Un invisible influyente
La propuesta te¨®rica de Louis Althusser, uno de los fil¨®sofos marxistas m¨¢s influyentes del siglo XX, ha llegado hasta nuestros d¨ªas a pesar de que sea raro encontr¨¢rselo en la actualidad expl¨ªcitamente citado
Ha pasado pr¨¢cticamente inadvertido, para qu¨¦ enga?arnos, el centenario del nacimiento de Louis Althusser (el 18 de octubre), uno de los fil¨®sofos marxistas m¨¢s influyentes del siglo XX. Autor de dos obras de referencia para entender la deriva del pensamiento de izquierdas en la segunda mitad del siglo XX (Para leer El capital y La revoluci¨®n te¨®rica de Marx), la onda expansiva de su propuesta te¨®rica ha llegado hasta nuestros d¨ªas a pesar de que sea raro encontr¨¢rselo en la actualidad expl¨ªcitamente citado. Aclaremos el misterio de inmediato: ha llegado, por as¨ª decirlo, por persona(s) interpuesta(s), esto es, a trav¨¦s de fil¨®sofos inequ¨ªvocamente marcados por su pensamiento, como son Jacques Ranci¨¨re, ?tienne Balibar o Alain Badiou, de gran notoriedad y predicamento entre nosotros de un tiempo a esta parte. Dicha peculiar presencia/ausencia de Althusser tiene que ver sin ninguna duda con los propios avatares de la tradici¨®n filos¨®fica en la que su pensamiento se inscrib¨ªa. En un primer momento, el fracaso del socialismo real (m¨¢s conocido como ¡°ca¨ªda del muro¡±) pareci¨® arrastrar consigo la doctrina de la que aquel se reclamaba y en la que declaraba inspirarse. Algunos recordar¨¢n c¨®mo en los noventa eran casi en solitario Jacques Derrida, con sus Espectros de Marx, y el mism¨ªsimo papa Wojtyla ¡ªel cual, paradojas de la historia, tan eficazmente hab¨ªa contribuido al hundimiento de la URSS¡ª quienes defend¨ªan la necesidad de salvaguardar lo mejor del legado marxista.
Pero no es este factor socio-hist¨®rico el ¨²nico que ha influido en el relativo desinter¨¦s hacia Althusser. Dejando al margen los dram¨¢ticos episodios personales que protagoniz¨® en los ¨²ltimos a?os de su vida, lo cierto es que tambi¨¦n el contexto te¨®rico en el que se inscrib¨ªan sus obras empez¨® a cambiar a gran velocidad ya a finales de los setenta (con la irrupci¨®n de los entonces denominados ¡°nuevos fil¨®sofos¡±, con Bernard-Henri L¨¦vy a la cabeza, cuyo rasgo fundamental era su anticomunismo) y ya no digamos en los ochenta (hegemonizada filos¨®ficamente por la posmodernidad). Frente a estas propuestas emergentes, la de Louis Althusser ten¨ªa el inconfundible aroma de los tiempos pasados, formaba parte de lo que Manuel Sacrist¨¢n hab¨ªa denominado el ¡°marxismo del teorema y de la objetividad¡±.
Hay que reconocer que esa dimensi¨®n m¨¢s cientificista del pensamiento althusseriano no era algo secundario. Al contrario, fue la que destac¨® ¨¦l mismo a mediados de los ?sesenta cuando se sinti¨® obligado a definir la aportaci¨®n te¨®rica de Marx, consistente, seg¨²n la terminolog¨ªa del ?autor de Para leer El capital, en el descubrimiento de un nuevo continente te¨®rico, el materialismo hist¨®rico o ciencia de la historia. Pero no es menos cierto que no se agotaba ah¨ª la aportaci¨®n althusseriana. Al lado de este ?tipo de consideraciones, hubo otras, influidas por diferentes ?autores (como Jacques Lacan, sin ir m¨¢s lejos), que explican la persistencia de sus planteamientos. Pienso, por ejemplo, en su particular manera de interpretar los textos de Marx, echando mano de la categor¨ªa de problem¨¢tica (categor¨ªa allegable a la de episteme o a la de paradigma, que por aquellos mismos a?os andaban proponiendo Foucault o Kuhn), para dibujar a partir de ah¨ª una metodolog¨ªa hermen¨¦utica propia, la que denominaba lectura sintomal. Sirvi¨¦ndose de ella, reinterpretaba el conjunto de la obra de Marx en una forma ciertamente sugestiva, distinguiendo entre los textos espec¨ªficamente marxianos y los que no (aunque hubieran sido escritos tambi¨¦n por ¨¦l).
Con todo, probablemente sea su revisi¨®n cr¨ªtica del humanismo (especialmente del que gustaba de etiquetarse como marxista, al estilo del de Roger Garaudy) y, m¨¢s en concreto, de la noci¨®n de sujeto que lo sustenta indefectiblemente la que resuene con mayor intensidad en aquellos disc¨ªpulos de Althusser que se mencionaban al principio. As¨ª, recogiendo la conocida afirmaci¨®n de su maestro seg¨²n la cual los hombres no son sujetos de la historia sino sujetos en la historia, han defendido, cada uno con sus particulares matices, la necesidad de la recuperaci¨®n de un sujeto pol¨ªtico emancipatorio. Importa subrayar que la propuesta no supone un retorno incondicionado a una concepci¨®n esencialista del sujeto moderno. El sujeto pol¨ªtico emancipatorio que todos estos althusserianos proponen recuperar no ser¨ªa un agente que preceder¨ªa a la acci¨®n pol¨ªtica, sino el resultado de esta misma acci¨®n.
No resulta dif¨ªcil comprender la raz¨®n por la que tales planteamientos han sido tan bien recibidos en nuestros d¨ªas por ciertos sectores de la izquierda. Esta forma de concebir la subjetividad pol¨ªtica permite alimentar la esperanza de que la izquierda, liberada de enga?osos espejismos, pueda recuperar de nuevo la lucidez respecto al lugar y al papel que le corresponden en la historia. Porque, como tambi¨¦n nos advirti¨® Althusser, si a algo se parece la historia es a una obra teatral en la que los hombres son, efectivamente, los actores pero en ning¨²n caso los autores. Y, seg¨²n y c¨®mo, ni siquiera los directores de la representaci¨®n.
Manuel Cruz es autor de La crisis del stalinismo: el caso Althusser?(Pen¨ªnsula).
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