Johnny Marr sin The Smiths: alma de jovenzuelo, caparaz¨®n de nostalgia
El antiguo guitarrista del grupo, correcto solo como cantante, se muestra euf¨®rico en su debut espa?ol como l¨ªder en solitario
Los divorcios, civilizados o traum¨¢ticos, nunca fueron buen negocio en la historia del rock. Comparemos a Oasis con los Gallagher en solitario, a Pink Floyd despu¨¦s de Roger Waters, a The Police frente a Sting en su mansi¨®n de la Toscana, a los gloriosos Kinks y el desdibujado Ray Davies y, glubs, a cualquier disco de los Beatles con el Wild Life de los Wings o el naufragio del querido Lennon tras agotar el tarro de la genialidad con Imagine. Como quiera que los Smiths fueron una de las cosas m¨¢s grandes que le pudieron suceder a la m¨²sica brit¨¢nica (y hasta a la cultura popular) del siglo XX, estamos condenados a a?orarlos cada vez que nos crucemos con sus irreconciliables art¨ªfices. Y a apurar todo atisbo de aquellas esencias, cual chiquillo que reba?a hasta la ¨²ltima migaja de su tarta de chocolate.
La nostalgia es un ejercicio est¨¦ril, pero inevitable. Sonaron dos decenas largas de canciones anoche en una Sala But abarrotad¨ªsima, como corresponde a las visitas ilustres y largamente aguardadas: era el debut espa?ol en solitario de Johnny Marr. Pero ninguna ensombreci¨® la fascinaci¨®n que generaron las seis escuetas visitas a aquel cancionero que le granje¨® a nuestro amigo John Maher su pedacito de inmortalidad. Con la salvedad evidente pero decisiva de que Johnny no canta, ni remotamente, como el viejo Morrissey. Es correcto, incluso interesante, pero poco definido. Romo, sin perfil, indistinguible. Y sin asomo, por supuesto, del manierismo, la afectaci¨®n, el requiebro con el que aquel veintea?ero insolente que se contoneaba micr¨®fono en mano le puso banda sonora a un pasaje relevante de nuestras vidas.
Marr siempre ha comprendido que aquel legado le sobrepasar¨¢ hasta los restos, y quiz¨¢ por ello haya invertido largos a?os en proyectos colaborativos o puliendo su faceta de gregario. En puridad, est¨¢bamos ayer ante un hombre de 55 a?os que solo lleva cinco ejerciendo como l¨ªder y solista. Y que se nos plantificaba con un muy reciente ¨¢lbum bajo el brazo (Call the Comet), el tercero de la colecci¨®n, como un jovenzuelo ¨¢vido de ense?ar su trabajo reciente y hacerse un hueco en el inmenso laberinto de las novedades discogr¨¢ficas. La propuesta es h¨¢bil y meritoria, se ve enriquecida por el regusto elegante de la vieja escuela, exuda oficio y sus buenas gotas de pasi¨®n. Pero sospechamos que nadie desempolvar¨¢ esta colecci¨®n no ya dentro de una d¨¦cada, sino en 2019. Si acaso, para reencontrarse con Walk Into the Sea, que anoche brill¨® como la mejor intersecci¨®n entre el rock mancuniano de escuela, el arpegio obsesivo y el l¨¢tigo sintetizado.
A Marr siempre le gustaron las travesuras tecno, ya desde los tiempos de Electronic en los primeros a?os noventa, y algo de aquel pulso a¨²n pervive en New Dominions, mientras que ser¨ªa f¨¢cil imaginar la excelente Hi Hello con los gorgoritos de Moz. Ay, el baile. Marr present¨® como ¡°una canci¨®n disco de Manchester, Inglaterra¡± Getting Away With It, un medio ¨¦xito de Electronic que, por aquello de reivindicarlo, nos habr¨ªa encantado revivir con una afinaci¨®n un poquito m¨¢s esmerada.
Incluso hubo hueco para los dardos envenenados, como dedicarle la pegadiza Bug (¡°Insecto¡±) a ¡°nuestro amigo de la Casa Blanca¡±. Y para la camarader¨ªa: Johnny suele repetir repertorio, pero ayer canturre¨® algunas frases de Fly Like an Eagle (Steve Miller Band), casi a modo de travesura, despu¨¦s de preguntar a la pista si hab¨ªa alguna petici¨®n del oyente. Pero todo eso es sal y pimienta. La aut¨¦ntica prote¨ªna se encontraba en los dos bises finales, There Is a Light That Never Goes Out y You Just Haven¡¯t Earned It Yet, Baby. M¨¢s grandes, sobre todo el primero, que cualquiera de nosotros. Incluso que el propio Johnny, un joven de esp¨ªritu tras el caparaz¨®n de la nostalgia.
Babelia
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