Nuestras vidas de diario
Tres autores recogen sus reflexiones, filias y fobias en sus cuadernos de notas
Al parque m¨®vil de los diaristas han llegado vidas inesperadamente seductoras: proceden casi siempre de practicantes secretos del g¨¦nero, desde?osos de la luz p¨²blica por prevenci¨®n, por timidez, quiz¨¢ por desconfianza tambi¨¦n. Marcos Ord¨®?ez y Una cierta edad es el ¨²ltimo meteorito luminoso propulsado a la Tierra desde el ¨¦ter de la timidez o el escepticismo. No es extra?o que este leid¨ªsimo cr¨ªtico teatral y autor de libros espl¨¦ndidos como Un jard¨ªn abandonado por los p¨¢jaros sea lector de otros diaristas.
Los diaristas se leen entre s¨ª m¨¢s de lo que se leen los novelistas, casi siempre armados con la ceja levantada o el altivo desd¨¦n preventivo. A los autores de dietarios como ¨¦l la patolog¨ªa irrenunciable los empuja a menudo a ver qu¨¦ y qui¨¦n dice qu¨¦ y cu¨¢ndo y sobre qu¨¦, muy lejos ya de la consulta furtiva de anta?o. Hoy parecemos todos protestantes sin cortinas en las ventanas, y hasta Jordi Herralde se destapa con una coqueta muestra pr¨¢ctica en Un d¨ªa en la vida de un editor.
A estos sabios diarios de Marcos Ord¨®?ez llega la memoria mimada de aquel o aquella (N¨²ria Espert o Llu¨ªs Pasqual entre muchos otros), hay retal minucioso de su pasado, hay miedo al acecho de la depresi¨®n, y hay jovialidad pasmada ante uno mismo y los dem¨¢s. Su inteligencia emocional tiene el don de la honradez en la lengua y la intenci¨®n, y no es extra?o as¨ª que llegue tambi¨¦n el rastro de lecturas de dos diaristas consagrados nada m¨¢s nacer, hace apenas unos a?os, I?aki Uriarte e Ignacio Vidal-Folch.
Alguien explicar¨¢ alg¨²n d¨ªa la escasez, o el deslucido inter¨¦s, de los pocos diarios firmados por escritoras
Ninguno de los dos tuvo que esperar a que fructificase la siembra, como s¨ª tuvieron que hacer la mayor¨ªa de diaristas de la presunta democracia son¨¢mbula que vivimos: Francisco Umbral, Jim¨¦nez Lozano, Pere Gimferrer, Trapiello, S¨¢nchez-Ostiz, Valent¨ª Puig, Mart¨ªnez Sarri¨®n, S¨¢nchez Robayna, Enric S¨°ria, Jorge Riechmann, Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Mart¨ªn, Ignacio Carri¨®n, Chantal Maillard, Jos¨¦ Carlos Llop, Laura Freixas, Roger Wolfe, Elvira Lindo. Alguien explicar¨¢ alg¨²n d¨ªa, por cierto, la escasez, o el deslucido inter¨¦s, de los pocos diarios firmados por escritoras: yo no tengo explicaci¨®n, o la que tengo no me cabe en este art¨ªculo. Quiz¨¢ los discos duros de la cacharrer¨ªa dom¨¦stica de las escritoras est¨¦n saturados de p¨¢ginas que un d¨ªa llegar¨¢n a salir a la luz, pero hoy todav¨ªa no es ese d¨ªa.
S¨ª lo ha sido sin embargo para que el panzer mayor del reino del diario mantenga imperturbable la combusti¨®n de sus p¨¢ginas. Brillan en estas nuevas Diligencias de Andr¨¦s Trapiello el humor ir¨®nico y la leve impertinencia, la perpleja naturalidad y el don narrativo para sus viajes privados a la vida p¨²blica de su tiempo. ?Reiteraci¨®n previsible y consabida? ?M¨¢s de lo mismo porque nada tiene que decir, como mal¨¦volamente dijo Francisco Rico? Claro que no: tonter¨ªas. El lector que entrase hoy por primera vez en uno de los tomos de Trapiello, cualquiera de los veintitantos que abarca su Sal¨®n de pasos perdidos, identificar¨ªa una fresqu¨ªsima voz hecha de lirismo comedido, malicia a ratos incontinente, noveler¨ªas ironizadas hasta la carcajada y un don para exprimir de forma trepidante e imaginativa episodios nimios: hoy un partido de tenis, ayer una aver¨ªa grave. ?Y si el lector nuevo no identifica a Eduardo Arroyo detr¨¢s de la fastuosa cena, y si no reconoce a Antonio P¨¦rez, y si se enfada con esta o con aquella maldad contra ?Javier Mar¨ªas, Miquel Barcel¨® o la literatura catalana? No pasa absolutamente nada porque estos libros no cortan el mar si no vuelan y asperjan libertad de opini¨®n, cacharrer¨ªa sentimental, valent¨ªa moral e intriga narrativa.
Incluso alcanza a estas Diligencias el laboratorio de escritura de otros libros de Trapiello (siempre tantos en marcha), y es h¨¢bito com¨²n a muchos diaristas, tambi¨¦n de Marcos Ord¨®?ez. Pero lo es de forma program¨¢tica en el caso de un nombre relativamente nuevo, Miguel ?ngel Hern¨¢ndez. Ninguno de sus tres diarios, editados en papel y avanzados en prensa o en la web de la revista E?e, como es el caso de Aqu¨ª y ahora, alcanza la vibraci¨®n narrativa, la envergadura moral y la desnudez expresiva que cuaj¨® en su gran libro El dolor de los dem¨¢s.
Y sin embargo este Aqu¨ª y ahora. Diario de escritura contiene algo m¨¢s que el taller ¨ªntimo de aquel libro, aunque Hern¨¢ndez lo presente as¨ª. Ese algo m¨¢s es una desarmante transparencia confesional que ha respetado la inmediatez de las entradas de la web al trasladarlas al papel y ha respetado el impulsivo gen del entusiasta (s¨¦ lo que es eso), a veces quiz¨¢ en desmesura.
Yo tambi¨¦n creo que Javier Cercas ¡°es uno de los grandes¡± y soy tambi¨¦n devoto del whisky Tomatin, pero no s¨¦ del todo si el libro de Jorge Carri¨®n sobre Barcelona seguir¨¢ siendo el a?o que viene ¡°verdaderamente magistral¡± ni si Patria es otro gran libro porque el consenso sea universal, incluida Bel¨¦n Esteban (y Mariano Rajoy, seg¨²n dijo ¨¦l despu¨¦s de leerse con la condigna calma las tropecientas p¨¢ginas del libro). Lo bueno es que lo diga Hern¨¢ndez con esa candidez tan suya en el blog y no corrija en la preciosa edici¨®n de F¨®rcola sus palabras. Pero su aut¨¦ntica virtud est¨¢ en un extenso ap¨¦ndice que s¨ª toca, y mucho, a la escritura y la materia de El dolor de los dem¨¢s. Precisamente por ser parte de la historia, no soy yo quien debe contarlo.
Diligencias. Andr¨¦s Trapiello. Pre-Textos, 2019. 512 p¨¢ginas. 30 euros.
Una cierta edad. Marcos Ord¨®?ez. Anagrama, 2019. 336 p¨¢ginas. 18,90 euros.
Aqu¨ª y ahora. Miguel ?ngel Hern¨¢ndez. F¨®rcola, 2019. 268 p¨¢ginas. 21,50 euros.
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