Ese esp¨ªritu cham¨¢nico y tribal de los v¨ªdeos de YouTube
Si mi ni?era fue la tele, la de mi hijo es la 'tablet'
Si mi ni?era fue la tele, que permit¨ªa a mi madre sacar la compra y hacer la cena sin preocuparse por que mi hermano y yo le di¨¦ramos la tabarra con lo mucho que nos aburr¨ªamos, la de mi hijo es la tablet. Me gustar¨ªa presumir de ejemplaridad y contar que, mientras escribo esta columna, ¨¦l, a sus seis responsables y talentosos a?os, se forma y disfruta leyendo una edici¨®n en ingl¨¦s de La isla del tesoro o escuchando La flauta m¨¢gica, pero no: se est¨¢ empapuzando de v¨ªdeos de YouTube en un dispositivo que cada vez me cuesta m¨¢s mantener bajo control moral (el otro d¨ªa tuve que saltar en plancha y arrebat¨¢rselo cuando le o¨ª decir: "Siri, ponme v¨ªdeos cochinos de cacas").
Como muchos otros ni?os, el m¨ªo est¨¢ enganchado a un g¨¦nero yout¨²bico protagonizado por videojugadores que graban sus partidas y las narran mientras juegan, para ense?ar trucos y pistas a otros jugadores. Lo alucinante es que muchos espectadores los ven por el mero placer de verlos. Mi hijo es fan de una de las estrellas del g¨¦nero, Ablistering. Como es un joven vasco, yo finjo que no entiendo su apodo y le llamo Ar¨ªstegui. ?Qu¨¦ cuenta hoy Ar¨ªstegui?, pregunto, para que mi criatura me corrija (?es A-blis-te-ring!) y me trate de ignorante, que es la forma m¨¢s sana que tiene un hijo de tratar a un padre.
Y aqu¨ª viene la sorpresa: los v¨ªdeos de Ar¨ªstegui-Ablistering est¨¢n sorprendentemente bien. Es un narrador oral fabuloso, retransmite las partidas mejor que muchos locutores deportivos, es c¨¢lido sin ser ?o?o y domina el arte del entretenimiento.
Gracias a estos formatos espont¨¢neos y sencillos, los ni?os de hoy se est¨¢n reencontrando con algo que no tuvimos los ni?os de ayer: el embrujo cham¨¢nico y tribal del contador de historias. En una ¨¦poca tan apabullante y sofisticada, que Ar¨ªstegui-Ablistering triunfe con los ¨²nicos recursos de su voz y su gracia narrativa, quiere decir que mi hijo, con su tablet, no est¨¢ tan lejos de los ni?os de Altamira.
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