El poder de la casta
La terna desaprovecha una oportunidad ante un noble encierro de Torrestrella
Sali¨® un toro encastado -el primero de la tarde, ¡®Cumplea?os¡¯ de nombre y 516 kilos de peso- que humill¨® en el capote, empuj¨® sin celo al picador, galop¨® en banderillas y lleg¨® a la muleta pidiendo guerra. Quiso com¨¦rsela en cuanto el torero le mostr¨® el pa?o rojo, y embisti¨® con acometividad, prontitud, fijeza y vibraci¨®n en cada cite. Vamos, que, en un momento, se hizo el amo de la pista, se erigi¨® en protagonista y ah¨ª se acab¨® la presente historia.
Quiere decirse que anul¨® al torero, que no daba pie con bola, y no encontr¨® la manera de ganar la partida a un animal fiero que exig¨ªa mucho mando, poder y una inteligencia prodigiosa a su oponente humano.
En fin, que al animal se lo llevaron al desolladero con las orejas puestas, que no es que las vendiera baratas, pero s¨ª encerraban cada una un cortijo.
TORRESTRELLA/GARRIDO, GALD?S, CADAVAL
Toros de Torrestrella, bien presentados, encastado y vibrante el primero, de alta calidad en la muleta el quinto, -ambos aplaudidos en el arrastre-, y sosones, nobles y cumplidores en los caballos los dem¨¢s.
Jos¨¦ Garrido: dos pinchazos y estocada (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (silencio).
Joaqu¨ªn Gald¨®s: estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada (vuelta al ruedo).
Alfonso Cadaval: media tendida, seis descabellos _aviso_ y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada y un descabello (silencio).
Plaza de La Maestranza. Segunda corrida de la Feria de Abril. 1 de mayo. Media entrada.
Jos¨¦ Garrido, que tuvo la ?suerte? de que le tocara en suerte, lo lance¨® a la ver¨®nica con gusto, y se luci¨®, despu¨¦s, en un quite por delantales. Antonio Chac¨®n salud¨® a la concurrencia tras dos aceptables pares de banderillas, y Garrido inici¨® la faena de muleta de torer¨ªsimas maneras.
Con la muleta plegada en la mano izquierda cit¨® a lo lejos con el famoso ¡®cartucho de pescao¡¯, y ¡®Cumplea?os¡¯ acudi¨® con presteza, de modo que surgi¨® un manojo de naturales emocionantes y son¨® la m¨²sica mientras el p¨²blico comprendi¨® que se avistaba faena grande.
Pero un toro encastado plantea dificultades, -raz¨®n suficiente para que lo rechacen las figuras-, y Garrido entendi¨® al momento que aquella empresa no era f¨¢cil. Dio muchos pases con ambas manos, pero tore¨® poco; mejor dicho, mand¨® poco, porque el poder se lo arrebat¨® el toro.
Hubo otro toro de triunfo, el quinto, pero era el hermano bueno de la camada; un animal de exquisita calidad en el tercio final, que embest¨ªa con dulzura y templanza. Gald¨®s, que debutaba en esta plaza, consigui¨® algunos pasajes estimables, despegado se mostr¨® en ocasiones y con la figura forzada tambi¨¦n. Los ayudados por bajo finales derrocharon prestancia. Mat¨® mal, y dio la vuelta al ruedo. Otro torero que desconoce que despu¨¦s de dos pinchazos en este templo se saluda al respetable y se tapa uno en el callej¨®n.
Lo dem¨¢s toros no plantearon dificultades, pero todos ellos se encontraron con una terna que llegaba a la b¨²squeda de una oportunidad y demostr¨® hartazgo y escasa convicci¨®n.
El mismo Garrido comprender¨¢ que m¨¢s vale que no le vuelva a salir un toro encastado; ante el cuarto, descastado y soso, estuvo despegado, fuera cacho y aburrido.
Gald¨®s dibuj¨® muletazos estimables ante el noble quinto, pero sin emocionar m¨¢s que a esa parte del p¨²blico que todo lo aplaude; en su primero, un manso de suave car¨¢cter, tuvo detalles olvidables.
Y el sevillano Alfonso Cadaval, necesitado tambi¨¦n de contratos, a¨²n est¨¢ poco placeado y se le nota. Poca vida ten¨ªa el tercero y con claros s¨ªntomas de agotamiento en el tercio final. Enga?¨® el sexto, encastado y de largo recorrido en principio, y tullido instantes despu¨¦s. El torero mulete¨® hacia fuera, mal colocado y despegado.
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