Turbulenta navidad

Un centro comercial es uno de esos no-lugares que no engendran memoria, ni culpa¡­ a no ser que uno entre en su interior con un particular cargamento de dolor tra¨ªdo de casa. Un cargamento que, en suma, condicione su mirada. Es lo que les ocurre, por diversos motivos, a Ben Burns y a su madre Holly, encarnados respectivamente por Lucas Hedges y Julia Roberts en este trabajo que sortea todos los riesgos de caer en el manique¨ªsmo y en el sensacionalismo emocional potencialmente contenidos en su sencilla premisa: ¨¦l es un joven que acaba de simular un permiso en su cura de rehabilitaci¨®n para volver al hogar familiar durante las fechas navide?as; ella es la afectuosa, pero impenitente guardiana de ese hijo a la deriva que avanza por la cuerda floja de una reca¨ªda siempre latente. Para Ben, el centro comercial es una jungla de tentaciones atisbadas por el rabillo del ojo. Para Holly ser¨¢ el territorio en el que cumplir una ceremonia de justicia po¨¦tica, aunque el enemigo ya no sea capaz de descifrar tanto rencor. En una de las secuencias que da la medida del arriesgado tono de la pel¨ªcula, esa madre protectora se enfrenta al m¨¦dico, enfermo de Alzheimer, que abri¨® la puerta a las adicciones de su hijo.

El regreso de Ben extrae su fuerza del poderoso duelo interpretativo entre Lucas Hedges, hijo del director, y Julia Roberts, en la piel de dos personajes que no avanzan al servicio de una idea, ni est¨¢n definidos por un trazo esquem¨¢tico, sino que se definen en sus propias contradicciones y supuran su verdad en gestos sutiles y reveladores. Los tonos de thriller progresivamente pesadillesco que dominan el ¨²ltimo tramo de la historia no apartan la atenci¨®n de lo esencial: explorar el poder del afecto cuando todo parece perdido.