En el castillo
La directora Rita Azevedo Gomes somete la hom¨®nima obra de Musil a un meticuloso y radical proceso de adaptaci¨®n
Publicado en 1924, pocos a?os despu¨¦s de que su autor combatiese en la Primera Guerra Mundial, Tres mujeres sintetiza en su tr¨ªptico de relatos la convicci¨®n de Robert Musil de que el erotismo ¨Cy, por extensi¨®n, el amor- era la fuerza redentora capaz de sortear el abismo que, en la rigidez de la cultura germana, separaba intelecto y sentimiento. En La portuguesa, el segundo de los relatos recogidos en el libro, un caballero reci¨¦n casado se pierde, durante once a?os que pesan una eternidad, en una cruenta batalla, mientras el recuerdo de su esposa extranjera, aislada en un ruinoso castillo, carcome sus viejos valores y le transforma: ¡°Esta vida es clara como el d¨ªa, s¨®lida como un objeto; el golpe de un dardo bajo el cuello de acero es algo tan sencillo como cuando se se?ala con el dedo y se dice: 'Es esto'. El resto nos es tan ajeno como la luna. Pero el se?or de Ketten amaba en secreto precisamente ese resto¡±.
LA PORTUGUESA
Direcci¨®n: Rita Azevedo Gomes.
Int¨¦rpretes: Clara Riedenstein, Ingrid Caven, Marcello Urgeghe, Jo?o Vicente.
G¨¦nero: drama. Portugal, 2018.
Duraci¨®n: 136 minutos.
En La portuguesa, Rita Azevedo Gomes somete la hom¨®nima obra de Musil a un meticuloso y radical proceso de adaptaci¨®n: la escritora Agustina Bessa-Lu¨ªs, frecuente colaboradora de Manoel de Oliviera que ya hab¨ªa trabajado con Azevedo en el corto A Conquista de Faro (2005), ha sido la encargada de destilar la compacta prosa po¨¦tica del austr¨ªaco en una serie de sint¨¦ticos di¨¢logos en cuyo env¨¦s palpita el misterio. La actriz y cantante Ingrid Caven comparece como figura externa al relato, puntu¨¢ndolo con canciones que parecen emerger de m¨¢s all¨¢ del tiempo. Y, lo m¨¢s importante, la cineasta cambia radicalmente el foco para centrarse en la figura femenina y el tiempo de la espera.
Si en La venganza de una mujer, Azevedo explor¨® la perfecta intersecci¨®n entre cine y teatro, aqu¨ª -salvo en contadas secuencias con sutiles, exquisitos movimientos de c¨¢mara- la clave inspiradora parecen ser los tapices medievales, convirtiendo cada plano en una manifestaci¨®n de belleza que impone su propio tiempo (detenido) a la retina. Confirm¨¢ndose como la m¨¢s firme heredera de Oliveira, Azevedo pierde, no obstante, algo por el camino: la subjetividad del personaje masculino.
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