Hasta que el maltrato nos separe
Edurne Portela ahonda en la violencia de g¨¦nero en la novela ¡®Formas de estar lejos¡¯
Se podr¨ªa decir que Edurne Portela (Santurce, 1974) se ha propuesto ahondar en todos los inframundos cotidianos de la violencia. En 2016 sali¨® en Espa?a del anonimato de la vida acad¨¦mica estadounidense que hab¨ªa edificado durante cerca de dos d¨¦cadas con un ensayo, El eco de los disparos, que met¨ªa el bistur¨ª en su memoria de joven vasca que ha normalizado la violencia generada por ETA. Parte de aquellos mimbres le ayudaron a urdir su primera novela, Mejor la ausencia, donde ya emerg¨ªan otras intimidaciones adem¨¢s de las pol¨ªticas.
Ahora vuelve a la ficci¨®n con Formas de estar lejos (Galaxia Gutenberg), un libro que indaga en la violencia de g¨¦nero, un asunto que el feminismo arranc¨® de las alcobas hace a?os y ahora se consolida en la literatura. Pero un asunto, a¨²n, integrado en muchos hogares como parte de las rutinas. ¡°No es simplemente el arrebato de un hombre contra una mujer, forma parte de un sistema de pensamiento pol¨ªtico, estructural. No s¨¦ si tiene que ver con la sociedad en la que crec¨ª, donde era una presencia tremenda, pero la violencia es una preocupaci¨®n constante para m¨ª¡±, reflexionaba la escritora y columnista de EL PAIS en Madrid la semana pasada, d¨ªas antes de la publicaci¨®n del libro, prevista para el mi¨¦rcoles 6.
Alicia, su protagonista, una mujer vasca con or¨ªgenes compartidos con su creadora, comienza en paralelo una relaci¨®n amorosa y una carrera profesional en EE UU. La primera se va hundiendo en una ci¨¦naga de desprecios, mientras la segunda marcha decidida hacia el ¨¦xito. Es una mujer culta, intelectual y con cierto bagaje sentimental. No tiene mucho que ver con Prudencia, la protagonista que Dulce Chac¨®n construy¨® en 1996 en Alg¨²n amor que no mate, una avanzadilla de la literatura a la marea social que habr¨ªa de venir alrededor del maltrato y que se destap¨® como una riada tras el asesinato de la granadina Ana Orantes, en 1997.
A diferencia de ellas, las heridas de Alicia son interiores, solo visibilizadas en el hundimiento personal. Y ninguna de las armas que posee la previene para evitar una historia peligrosa ni la protege ante la p¨¦rdida de la propia identidad. Una protagonista que se puede encontrar en decenas de historias reales, que confirman que la violencia de g¨¦nero no est¨¢ relacionada con el dinero ni con la inteligencia. ?C¨®mo es posible que la Alicia de ficci¨®n ¡ªy las reales¡ª caigan en esa trampa? ¡°Es un proceso complejo. Por una parte tiene que ver con la personalidad de ella, que s¨ª es muy fuerte, con una capacidad intelectual s¨®lida, pero al mismo tiempo tiende a la introspecci¨®n. Ha llegado a vivir a un sitio en el que esa propensi¨®n a la soledad se acent¨²a por el contexto social, que no conoce y que le resulta tremendamente hostil. Ah¨ª muchas mujeres inteligentes buscan cierto amparo de la pareja y crean una idea de lo que debe ser el amor que a veces surge de un deseo y una necesidad que no se corresponden con qui¨¦n es realmente esa otra persona. Ah¨ª es cuando se entra en las din¨¢micas de decir que me controla o tiene celos porque me quiere demasiado¡±, se?ala Portela.
¡°Muchas veces estamos en relaciones en las que no podemos apuntar d¨®nde est¨¢ la violencia, pero la sentimos. Y no podemos porque esos comportamientos est¨¢n normalizados
Parte del problema reside en el mito del amor rom¨¢ntico, esa construcci¨®n sostenida y afianzada, con o sin consciencia, con la complicidad de numerosas mujeres. ¡°Es un ideal perverso en el que mirarse, que forma parte de la estructura de pensamiento patriarcal donde la mujer tiene que cumplir ciertos roles para llegar a ese tipo de amor; si no, fracasa¡±.
Al no propinar pu?etazos, Matty, el marido de Alicia, puede tranquilizar su conciencia. Es un maltratador que no cree serlo. ¡°Tiene una expectativa de lo que debe ser una mujer cuando se compromete y se casa que Alicia no cumple. Empieza a perder el control de sus emociones y trata de controlarla con formas que no son admisibles¡±, explica Portela.
Todos los controles
En esa atm¨®sfera aislada en que viven se despliegan todos los controles posibles: econ¨®mico, social, sexual. De nuevo la violencia normalizada, la intimidaci¨®n soterrada. ¡°Muchas veces estamos en relaciones en las que no podemos apuntar d¨®nde est¨¢ la violencia, pero la sentimos. Y no podemos porque esos comportamientos est¨¢n normalizados. Me interesaba explorar c¨®mo eso va mellando y descomponiendo a Alicia¡±.
Algunos pol¨ªticos dir¨ªan que se trata de una novela asentada sobre la ideolog¨ªa de g¨¦nero. Portela se r¨ªe con el comentario, aunque no ve gracioso el riesgo de que una reacci¨®n pol¨ªtica pueda desmontar la lucha contra los malos tratos. ¡°Lo que ha pasado en Andaluc¨ªa de pedir esas listas [de empleados p¨²blicos del ¨¢rea de violencia de g¨¦nero de la Junta, solicitadas por Vox] es ya una actuaci¨®n contra la ley. Hay un peligro real y tenemos que ser conscientes de que la batalla empieza ya. No se puede esperar a que siga avanzando ese intento de entrar en las instituciones para dinamitar lo conseguido hasta ahora¡±.
No hay historia lineal ni avances irreversibles. De ello hay indicios en la novela de Portela, que aprovecha su experiencia en los campus estadounidenses ¡ªpas¨® all¨ª 18 a?os¡ª para retratar atm¨®sferas cargadas de sexismo y racismo. Las violaciones de estudiantes en las fiestas de las fraternidades reciben atenci¨®n p¨²blica hace no mucho. Pero estaban ah¨ª antes del Me Too y en los campus se sab¨ªa. ¡°En las universidades en que estuve el profesorado intent¨® acabar con las fraternidades, pero ¨¦ramos impotentes frente a los tecn¨®cratas que las protegen. Son unos espacios de poder tremendos, solo hace falta ver las genealog¨ªas de los presidentes, todos han pertenecido a este tipo de fraternidades¡±.
Cuatro pistas literarias sobre la vejaci¨®n
Bajo el nombre de Rosalind B. Penfold se esconde una empresaria canadiense que comparti¨® una d¨¦cada con un hombre que la vej¨® en todos los frentes: psicol¨®gico, f¨ªsico, econ¨®mico y sexual. De aquellos d¨ªas hizo un diario gr¨¢fico, que ocultaba en el s¨®tano y que, cuando logr¨® separarse, se convirti¨® en el c¨®mic Qui¨¦reme bien (Astiberri). A las librer¨ªas tambi¨¦n ha llegado recientemente C¨¢rdeno adorno (Perif¨¦rica), donde Katharina Winkler aborda el maltrato. Una violencia con ra¨ªces antiguas que en 1996 trat¨® Dulce Chac¨®n en Alg¨²n amor que no mate y, mucho antes, Emilia Pardo Baz¨¢n en numerosos cuentos, agrupados en El encaje roto (Contrase?a).
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