¡°Las ciudades tambi¨¦n tienen que pertenecer a los ni?os¡±
La arquitecta india Anupama Kundoo defiende un urbanismo social que busque un equilibrio entre lo individual y lo colectivo
Anupama Kundoo (52 a?os, Pune, India) es una arquitecta que evita las digresiones t¨¦cnicas y va directa a lo que considera esencial. ?Vivimos mejor? ?Somos m¨¢s felices?. Kundoo cuestiona el concepto mismo de progreso, porque cree que aunque sepamos construir mejor, el desorbitado precio de la vivienda y la contaminaci¨®n amenazan a las ciudades, a las que considera la expresi¨®n m¨¢xima de la vida colectiva. ¡°Si el ser humano no es feliz y no prospera, el dise?o es malo, es muy f¨¢cil¡±.
Kundoo da clases en la escuela de Arquitectura de Potsdam y explica durante una entrevista en su apartamento en un barrio del norte de Berl¨ªn, que regresa a la capital alemana despu¨¦s de vivir en varias ciudades, incluida Madrid. Aqu¨ª. De Espa?a le preocupa que, al rev¨¦s que en Berl¨ªn los ni?os no caminen solos por la ciudad, pero cree que la restricci¨®n de coches como la del centro de Madrid, ayudar¨¢ a hacer las urbes m¨¢s habitables.
Pregunta. C¨®mo se imagina la ciudad del futuro?.
Respuesta. La diferencia entre un asentamiento cualquiera y una ciudad es que las ciudades son la representaci¨®n de la colectividad. Necesitamos un equilibrio entre nuestras necesidades individuales y las colectivas porque el objetivo no es sobrevivir, sino crecer como seres humanos. Si una sociedad es capaz de situar lo colectivo por delante de lo individual, el individuo acabar¨¢ prosperando y la gente que planeamos tenemos que dejar hacer, no tenemos que imponer nuestros planes o visiones a toda costa. Necesitamos una nueva visi¨®n para las ciudades.
P. ?Cu¨¢les cree que son los problemas m¨¢s acuciantes en las ciudades actuales?
R. A pesar de todo el progreso econ¨®mico, seguimos gastando muchos m¨¢s recursos de los que gastaron nuestros antepasados. Hablamos de progreso, pero consumimos m¨¢s y m¨¢s, sin preguntarnos por qu¨¦. Nos quejamos, pero no hacemos nada por arreglarlo. A finales de los sesenta ya sab¨ªamos que hab¨ªa una crisis ambiental producida por el hombre, como la crisis econ¨®mica y la segregaci¨®n social pero no hacemos nada. Nos hemos vuelto pasivos. Hemos creado, tal vez de manera inconsciente todo tipo de cosas que hacen que no tengamos la vida que queremos tener.
P. ?Por ejemplo?.
R. Para empezar, las viviendas inasequibles, que ya no son solo un problema del mundo en desarrollo. Una parte cada vez mayor de nuestro sueldo va a parar al alquiler o a la hipoteca. Es todo parte de una gran industria de la vivienda y nos parece normal. Cada vez hay m¨¢s coches y m¨¢s aire contaminado y vivir en sitios con menos contaminaci¨®n es m¨¢s caro. La vivienda no es asequible y las casas ecol¨®gicas m¨¢s todav¨ªa. ?Qui¨¦n puede pagar todo eso? Estamos creando una ¨¦lite.
P. ?C¨®mo propone combatir esta deriva?.
R. Creo en la conciencia social y en la voluntad colectiva. En lugar de quejarnos de nuestros pol¨ªticos y de lo que deben hacer los dem¨¢s, podemos vivir una vida m¨¢s consciente. La ciudad es el reflejo de la sociedad humana y si la sociedad se deteriora, la ciudad tambi¨¦n tendr¨¢ un aspecto deteriorado. Ahora, a pesar de gastar m¨¢s recursos, nuestras ciudades ni son m¨¢s bonitas ni nosotros somos m¨¢s felices. Tal vez estemos creando m¨¢s problemas de los que solucionamos. Pero vemos a gente en Berl¨ªn o en Copenhague que repiensan las cosas, vemos c¨®mo la bicicleta gana terreno. Nadie pens¨® que ser¨ªa posible dejar de fumar en espacios p¨²blicos y mire ahora. S¨ª, hay un clima de cambio.
P. Usted sostiene que parte del problema es que la vivienda se ha convertido en un bien de consumo m¨¢s, en el que solo rigen las leyes del mercado.
R. No puede ser que solo el mercado inmobiliario decida el precio de la vivienda. Cuando crec¨ª en India, era impensable que tuvieras que comprar agua y ahora es normal. Me acuerdo cuando llegaron las primeras botellas de pl¨¢stico y pens¨¦ ¡°oh, dios m¨ªo, la gente est¨¢ comprando agua¡±, porque el agua es una necesidad b¨¢sica. Cosas que d¨¢bamos por hecho, se han mercantilizado y una de ellas es la tierra. No puede ser que las necesidades b¨¢sicas est¨¦n a merced de la especulaci¨®n. ?Qu¨¦ debe formar parte de los bienes comunes?. Yo evito conscientemente la reflexi¨®n t¨¦cnica, porque creo que es importante cuestionar lo esencial.
P. ?A qu¨¦ se refiere?.
R. Bueno, por ejemplo, a no hacer nada. A m¨ª me gusta dedicar una hora a no hacer nada, porque es importante pensar si lo que vas a hacer el resto del d¨ªa vale la pena. A menudo, el exceso de actividad y de ansiedad hace que las personas acaben haciendo cosas que son parte del problema. Me refiero a tener el valor de no hacer nada, porque e menudo, estamos cavando nuestra propia tumba. Creo que es posible bajar el ritmo, que la gente de Madrid duerma una hora m¨¢s.
P. El lugar de los ni?os en la ciudad es para usted un asunto crucial.
R. Como parte de una exposici¨®n junto a otros arquitectos, escrib¨ª una carta a Manuela Carmena, donde le dec¨ªa que en Madrid los ni?os no est¨¢n en el centro de la vida urbana. En Berl¨ªn los ni?os est¨¢n en la calle. En Copenhague, antes la gente se iba de la ciudad cuando ten¨ªa hijos, pero a medida que la ciudad se ha ido haciendo m¨¢s amable se ha ido llenando de ni?os y de personas mayores. La medida de la ciudad del futuro es que haya tambi¨¦n ni?os y mayores porque tienen el mismo derecho a disfrutar de la ciudad. He vivido en muchas ciudades y me interesa mucho escuchar c¨®mo mis hijos perciben las distintas ciudades. En Espa?a, en las ciudades los ni?os no caminan solos cuando son peque?os. Tienen zonas delimitadas, en el parque, en el colegio o en la casa. Las ciudades tambi¨¦n tiene que pertenecerles sin que tengan que ir con un adulto de la mano. Aqu¨ª [en Berl¨ªn] van solos al colegio, a comprar helados, son m¨¢s independientes. A trav¨¦s de las necesidades de otras personas, nos hacemos m¨¢s sensibles, m¨¢s tolerantes.
P. En Madrid hay un intenso debate sobre la restricci¨®n de coches en el centro de la ciudad. ?Cu¨¢l es su opini¨®n?.
R. Como arquitecta, cuando viajo por Espa?a y por las ciudades mediterr¨¢neas, pienso que son el mejor ejemplo de formas urbanas, del equilibrio entre el espacio p¨²blico y privado, est¨¢n vivas. Pero desafortunadamente, desde que llegaron los coches, dejamos entrar a todos y no pensamos en que todo el mundo acabar¨ªa teniendo un coche. Estoy muy contenta con las restricciones a los coches en Madrid. Aparte de la calidad del aire, Madrid es muy ruidosa, pero son problemas de h¨¢bitos y se trata de crear nuevos h¨¢bitos. Hemos estado ocupados construyendo aparcamientos y un urbanismo que giraba en torno al coche, lo ve¨ªamos como algo inevitable. Pero ahora hemos visto lo que pasa con nuestra vida si todo el mundo tiene un coche. La ventaja de Espa?a es que cuenta con una conocimiento hist¨®rico de c¨®mo disfrutar el espacio p¨²blico y de estar en la calle. Eso ya est¨¢ hecho, mientras que en muchos pa¨ªses tienen que empezar por ah¨ª. Estos cambios no solo tienen que ver con la poluci¨®n, har¨¢n tambi¨¦n que los ni?os tengan m¨¢s libertad para moverse en la ciudad, sin estar recluidos en parques de columpios. Ser¨¢ un proceso; otros negocios ir¨¢n floreciendo tambi¨¦n en los barrios de las ciudades, no solo en el centro y no har¨¢ falta coger el coche para cualquier recado.
Kundoo saca una revista para ilustrar su reflexi¨®n final. Muestra un art¨ªculo de Auroville, el experimento urbano ut¨®pico en el que participa en India, basado en la idea de tierras comunales, una vida verde, y donde la las decisiones se toman de abajo arriba. ¡°La cuesti¨®n es: si las ciudades y los edificios son m¨¢s inteligentes, ?estamos siendo nosotros tambi¨¦n m¨¢s sabios, estamos de verdad progresando?. La cuesti¨®n es si podemos crear espacios libres de cinismo¡ porque el cinismo significa que has tirado la toalla. Hay que crear espacios donde la gente se sienta parte de la colectividad y participe en su creaci¨®n. De la misma manera que nos comprometemos con nuestra familia, hay que implicarse en la ciudad. Se lo debemos a nuestros abuelos y a sus nietos¡±.
Babelia
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