Inconmensurable Caball¨¦
Adem¨¢s de su grandeza como artista, fue uno de los pilares de la supervivencia de la ¨®pera en Espa?a durante los a?os sesenta y setenta
Montserrat Caball¨¦ ha sido una de las cantantes de ¨®pera m¨¢s extraordinarias y m¨¢s cotizadas de su generaci¨®n. Seguramente, la m¨¢s admirada, idolatrada y solicitada a nivel internacional desde finales de los a?os sesenta hasta los ochenta del siglo pasado. No tiene nada de extra?o. Su voz era un prodigio por ese timbre impalpable, de una transparencia y de una calidad casi sobrenatural; su t¨¦cnica de acero era otro prodigio que la mantuvo en los escenarios a lo largo de cincuenta a?os; y su sensibilidad e intuici¨®n la convirtieron en int¨¦rprete memorable de repertorios muy diversos en todos los grandes coliseos oper¨ªsticos del mundo: desde Verdi a Puccini, Massenet, Mozart o Richard Strauss, que ella siempre dec¨ªa que era su compositor favorito y con cuya Arabella?debut¨® en el Liceu en 1962.
Pero de los m¨²ltiples repertorios que abord¨®, es imprescindible destacar su apasionada dedicaci¨®n a la exhumaci¨®n de algunos de los grandes t¨ªtulos del belcanto rom¨¢ntico que llevaban sepultados en el olvido durante m¨¢s de un siglo. Ella fue quien devolvi¨® a los escenarios de los teatros algunas de las mejores ¨®peras de Rossini, Bellini y Donizetti. Y ¨®peras como Maria Stuarda, Roberto Devereux?o Lucrezia Borgia han reencontrado su lugar en el repertorio gracias a la pasi¨®n con la que la Caball¨¦ los defendi¨® durante d¨¦cadas.
Adem¨¢s de su grandeza como artista y su excepcionalidad como int¨¦rprete, hay que destacar de Montserrat Caball¨¦ que ha sido uno de los pilares de la supervivencia de la ¨®pera en Espa?a durante los dif¨ªciles a?os sesenta y setenta. Cant¨® en pr¨¢cticamente todas las temporadas de ¨®pera espa?olas y su lealtad al Gran Teatre del Liceu de Barcelona ha sido legendaria. Apareci¨® en todas sus temporadas, incluidas las que se organizaron durante la gran crisis que sufri¨® la instituci¨®n a mediados de los a?os setenta del siglo XX por la imposibilidad de mantener el r¨¦gimen de explotaci¨®n privado con el que se hab¨ªa gestionado el teatro desde su inauguraci¨®n.
En ese momento, en el que todas las dem¨¢s grandes estrellas internacionales abandonaron al Liceu, ella estuvo siempre ah¨ª cantando Andrea Ch¨¦nier, Manon Lescaut, Turandot?y Maria Stuarda, entre otras ¨®peras. Ante la Caball¨¦ estamos obligados a un ejercicio de memoria colectiva. No me refiero a la memoria de las an¨¦cdotas con las que nos ha entretenido la historia, sino a la memoria sustancial de lo que ha sido la ¨®pera en Espa?a a lo largo de d¨¦cadas. Sin la Caball¨¦, esa historia habr¨ªa sido muy diferente. Su ¨²ltimo gran homenaje fue en el Teatro Real hace cuatro a?os. Hab¨ªa debutado en Madrid en el Teatro de la Zarzuela en 1967 y cant¨® tambi¨¦n en este escenario una parte muy significativa de su repertorio, durante los a?os en los que el Teatro Real estuvo cerrado o convertido en sala de conciertos.
El legado de Montserrat Caball¨¦ es inconmensurable y afortunadamente hay muchas grabaciones que dejan rastro del talento extraordinario de una de las m¨¢s grandes cantantes de ¨®pera de la historia. Pero si quieren un consejo para hacerse cargo r¨¢pidamente de la grandeza del personaje, visionen su asombrosa interpretaci¨®n de ¡°Norma¡± en el Festival de Orange en 1974, retransmitida por la televisi¨®n francesa y disponible comercialmente en DVD. Es la Caball¨¦ en estado de gracia, determinada a luchar contra el terrible viento de mistral que casi hizo que se cancelara la funci¨®n, imponi¨¦ndose a la fuerza de la naturaleza con una intensidad y una arrogancia asombrosas. Una de las interpretaciones m¨¢s extraordinarias de toda la historia del teatro, la ¨®pera, la m¨²sica y el arte.
Joan Matabosch es el director art¨ªstico del Teatro Real de Madrid.?
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