El perseguidor de la luz
En esta novela original y valiente, el checo Jan Nemec explora en el extremismo de un esp¨ªritu creativo a partir de la biograf¨ªa del fot¨®grafo Frantisek Drtikol
Esta poderosa novela presenta dos caracter¨ªsticas singulares. La primera afecta a la figura del narrador, que utiliza la segunda y la tercera personas entremezcladas, un efecto expresivo muy infrecuente, sobre todo teniendo en cuenta que la segunda persona es la m¨¢s dif¨ªcil de trabajar. La segunda caracter¨ªstica es que estamos ante una novela partida en dos (juventud y madurez), separada por un intermezzo (la guerra de 1914-1918). La intenci¨®n de la novela es clara: contar la vida de un hombre entregado a una vocaci¨®n que determina su dedicaci¨®n en esta vida y contar la vida de un hombre que, en su deseo de ser, busca el absoluto.
Frantisek Drtikol, el h¨¦roe de esta narraci¨®n, existi¨® en la realidad; fue un fot¨®grafo de fama mundial en su ¨¦poca, la primera mitad del siglo XX. Jan Nemec no lo ha elegido por narrar su biograf¨ªa, sino porque su personalidad encajaba perfectamente en la intenci¨®n del autor, que no ha pretendido contar la vida de Drtikol, sino que la ha utilizado a su favor sin complejos ni cortapisas. No se trata, pues, de una biograf¨ªa novelada, sino de la novela de un personaje que existi¨®, sometido aqu¨ª al dictado creativo de la imaginaci¨®n novelesca del autor, porque no es la realidad o verdad de Drtikol lo que interesa a Nemec, sino lo que podemos llamar el esp¨ªritu creador del artista, una representaci¨®n de la vocaci¨®n de un esp¨ªritu libre y extremo.
La primera parte de la novela abarca la infancia y juventud del joven Drtikol, un muchacho nacido en el seno de una modesta familia en un pueblo minero; dotado de una sensibilidad muy particular, le encanta dibujar. Al chico lo suele enviar su abuela a un s¨®tano a por patatas y en el s¨®tano hay un respiradero por el que entra la claridad; al incidir sobre las patatas, los brotes de ¨¦stas se alzan hacia la luz, hasta alcanzar el interior del respiradero; ninguno termina su viaje hacia la claridad, pero ¡°hab¨ªa algo aterrador en ello, en ese esfuerzo ciego por alcanzar la luz, que le hac¨ªa incapaz de apartarse de ¨¦l¡±.
La fascinaci¨®n por la luz llevar¨¢ a este chico a estudiar fotograf¨ªa, primero con un fot¨®grafo local, despu¨¦s en una academia en M¨²nich, donde hace vida de estudiante de escasos recursos con sus compa?eros. La novela, a su vez, va adquiriendo un aire decididamente visual, y el despliegue de conocimientos fotogr¨¢ficos, que se carga de un vocabulario espec¨ªfico de dif¨ªcil acceso para un profano, adquiere esa misteriosa fascinaci¨®n que logran, por ejemplo, los buenos relatos del mar en las secciones en las que el autor describe morosa e implacablemente aparejos y elementos cuyos nombres propios son ajenos a los conocimientos del lector, pero lo seducen sin una queja.
Finalmente, Drtikol inaugura su propio estudio en Praga con un socio. Su primer ¨¦xito es un ¨¢lbum de fotograf¨ªas de la ciudad. Por entonces aparece en su vida Eliska, de la que se enamora; pero se enamora como lo hace un so?ador que aspira a alcanzar la luz, esa luz que trata de dominar y dirigir con sus aparatos fotogr¨¢ficos, y eso provoca una confusi¨®n de pasiones: poseer el secreto de la luz y poseer el amor. Aqu¨ª es donde se parte la novela en dos por medio de un intermezzo en el que se cuenta el transcurso de la guerra por medio de una serie de cartas de exigencia de amor no correspondido. Un acierto muy sugerente.
En la segunda parte, nuestro h¨¦roe es ya un fot¨®grafo consagrado. La fotograf¨ªa pasa a segundo plano, no porque la abandone, sino porque en ese camino al absoluto que toda ambici¨®n suprema conlleva debe dejar paso al hombre que busca la luz. Ahora la luz no es un s¨ªmbolo, sino su realidad: el hombre que se busca a s¨ª mismo. La ambici¨®n ahora la dirige hacia la luz interior, la b¨²squeda de su sentido en la vida, y, como es natural, entra en una fase de espiritualidad. Pero es un hijo del siglo, y as¨ª como su trabajo art¨ªstico entronca con las vanguardias, su alma conecta con los movimientos de la ¨¦poca: las religiones, el espiritismo, el ocultismo, la teosof¨ªa y, finalmente, el misticismo; todo lo cual son pasos sucesivos de la b¨²squeda, pero resultan insuficientes; ser¨¢ s¨®lo en el budismo donde empiece a encontrar un espacio adecuado a sus necesidades espirituales y de realizaci¨®n personal. En la vida real, Drtikol fue un introductor del budismo en Occidente.
Antes de este final habremos conocido el matrimonio del personaje con una primera bailarina checa. Ocupa una parte importante de la segunda mitad de la novela y conviene notar que se encuentra en este lugar porque, aparte de la adecuada temporalidad, lo que plantea muy bien es un cl¨¢sico: el amor entre dos seres entregados a dos vocaciones art¨ªsticas distintas y la imposibilidad de conjugarlas, e incide en la soledad esencial del artista. Esta segunda parte, al tratar ideas, adquiere a veces un tinte ensay¨ªstico que quiz¨¢ sea lo ¨²nico reprochable.
Jan Nemec es un escritor checo de 38 a?os. Pertenece a ese conjunto de novelistas que proceden del este de Europa, que plantean conflictos de gran calado y siguen dictando lecciones de valent¨ªa y originalidad en esta ¨¦poca de realismo repetitivo, narcisismo y muy escaso riesgo narrativo.
Una historia de la luz. Jan Nemec. Traducci¨®n de Elena Buixaderas. Errata Naturae, 2019. 496 p¨¢ginas. 24,50 euros
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