La cuadratura del escenario giratorio
La versi¨®n de 'El jard¨ªn de los cerezos' de Ernesto Caballero transita de forma desconcertante del siglo XIX al XXI
Antes de Ch¨¦jov, sus personajes estaban latentes en los de las comedias de Turgu¨¦niev y Ostrovski, poco representadas en Espa?a. Redescubrir lo olvidado supone un aliciente. Volver sobre lo archiconocido es un riesgo. ?C¨®mo no comparar una nueva puesta en escena de El jard¨ªn de los cerezos con otras precedentes? ?No habla precisamente esta obra del paso del tiempo y de los cambios que opera?
Al comienzo de este montaje resulta desconcertante el tono con el que se habla, pr¨®ximo al de la telecomedia, especialmente marcado en la jovenc¨ªsima int¨¦rprete de Ania. Tampoco est¨¢ claro por qu¨¦ ha escogido Ernesto Caballero a una actriz en la flor de la edad para encarnar de modo realista al casi nonagenario criado Firs, cuyo desvalimiento calaba hondo en la actuaci¨®n del veterano Richard Easton en el Teatro Espa?ol, dirigido por Sam Mendes. Ni por qu¨¦ se le saca apenas partido al escenario giratorio. ?A qu¨¦ se debe que cuando un personaje ruso cualquiera ha de cantar algo en un montaje producido en Espa?a canturree siempre Kalinka?
Caballero acerca su escenificaci¨®n a la actualidad. Trofimov, eterno estudiante, parece un activista del 15-M. Duniasha, la criada, tiene acento caribe?o, y Lopajin, mujik enriquecido, se mueve como un indiano de regreso a su patria chica, opciones estas que encajan mal con sus nombres propios, la ambientaci¨®n eslava, las alusiones a Mosc¨² y J¨¢rkov y el escaso n¨²mero de inmigrantes de la Am¨¦rica hispana residentes en la Federaci¨®n Rusa.
Anda el espect¨¢culo entre el final del siglo XIX y el debut del XXI, entre ambos extremos de Europa y salpicado de citas (la lluvia de hojas de El jard¨ªn de los cerezos de ?Strehler; las ara?as de cristal del de Otomar Krejca, un aparte como los que se hac¨ªan en el de Pasqual con el Lliure), cuando toma la palabra en el tercer acto el nuevo propietario de la guindalera, y su discurso, interpretado formidablemente por Nelson Dante, eleva el montaje y lo coloca en su sitio. Se puede cortar el silencio del p¨²blico cuando calla el actor argentino. Nunca es tarde: el acto cuarto resulta sugestivo y desemboca en un bonito fin.
El jard¨ªn de los cerezos. Texto: Anton Ch¨¦jov. Direcci¨®n: Ernesto Caballero. Teatro Valle-Incl¨¢n. Madrid. Hasta el 31 de marzo.
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