El rock australiano est¨¢ de luto
Dos de sus figuras m¨¢s esenciales mueren en breve per¨ªodo de tiempo, Brian Hooper y Spencer P. Jones, miembros de The Beasts of Bourbon
D¨¦cada de los 80 del pasado siglo: mientras electr¨®nica y dance sacuden el mercado musical con una de las m¨¢s transversales mudas de paradigma registradas en la cultura popular, amenaza con extinguirse el ¨²ltimo dinosaurio, el rock de guitarras crujientes y amplificadores recalentados. Ha devenido obsoleto, sentencian desde?osos los ¨¢rbitros de tendencias. Pero no es suya la ¨²ltima palabra. Si la modernidad recomienda administrar la extremauci¨®n al moribundo, varios frentes de resistencia se alzan en la dimensi¨®n posmoderna con objeto de reanimarlo. A remolque del revisionismo estadounidense de garaje y psicodelia, territorios hasta entonces hegem¨®nicamente v¨ªrgenes ¨CEscandinavia, Jap¨®n- acceden a un escalaf¨®n prominente en la escena del rock underground.
De esos nuevos puntos cardinales de resistencia ideol¨®gico-mercantil del rock llamado independiente, Australia ser¨¢ el mas exuberante. F¨¦rtil vergel que sigue cosechando frutos a fecha de hoy, sin embargo su abasto se demostraba reducido. Desconocido para una mayor¨ªa convencida de que el rock ant¨ªpoda empieza en AC/DC y termina con Nick Cave, consumados ya su ciclo vital y una age d?or fechada en los 90, permanece el aussie rock restringido a cultos especializados dispersados por distintos rincones del globo, incluida Espa?a, donde se le dedic¨® un libro a la materia. Rarefacci¨®n proporcionalmente inversa a la prolija biodiversidad de sus sonidos, a la talla de sus cuantiosos exponentes.
Fue la epifan¨ªa australiana ¨Cy bandas del calibre de Radio Birdman, The Saints, Scientists, Hoodoo Gurus o New Christs- un hinchado bal¨®n de ox¨ªgeno para quienes permanecieron fieles a su educaci¨®n sentimental cuando el reformismo electr¨®nico arreciaba; tambi¨¦n entre biso?os amantes de lo retro, matriculados a pesar de la preminencia tecnol¨®gica en una lengua difunta, la del rock; posiblemente la ¨²ltima generaci¨®n de militantes del g¨¦nero. Extensible a los m¨²sicos, la carest¨ªa de reemplazo generacional, y lo manido del actual panorama austral, parece asimismo estar poniendo colof¨®n a un episodio previamente diezmado por la hero¨ªna, debido a la proximidad de Australia con el Tri¨¢ngulo de Oro asi¨¢tico. Ejemplo ilustrativo de esas circunstancias es el caso de The Beasts of Bourbon, uno de los pesos pesados del rock australiano contempor¨¢neo.
Con una diferencia de cuatro meses, han fallecido entre abril y agosto de 2018 dos de sus miembros m¨¢s esenciales, el bajista Brian Hooper y el guitarrista Spencer P. Jones, ambos de The Beasts of Bourbon y v¨ªctimas del c¨¢ncer y de un rock and roll lifestyle llevado a sus m¨¢ximas consecuencias, singularmente en el caso del segundo. M¨²sico de reconocida trayectoria, Jones era uno de los iconos recurrentes del rock australiano, eterno superviviente de una leva especialmente afectada por la hipod¨¦rmica, cuya prometedora carrera sabotearon incesantes recaidas. Autor de diez ¨¢lbumes en solitario, ver¨ªa editado en Espa?a el quinto de esos trabajos, Immolation and Amelloration (2006), por intercesi¨®n del sello vasco Bang!, mediador tambi¨¦n en las diferentes visitas que los Beasts realizar¨ªan a nuestro pa¨ªs, la m¨¢s fresca con ocasi¨®n de la ¨²ltima edici¨®n del festival Azkena, en teor¨ªa su despedida de los escenarios peninsulares.
Apadrinado por la misma discogr¨¢fica, Hooper tiene publicada en Espa?a su obra solista al completo, cinco ¨¢lbumes de los que el ¨²ltimo acaba de aparecer a t¨ªtulo p¨®stumo. Grabado cuando ya era consciente de su irreversible suerte, What Would I Know ¨Cque ha contado con un paneg¨ªrico escrito por Kim Salmon, otra vaca sagrada del imaginario del rock australiano, y la guitarra de Gareth Liddiard, cabecilla de The Drones, banda insignia de la promoci¨®n aussie del presente siglo-, entra?a una estremecedora confesi¨®n, la de un hombre que, desnudo, hace balance ante la muerte inminente.
Miembro en un momento u otro de Kim Salmon and The Surrealists, los Bad Seeds de Cave ¨Ccon quienes participaba en Muder Ballads- y colaborador de Rowland S. Howard, entre otros, Hooper ha dejado una nota de despedida cuya espeluznante y minimalista belleza no hace sino, recordarnos nuestra insignificancia aparte, incrementar la magnitud art¨ªstica del erario acumulado por el rock oce¨¢nico.
?Qu¨¦ sabr¨¢ nadie?
Insistamos en los valores de What Would I Know, como tantas otras obras mayores de procedencia australiana, un cl¨¢sico que pasar¨¢ desapercibido fuera de los c¨ªrculos ¨ªntimos del autor. Rec¨®ndito y est¨®ico, tambi¨¦n ¨¢spero y visceral, es una valiente confesi¨®n que no duda en exponer las aristas menos amables de ese bala perdida que fue Brian Henry Hooper. "He visto cosas que te erizar¨ªan el vello/pero, ?qu¨¦ sabr¨¦ yo?/pase¨¦ por las galer¨ªas comerciales/y no compr¨¦ nada/cont¨¦ un mont¨®n de mentiras/viv¨ª un poco la vida/?qu¨¦ sabr¨¦ yo?/fui a ver a mi padre para despedirme/las palabras no me surgieron/he sido bueno para ti, pero solo por razones ego¨ªstas/compr¨¦ el peri¨®dico de la ma?ana/y no lo le¨ª/compr¨¦ un disco en mi tienda favorita/y nunca lo escuch¨¦/de modo que, ?qu¨¦ sabr¨¦ yo?"
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