Grave cornada a Escribano
Rom¨¢n cort¨® una valiosa oreja en una tarde irregular de Roca Rey ante desiguales toros de Adolfo Mart¨ªn
Roca Rey tuvo en sus manos la puerta grande y la perdi¨® en el ¨²ltimo momento al fallar con la espada. Le toc¨® en suerte en mejor toro de la tarde, el sexto, el de m¨¢s calidad y casta -el menos?adolfo de los seis, si se except¨²a el dulz¨®n primero-, y lo mulete¨® lo mejor que sabe, como si toreara un domecq. Aprovech¨® la pronta embestida del animal, su fijeza y humillaci¨®n, y las tandas brotaron con la intensidad que produce el toreo largo, hilvanado y bien abrochado con el de pecho. Bien plantado en todo momento, tore¨®, es verdad, al hilo, despegado, con la pierna retrasada, ventajista y escasamente profundo. Pero el p¨²blico de Las Ventas, generoso siempre y m¨¢s con las figuras, no repara en tales tecnicismos y se entusiasm¨® con la labor del torero peruano. La faena baj¨® de tensi¨®n con la mano izquierda, el toro tambi¨¦n ya exprimido en su fortaleza, y la euforia colectiva la apag¨® el pinchazo que precedi¨® a la estocada final.
MART?N / ESCRIBANO, ROM?N, ROCA
Toros de Adolfo Mart¨ªn, desigualmente presentados -impropio de esta plaza-, irregulares en el caballo, encastados, sosos y complicados; destacaron los tres ¨²ltimos en el tercio final, especialmente, el sexto.
Manuel Escribano: -aviso-, estocada trasera y ca¨ªda (silencio). Fue cogido por el cuarto. Sufri¨® una herida en el muslo izquierdo con una trayectoria de 25 cent¨ªmetros que produce destrozos y contusiona la vena femoral. Pron¨®stico: grave.
Rom¨¢n: casi entera atravesada y un descabello (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada trasera -aviso y segundo aviso- (ovaci¨®n en el que mat¨® por Escribano); estocada, -aviso- (oreja). Sufri¨® una herida en la regi¨®n gl¨²tea de 5 cent¨ªmetros que lesiona fascia superficial y gl¨²teo mayor. Pron¨®stico: leve.
Roca Rey: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y estocada (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas. 30 de mayo. Decimos¨¦ptima corrida de feria. Lleno de "No hay billetes" (23.624 espectadores seg¨²n la empresa). Al festejo asistieron el rey em¨¦rito y la infanta Elena.
Pero ?estuvo bien Roca Roca, a la altura del compromiso de los toros de Adolfo Mart¨ªn que le tocaron en el bombo?
Pues no.
La impresi¨®n que produjo es que estuvo sin estar en ¨¦l, muy presionado, apesadumbrado, embotado, como superado por el serio compromiso. No hubo toreo de capote, ni quites, ni chicuelinas, ni gaoneras, ni arrucinas. Precavido en todo momento, sobre todo ante el descastado y complicado primero -una y no m¨¢s-, se tent¨® la ropa, y supo -lo sabr¨ªa de antemano- que un?adolfo es cosa seria. De ah¨ª, que pasara inadvertido ante su soso primero, despegado y sin confianza.
El comienzo de la corrida fue de pel¨ªcula. Atentos. Suenas clarines y timbales, y Escribano, capote en mano, se encamina hacia la puerta de toriles. ?Qu¨¦ valor!, comentan unos; ?qu¨¦ locura!, otros. Y se hace el m¨¢s absoluto silencio cuando el torero se arrodilla en los medios e indica al torilero que abra la puerta de los miedos.
M¨¢s de 23.000 almas posan su mirada en el lugar de los hechos y aguantan la respiraci¨®n. Escribano, inm¨®vil, y la frecuencia cardiaca en alto voltaje.
Uno, dos, tres, segundos, quiz¨¢s¡ La plaza entera esperaba que saliera ese toro de bella estampa, alto, desafiante, bien cornamentado y que, posiblemente, se frenar¨ªa antes de llegar al torero y lo pondr¨ªa en apuros.
Y sali¨®¡ una sardina ("Oye, cuidado con lo que dices, que es un?adolfo"). Bueno, pues sali¨® un torete; mejor, un toro arm¨®nico, bonito, estrecho de sienes, como dicen los muy cursis, just¨ªsimo de trap¨ªo e impropio de esta plaza.
Y oh, sorpresa. Los tendidos quedaron en silencio porque era un?adolfo, respetabil¨ªsimo hierro, pero si el toro luce otra divisa se forma aqu¨ª la marimorena.
Lo que es la vida¡
Despu¨¦s, el toro fue un bendito, pariente cercano de los artistas de Domecq. Blando, nobil¨ªsimo, soso, que embisti¨®, cuando lo hizo, con fijeza y dulzura. Un artist¨®n indolente. Escribano, que lo banderille¨® con mucha soltura, insisti¨® sin mucho sentido, en una faena de muleta eterna y cansina, y nada bueno pudo sacar del bonancible comportamiento de su oponente.
Completamente distinto fue el cuarto. Luc¨ªa dos pitones largamente astifinos en el cuerpo de un serio se?or toro de gran trap¨ªo. Lo pic¨® muy bien Juan Francisco Pe?a, acudi¨® alegre y con fiereza a las banderillas, y Escribano se luci¨® en los dos primeros pares, y fall¨® en el tercero, que cit¨® sentado en el estribo y con intenci¨®n de hacer el quiebro por dentro.
Sobre el papel, era el toro de la tarde. El torero lo esper¨® en el centro del anillo, cit¨® de lejos y lo recibi¨® con dos pases cambiados por la espalda en otro de los momentos verdaderamente emocionantes del festejo. El animal embisti¨® con templanza y fijeza, y el torero estuvo a la altura en dos buenas tandas con la derecha. El tendido apost¨® por el toro, cada vez m¨¢s tardo en sus embestidas, al tiempo que el animal no olvid¨® su sangre, y en un muletazo por la izquierda enganch¨® al torero y lo corne¨® gravemente en el muslo izquierdo.
Rom¨¢n sal¨ªa de la enfermer¨ªa cuando entraba Escribano. Le hab¨ªa producido un puntazo el segundo de la tarde, soso y de malas intenciones. Y se desquit¨® ante el quinto, encastado y fiero, al que el valenciano le hizo frente con firmeza, valor, pundonor y una muy valiosa entrega. Muchos muletazos de su intensa faena tuvieron enjundia y profundidad, y pase¨® con todos los honores una muy merecida oreja.
?Adolfos? No te puedes fiar. No perdonan. No son toros f¨¢ciles. Miden y aprenden. Las figuras huyen de ellos. Y Roca ya habr¨¢ pensado aquello de "Una y no m¨¢s".
La corrida del viernes
Toros de Alcurruc¨¦n, para David Mora, Paco Ure?a y ?lvaro Lorenzo.
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