Un tapiz de la Bauhaus perdido durante casi 30 a?os aparece en las catacumbas de un hotel mexicano
La obra de Anni Albers, de 1968, es clave en la transici¨®n de la artista alemana desde el dise?o textil al grabado
Hab¨ªa algunas fotos de la obra colgada en la pared del hotel y un runr¨²n entre comisarios y acad¨¦micos del arte: existe una obra de?Anni Albers (1899-1994), un encargo mexicano, un tapiz clave en la etapa final de la madrina de la Bauhaus, al que se le hab¨ªa perdido el rastro desde finales de los ochenta. El misterio se acaba de resolver y casi de carambola. La pieza nunca se movi¨® demasiado: de la pared del vest¨ªbulo pas¨® al s¨®tano del hotel Camino Real de Ciudad de M¨¦xico, donde permaneci¨® olvidada casi 30 a?os, entre polvo y humedades, mientras la obra de la alemana ¡ªopacada al principio por la de su marido, Josef Albers¡ª se revalorizaba en manos de las mejores galer¨ªas y museos de arte contempor¨¢neo hasta consolidarse como la gran pionera que sintetiz¨® abstracci¨®n y artesan¨ªa, elevando los textiles a una de las bellas artes.
Enrollado como una alfombra y apretujado al fondo de una estanter¨ªa. As¨ª se encontr¨® el tapiz en enero de 2018 los editores Carla Zarebska y Humberto Tachiqu¨ªn mientras recopilaban documentaci¨®n para hacer un libro homenaje a los 50 a?os del hotel, fetiche de la arquitectura racionalista mexicana de los sesenta, que cont¨® con Luis Barrag¨¢n y Mathias Goeritz como asesores y un pu?ado de obras por encargo para la ocasi¨®n: Alexander Calder, Rufino Tamayo o el propio Goeritz.
¡°Sab¨ªamos que Anni Albers hab¨ªa sido uno de aquellos encargos ¨Cexplica Zarebska¨C y le fuimos preguntando a todo el mundo sin suerte. El responsable de la bodega donde almacenan muebles viejos tampoco sab¨ªa nada hasta que le ense?amos una foto con el celular. Entonces reconoci¨® lo que para ¨¦l no era m¨¢s que un tapete antiguo. Lo extendimos y casi nos desmayamos¡±.
La pareja Albers hab¨ªa abandonado Alemania rumbo a Estados Unidos en 1933, a?o del cierre de la Bauhaus ante la persecuci¨®n del Gobierno nazi. Ambos eran pata negra de aquella formidable incubadora de talento: se conocieron en la sede de Weimar en 1922 cuando eran alumnos, se convirtieron en maestros ¨C¨¦l del taller de dise?o, ella de telares¨C, y ya en Dessau convivieron en las m¨ªticas casas dise?adas en el bosque por Gropius junto con otras parejas como Paul y Lily Klee, Wassily y Nina Kandinsky.
Su refugio americano fue Black Mountain College, en Carolina del Norte, otra vanguardista escuela donde ambos expandieron su enfoque racional y geom¨¦trico de las formas y el color. De all¨ª saltaron en 1950 a la Universidad de Yale, su ¨²ltima residencia. Hasta el campus de New Haven viajaron en coche en 1967 Luis Barrag¨¢n, Mathias Goeritz y Ricardo Legorreta, el arquitecto del hotel, para proponerle a Anni Albers el encargo de la, hasta ahora, obra fantasma.
¡°Llev¨¢bamos mucho tiempo busc¨¢ndola y cre¨ªamos que se hab¨ªa perdido¡±, cuenta desde New Haven Brenda Danilowitz, la comisaria jefe de la Fundaci¨®n Josef & Anni Albers, que lo primero que hizo cuando conoci¨® la noticia fue tomar un avi¨®n a Ciudad de M¨¦xico para comprobar la autenticidad y estado de conservaci¨®n de la obra.
Mientras todo esto suced¨ªa, la Tate Modern de Londres inauguraba en octubre del a?o pasado una retrospectiva de la artista, que tomaba el relevo de otra muestra en el Guggenheim de Bilbao en 2017 y su fichaje por parte de la prestigiosa galer¨ªa neoyorkina David Zwirner. En Londres se expusieron hasta febrero de este a?o m¨¢s de 300 piezas, desde sus telares pict¨®ricos, textiles de gran producci¨®n, colgaduras ¡ªcomo la pieza recuperada en M¨¦xico¡ª o sus estampados y grabados, a los que dedic¨® el tramo final de su carrera.
El entusiasmo entre los curadores y acad¨¦micos especializados escal¨® otro pelda?o cuando una de las investigadoras involucradas en el hallazgo mexicano viaj¨® a finales de enero a la Tate para anunciar la noticia. ¡°Fue recibida con asombro en uno de los eventos paralelos con acad¨¦micos que organiz¨® el museo. Casi no hab¨ªa detalles hasta ahora, solo sab¨ªamos que era textil, pero no sab¨ªamos nada de los materiales ni manufactura¡±, cuenta?Ana Elena Mallet,?curadora mexicana especializada en dise?o y en la obra del matrimonio alem¨¢n.?
Titulada como el hotel, Camino real, y fechada en 1968, la colgadura mide casi tres por tres metros y est¨¢ considerada punto de inflexi¨®n en la trayectoria de Albers. A diferencia de la mayor¨ªa de sus obras, producidas en su estudio por medio de un telar a pedales, en este caso se trata de una estructura industrial de fieltro de lana y reverso de algod¨®n, que la artista mand¨® confeccionar en una empresa de banderas y pancartas de Nueva York. Una t¨¦cnica ins¨®lita para la creadora alemana, pero muy utilizada en la ¨¦poca por otros artistas como Roy Lichtenstein o Tom Wesselmann.
Sobre el panel de fieltro, Albers cosi¨® a mano peque?os tri¨¢ngulos de diferentes tonalidades de rojo, en uno de los caracter¨ªsticos juegos geom¨¦tricos con los que continuar¨ªa experimentando de manera casi cient¨ªfica pero cada vez menos ya sobre un soporte textil. ¡°El encargo del Camino Real ¨Ca?ade Danilowitz ¨C precipit¨® un giro decisivo en su obra, al iniciar la transici¨®n del dise?o textil y el tejido en que se hab¨ªa concentrado casi exclusivamente desde sus d¨ªas en el taller de tejido de la Bauhaus, al dibujo en papel, el dise?o de telas estampadas y el grabado¡±.
Los cerca de 30 a?os de olvido de la obra, fruto, seg¨²n los investigadores, de la descoordinaci¨®n de los archivos durante las sucesivas ventas de la propiedad del hotel, que ha declinado hacer declaraciones para este reportaje, han dejado huella en el tapiz: capas de polvo, manchas de pintura, humedades, hongos y alg¨²n agujero, pero conserva la intensidad de sus tonos rojos casi intacta.
El proceso de restauraci¨®n dur¨® cuatro meses. ¡°Se coloc¨® un bastidor de madera de cedro contra el ataque de los insectos, se llev¨® a cabo un proceso de microaspirado entre el tejido. Despu¨¦s se lav¨® con gasolina blanca, se reh¨ªzo el 5% de fieltro perdido con lana natural y se remataron las costuras en zigzag de los tri¨¢ngulos con hilo de poli¨¦ster¡±, explica Renato Camarillo, restaurador? del taller de textiles Cencropam, adscrito a la secretar¨ªa de Cultura mexicana.
Para la comisaria de la fundaci¨®n, los motivos triangulares del tapiz, que trazan un mapa de sombras piramidales por la superficie de la obra son ¡°un equivalente abstracto de los paisajes de los templos prehisp¨¢nicos que tanto emocionaban e intrigaban a Anni Albers¡±. Desde su llegada a California, la pareja de artistas alemanes realiz¨® muchos viajes al pa¨ªs vecino. ¡°M¨¦xico es la tierra prometida para el arte abstracto¡±, escribi¨® Josef en una de sus bit¨¢coras de viaje. Educados en la tradici¨®n antropoc¨¦ntrica grecolatina, encontraron una especie de nuevo clasicismo abstracto en la cultura mexicana. En las l¨ªneas rectas de los templos, sin apenas curvas, en la repetici¨®n de figuras, en toda aquella austera depuraci¨®n formal encontraron los principios de la abstracci¨®n geom¨¦trica contempor¨¢nea.
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