Emocionado homenaje al ¡®amortal¡¯ Luis Eduardo Aute
Una veintena de ilustres admiradores interpreta las grandes p¨¢ginas del cantautor, convaleciente desde hace m¨¢s de dos a?os
No hay muchas cosas mejores que las grandes canciones de Aute, pero entre las excepciones habremos de consignar el amor que esas mismas p¨¢ginas alientan. Lo comprobamos anoche en el WiZink Center madrile?o, donde no se dirimi¨® tanto un concierto de homenaje como un acto colectivo de devoci¨®n. No es hip¨¦rbole: contamos con el aval de casi 12.000 testigos. Y se ir¨¢n sumando muchos miles m¨¢s, puesto que este tributo colectivo que anoche vivi¨® su estreno, ¡®??nimo, animal!¡¯, visitar¨¢ a principios del pr¨®ximo a?o Barcelona y Valencia antes de hacer las Am¨¦ricas.
A estas alturas, la obra de Luis Eduardo Aute hermana como no hay manera de que nos hermane casi nada en este pa¨ªs. Y es que apenas hay ejemplos de sensualidad, hondura e integridad po¨¦tica como los que nos ha venido brindando durante cinco d¨¦cadas este animal de la canci¨®n y sus derivados, desde la pintura a la escultura o la cinematograf¨ªa. ¡°Cu¨¢nta gente, ?ser¨¢ que le queremos!¡±, resumi¨® con elocuencia Ana Bel¨¦n, una m¨¢s en la cualificad¨ªsima n¨®mina de admiradores que repasaron ayer algunas de sus partituras m¨¢s frecuentadas. Ella afront¨® De paso con convicci¨®n y rotundidad tales como para que los ecos llegaran a o¨ªdos, ?ojal¨¢!, del propio firmante, que reside a pocas manzanas del pabell¨®n.
A Luis Eduardo le paraliz¨® un infarto severo el 8 de agosto de 2016, al regreso de un concierto en Huelva. Permaneci¨® en coma durante un mes y medio y desde entonces se ha embarcado en la lucha diaria de la lenta mejor¨ªa. Seguro que el aliento colectivo contribuir¨¢ en esa direcci¨®n, porque las energ¨ªas desparramadas anoche no pueden desvanecerse sin m¨¢s, sino transformarse (?no dicen eso las leyes de la f¨ªsica?) en un gigantesco abrazo sanador. ¡°Si me dedico a esto es por culpa de Luis Eduardo. ?Yo deber¨ªa estar en primera fila!¡±, se sincer¨®, por ejemplo, el cantautor ferrolano Andr¨¦s Su¨¢rez antes de dar cuenta de Volver a verte.
Hubo muchos momentos impactantes en una noche no solo sentida, sino muy bien planificada, sin apenas pausas entre artistas y con sorpresas como la estruendosa irrupci¨®n de los tambores de Calanda por los pasillos centrales de la pista. Pero lo mejor fue constatar el mimo con que los amigos redimensionaban algunas de esas m¨¢s de 500 canciones que llevan la firma de Eduardo. Dani Mart¨ªn se gan¨® para siempre la credibilidad adulta con una versi¨®n muy desnuda y emotiva de Las cuatro y diez, un Ismael Serrano con chupa de cuero negro ¡®brasile?iz¨®¡¯ con gracia?Mira que eres canalla, Miguel Poveda desentra?¨® el car¨¢cter flamenco de Prefiero amar y Drexler supo sacar punta al trasfondo p¨ªcaro y juguet¨®n de Slowly. A Rozal¨¦n se le saltaban las l¨¢grimas antes incluso de abordar La belleza. Pero pocos como V¨ªctor Manuel (Sin tu latido) para sonar a s¨ª mismo sin que el tributo perdiera significado.
Y entremedias, claro, los emblemas. Rosa Le¨®n recuper¨® su mirada de Al alba (tambi¨¦n la cantar¨ªa Jos¨¦ Merc¨¦) dejando que las gradas se desga?itaran con un estribillo que no es solo construcci¨®n mel¨®dica, sino significante de una ¨¦poca y un compromiso. Massiel se reencontr¨® con Rosas en el mar, que ella hizo popular hace la friolera de 52 oto?os. Y a¨²n faltaba la avalancha definitiva, esa triple S sustancial (Sabina, Serrat, Silvio) ante la que solo cabr¨ªa un silencio en forma de reverencia.
Rodr¨ªguez rescat¨® la oda m¨¢s pasmosa al onanismo, ¡®Dentro¡¯, igual que Joan Manuel brindaba su tr¨¦molo a ¡®De alguna manera¡¯. Y Joaqu¨ªn, que regresaba al lugar de los hechos (esa inoportuna afon¨ªa de junio), refrend¨® su arte endecas¨ªlabo (¡°Decir Aute es decir pasi¨®n en vena¡±) antes de avalar con ¡®Qui¨¦n es Ca¨ªn, qui¨¦n es Abel¡¯ su retorno a la ¨®ptima voz de lija. Pero para refrendo, el de la atemporalidad de un repertorio de grandeza cicl¨®pea. ¡°El alma que te anima, animal del alma, es amortal¡±, escribi¨® Aute, y nada tan ¡®amortal¡¯ como su escritura.
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