pases.
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