El incordio de los v¨ªdeos y las fotos de los m¨®viles en los conciertos
Bob Dylan se enfad¨® con parte de su p¨²blico por tomar im¨¢genes. El debate sobre el uso de los tel¨¦fonos en actuaciones ¨ªntimas est¨¢ cada vez m¨¢s encendido
Despu¨¦s de a?os sin dirigirse al p¨²blico durante un concierto, Bob Dylan lo hizo el pasado martes en Viena molesto ante las fotos que le tiraban. El m¨²sico estadounidense se encontraba interpretando Blowin in the Wind cuando mascull¨® algo que no se entendi¨® al micr¨®fono y retrocedi¨® sobre sus pasos. Al caminar de espaldas, se tropez¨® con un amplificador y casi se cae de bruces contra el suelo. A sus casi 78 a?os y con evidentes achaques f¨ªsicos, el susto fue grande. Enojado con la situaci¨®n, se volvi¨® a acercar al micr¨®fono y dijo: ¡°Pod¨¦is tomar fotos o no tom¨¢rnoslas. Podemos tocar o podemos posar. ?De acuerdo?¡±. Y se encamin¨® con cara de enfado al piano a interpretar It¡¯s Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry. Luego, como hace en todas sus actuaciones, se fue sin despedirse. Fue la primera vez en mucho tiempo que dijo algo sobre un escenario fuera de las canciones.
En el pasional mundo dylanita, las palabras del autor de Like a Rolling Stone fueron noticia. Cerca de dos a?os atr¨¢s hablaba simplemente para presentar a la banda pero dej¨® de hacerlo, motivado en parte por todo el revuelo que se gener¨® sobre su figura tras la concesi¨®n del Nobel de Literatura. Pero, m¨¢s all¨¢ de la noticia, Dylan plante¨® un debate sobre el uso de los m¨®viles y sus c¨¢maras fotogr¨¢ficas durante los conciertos. ?Se pueden hacer fotos? ?Hasta qu¨¦ punto es legal? ?Hasta qu¨¦ otro punto es molesto para el artista o para el resto del p¨²blico?
En el caso de las actuaciones de Dylan, no hay debate. El m¨²sico es tajante: nada de fotograf¨ªas en sus conciertos. Tiene una estricta pol¨ªtica al respecto. Se informa por los altavoces de los recintos antes de los shows que los vigilantes de seguridad podr¨¢n requisar todo m¨®vil que vean grabando v¨ªdeos o tomando fotos. Y, como se puede comprobar durante la actuaci¨®n, estos guardias, sentados frente al p¨²blico, no descansan durante toda la actuaci¨®n llamando la atenci¨®n con un l¨¢ser o en persona e incluso requisando alg¨²n m¨®vil que luego se devuelve a la salida. Si el susodicho/a no quiere entregarlo, se le obliga a abandonar el concierto con su m¨®vil en la mano.
En los conciertos de Dylan, el problema surge cuando algunos (la minor¨ªa) no respetan las normas y, por tanto, los guardias se pasan la actuaci¨®n incordiando involuntariamente a los dem¨¢s que s¨ª las respetan. En la gira de 2018, me sent¨¦ cerca de una susodicha a la que el vigilante le llam¨® la atenci¨®n al menos cuatro veces. Cada vez que lo hac¨ªa ten¨ªa que pasarse por nuestra fila y apartarnos un poco para que la otra pudiese darse por enterada. Fue un suplicio para todos los que quisimos disfrutar del concierto. Tambi¨¦n vi c¨®mo se llevaban a uno por reincidente y no querer dar su m¨®vil.
Nunca he entendido por qu¨¦ nadie respeta la petici¨®n del artista, que intenta ofrecer el mejor espect¨¢culo posible seg¨²n su visi¨®n creadora y art¨ªstica. La primera vez que escrib¨ª una cr¨ªtica sobre un concierto de Dylan fue en la gira espa?ola de 2015 y ya llam¨¦ la atenci¨®n de que todo formaba parte de su actitud por centrar toda la atenci¨®n en lo verdaderamente importante: la m¨²sica, aquello que sucede solo en el escenario. Pocos m¨²sicos en la actualidad se esfuerzan tanto porque sus canciones suenen tan bien en directo. Por eso, todo lo dem¨¢s, incluidas las fotograf¨ªas y la parafernalia de la experiencia del concierto, es irrelevante.
Dylan, sin embargo, no ha llegado a los l¨ªmites de Jack White y Chris Rock. Ambos no permiten que nadie entre en las salas de sus conciertos con un m¨®vil si no est¨¢ sellado dentro de una bolsa. King Crimson, por su parte, es a¨²n m¨¢s tajante que Dylan: Robert Frypp, l¨ªder del grupo brit¨¢nico, impone cero tolerancia con los m¨®viles. Los vigilantes te lo quitan a la primera, sin oportunidades. Tambi¨¦n se avisa por los altavoces y se invita a los asistentes a algo que parece obvio, pero a veces no lo es tanto: a disfrutar con los sentidos, sin pantallas. ¡°Prohibido sacar un m¨®vil durante el concierto. Solo se puede grabar con los ojos y la mente¡±, dec¨ªa una voz femenina antes del ¨²ltimo concierto de King Crimson en Madrid en noviembre de 2016.
En Espa?a, Robe Iniesta tampoco deja que se grabe con el m¨®vil. Otros m¨²sicos son m¨¢s tolerantes pero en alguna ocasi¨®n he visto a m¨¢s de uno pedir por favor que no se les ¡°ciegue¡± con los flashes en mitad de la actuaci¨®n. M¨¢s a¨²n cuando es una actuaci¨®n recogida. Recientemente, he vivido esta invasi¨®n contra la intimidad que ofrece un concierto en una sala peque?a o en un teatro en conciertos de Luisa Sobral (en el teatro Cofidis Alc¨¢zar) y Jorge Drexler (en el teatro Nuevo Apolo). M¨¢s de un despistado se olvid¨® de apagar el flash y no solo ceg¨® al m¨²sico sino tambi¨¦n a los dem¨¢s. Incluso con Luisa Sobral una se?ora se empe?¨® en grabar toda una canci¨®n tapando con su mano y su m¨®vil gigante la visi¨®n de los que est¨¢bamos detr¨¢s. No era de recibo.
No entiendo por qu¨¦ la gente no respeta este tipo de reglas no escritas en un concierto cuando s¨ª lo hace durante uno de m¨²sica cl¨¢sica, la proyecci¨®n de una pel¨ªcula en una sala de cine o durante la funci¨®n de una obra en una sala de teatro. Hay conciertos -muchos- que requieren el mismo respeto, la misma atenci¨®n, la misma sensibilidad hacia el escenario que una pel¨ªcula u obra de teatro. Est¨¢ claro que en festivales o conciertos masivos o en salas grandes los requisitos no son los mismos porque tampoco la experiencia es la misma, pero otros no. Otros m¨¢s ¨ªntimos requieren del mismo sentido com¨²n y la misma dignidad con respecto a lo que significa compartir y vivir la experiencia art¨ªstica del m¨²sico o la banda que est¨¢ interpretando sus canciones sobre un escenario. Hacer m¨²sica no es hacer ruido. Como hacer m¨²sica no quiere decir que todo vale al otro lado del escenario.
Durante una actuaci¨®n de Diego El Cigala en el teatro Le Trianon de Par¨ªs en 2015, vi a una mujer que se levantaba de su butaca para rega?ar (literalmente) a todo aquel que a su alrededor sacaba un m¨®vil para grabar, tirar una foto o consultar un mensaje o lo que fuera. En el fondo, a esta mujer le molestaba much¨ªsimo la luz intensa de los aparatos en plena oscuridad de un concierto cercano, donde Cigala dedicaba canciones a su pareja reci¨¦n fallecida, dentro de un escenario decimon¨®nico maravilloso. Al principio, sent¨ª cierta l¨¢stima por la cruzada de la mujer, que se levant¨® ofuscada en varias ocasiones, pero, al final del concierto, la entend¨ª perfectamente. Hab¨ªa gente en ese teatro que no sab¨ªa ni a lo que hab¨ªa venido.
Suele pasar. No todo el p¨²blico est¨¢ a la altura de los m¨²sicos. Ni de la m¨²sica. M¨¢s all¨¢ de que nunca entender¨¦ por qu¨¦ la gente necesita captarlo todo a trav¨¦s de un m¨®vil, no me entra en la cabeza por qu¨¦ alguien necesita estar m¨¢s pendiente de c¨®mo queda la canci¨®n de su vida a trav¨¦s de una pantalla del tel¨¦fono que a trav¨¦s del m¨¢gico momento de vivirlo en persona, con todos los sentidos, en cuerpo y en esp¨ªritu. Esa comuni¨®n es la clave de la m¨²sica en directo, de un concierto. Es un acontecimiento ¨ªntimo, inigualable. Supongo que las compa?¨ªas y las marcas de telefon¨ªa (y YouTube) se frotar¨¢n las manos con nosotros, pero esos chismes se estropear¨¢n o se esfumar¨¢n como se esfuman tantas cosas que se quedan por el camino, pero, mientras no nos invadan el alzh¨¦imer o una fiebre de soberana idiotez, nuestros recuerdos permanecer¨¢n. E incluso aunque nos invadiesen seguir¨ªa siendo m¨¢s rentable, respetuoso y educado no molestar con el m¨®vil a los dem¨¢s.
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