Colof¨®n sinf¨®nico con otro aroma
La violinista Alina Ibragimova y el director Thierry Fischer culminan con la Orquesta del Siglo de las Luces la 49? temporada de Iberm¨²sica
Madrid se rinde estos d¨ªas a la m¨²sica de Richard Strauss. Y no tanto a sus composiciones m¨¢s conocidas, como sus ¨®peras Salom¨¦ y El caballero de la rosa, o a sus omnipresentes poemas sinf¨®nicos, como As¨ª habl¨® Zaratustra y Una vida de h¨¦roe, sino a los extremos m¨¢s rec¨®nditos de su cat¨¢logo. El pasado lunes, el Teatro Real estren¨®, por vez primera, una producci¨®n de su ¨²ltima composici¨®n esc¨¦nica, Capriccio. Anteayer, mi¨¦rcoles, la Fundaci¨®n Juan March culmin¨® un ciclo centrado en sus tempranas composiciones camer¨ªsticas y sus primeros Lieder, donde se ha podido escuchar, por ejemplo, su poco conocida Sonata para violonchelo, de 1883. Y ayer, jueves, Iberm¨²sica clausur¨® su temporada con su tambi¨¦n infrecuente Concierto para viol¨ªn, que Strauss culmin¨®, en 1882, con 18 a?os. Era la primera vez que se escuchaba en este ciclo decano de m¨²sica cl¨¢sica. Pero, adem¨¢s, la obra sirvi¨® como presentaci¨®n de la violinista ruso-brit¨¢nica Alina Ibragimova junto a la londinense Orquesta del Siglo de las Luces u Orchestra of the Age of Enlightenment (OAE), especializada en instrumentos de ¨¦poca.
ORCHESTRA OF THE AGE OF ENLIGHTENMENT
Obras de Elgar, Strauss y Sibelius.
Alina Ibragimova, viol¨ªn. Thierry Fischer, direcci¨®n.
Iberm¨²sica. Temporada 49?.
Auditorio Nacional de Madrid, 30 de mayo.
Ibragimova (Polevskoy, 1985) representa un ideal de violinista moderna. Inici¨® sus estudios en la Escuela Gnessin de Mosc¨² y los prosigui¨® en la Escuela Yehudi Menuhin, despu¨¦s de trasladarse a Inglaterra con diez a?os, donde su padre, Rinat Ibragimov, sigue siendo primer contrabajo (ahora ya em¨¦rito) en la Sinf¨®nica de Londres. Pero termin¨® buscando su propio camino al alternar pr¨¢cticas modernas e historicistas. Llam¨® la atenci¨®n internacional, en 2009, con una excepcional grabaci¨®n de las Sonatas y Partitas para viol¨ªn solo, de Bach (Hyperion). Y se convirti¨® en una artista multiforme que no solo mantiene la actividad tradicional como solista con orquestas sinf¨®nicas y tiene un d¨²o con el pianista C¨¦dric Tiberghien, sino que tambi¨¦n lidera el Cuarteto Chiaroscuro con instrumentos de ¨¦poca y colabora con formaciones historicistas, como la referida OAE. Con ellos grab¨® los conciertos de Mendelssohn, en 2011, bajo la direcci¨®n de Vlad¨ªmir Y¨²rovski. Y esta interpretaci¨®n del Concierto para viol¨ªn de Strauss supon¨ªa, de hecho, otra colaboraci¨®n similar, aunque la indisposici¨®n del director de orquesta ruso haya provocado su sustituci¨®n por el suizo Thierry Fischer (Zambia, 1957), que se ha hecho cargo de la gira por Valencia y Madrid in extremis sin alterar el programa. Fischer es un antiguo flautista, que trabaj¨® con Abbado y Harnoncourt en la Orquesta de C¨¢mara de Europa, pero que a partir de los noventa ha hecho una importante carrera como director y, especialmente, al frente de la Sinf¨®nica de Utah, que dirige como titular desde 2009.
El Concierto para viol¨ªn de Strauss, aunque sea una composici¨®n de juventud y formalmente cl¨¢sica, permite adivinar detalles interesantes del futuro gran compositor. Ayer en Madrid, Ibragimova se emple¨®, desde el principio, en resaltar los contrastes de la obra. En el Allegro inicial, opuso los dos temas de la exposici¨®n. Afil¨® con car¨¢cter y bravura el virtuosismo del primero, a pesar de su dificultad para hacerse escuchar con su viol¨ªn Anselmo Bellosio de 1775. Pero fue el expresivo segundo tema, musicalmente a la altura de un Brahms e introducido por una exquisita formaci¨®n camer¨ªstica liderada por la trompa (un claro homenaje al padre del compositor), donde Ibragimova mostr¨® su capacidad para poseer la m¨²sica que toca. La obra mejora mucho en el Lento ma non troppo central. Ahora la violinista se deleit¨® haciendo m¨²sica de c¨¢mara y, especialmente en la secci¨®n central, donde el viol¨ªn toca a d¨²o con la trompa: otro homenaje a la figura capital del padre del joven compositor, Franz Strauss, que era trompa solista de la ?pera de la Corte b¨¢vara. Pero faltaba el chispeante y dificil¨ªsimo Rondo final, donde Ibragimova lider¨® con personalidad y elev¨® musicalmente los episodios m¨¢s expresivos.
La OAE ofreci¨® un acompa?amiento solvente en Strauss, pero destac¨® m¨¢s en la obra que abri¨® el concierto: la Serenata para cuerda en mi menor, de Edward Elgar. Se trata, otra vez, de una composici¨®n temprana, redactada en 1892 a partir de unas piezas anteriores, pero donde reconocemos los estilemas sonoros de este compositor. La obra se presentaba por vez primera en Iberm¨²sica, a pesar de que es m¨¢s conocida y habitualmente programada que el concierto de Strauss. Bajo la precisa mano de Fischer, la OAE luci¨® un empaste sonoro muy especial. Con esa opacidad de la cuerda de tripa y la supresi¨®n del moderno vibrato, aunque su disposici¨®n, con los violonchelos a la derecha del director, diste mucho de lo hist¨®ricamente informado. No obstante, al frente de cada secci¨®n, escuchamos a reputadas instrumentistas, todas ellas mujeres, mayoritariamente j¨®venes y con una amplia experiencia en formaciones de ¨¦poca, como las violinistas Julia Kuhn y Margaret Faultless, la violista Simone Jandl, la violonchelista Luise Buchberger y la contrabajista Margaret Urquhart.
Pero lo mejor del concierto lleg¨® en la segunda parte con la Segunda sinfon¨ªa, de Jean Sibelius. Se trataba de la composici¨®n central de un programa que pretend¨ªa, seg¨²n reconoce la OAE en su p¨¢gina web, ser una ¡°definitiva celebraci¨®n musical de la libertad¡±, ya que esta sinfon¨ªa, estrenada en 1902, fue aclamada ¡°como una declaraci¨®n contra la ocupaci¨®n rusa y una orgullosa afirmaci¨®n de la identidad nacional finlandesa¡±. En realidad, este es un mito que fue difundido por directores de orquesta, como Kajanus y Schn¨¦evoigt, y, sobre todo, por el compositor y music¨®logo Ilmari Krohn, que la titul¨® ¡°Lucha de los finlandeses por la libertad¡± e incluso redact¨® un programa para explicar cada uno de sus cuatro movimientos en clave pol¨ªtica y social. Sibelius se afan¨® siempre por desmentir esas interpretaciones, aunque es posible deducir algunos planteamientos program¨¢ticos nada nacionalistas a trav¨¦s de sus anotaciones y bocetos de la obra. De su dise?o compositivo, aparentemente fragmentario, el propio Sibelius reconoci¨® que era ¡°como si el Todopoderoso hubiera dejado caer pedazos de un mosaico del piso del cielo y me hubiera pedido que los juntase¡±. Thierry Fischer empez¨® su versi¨®n, ayer en el Auditorio Nacional, detallando con mimo cada ¡°pedazo del mosaico celestial¡±, en el Allegretto que abre la obra, pero sin trazar un rumbo org¨¢nico en esa compleja sucesi¨®n de patrones repetidos, yuxtapuestos y hasta superpuestos.
Todo cambi¨® en el Tempo andante, ma rubato. Ahora el director suizo exprimi¨® los contrastes entre los dos temas, uno que Sibelius denomina?Don Juan y el otro?Christus. El primero, con esos pizzicatos como pisadas nerviosas y con los fagotes convertidos en la encarnaci¨®n sonora del convidado de piedra, lo encamin¨® perfectamente hacia un cl¨ªmax tormentoso. Y, en el segundo, gestion¨® idealmente ese paso de lo tempestuoso a lo espiritual, con la modulaci¨®n desde el oscuro re menor al celestial fa sostenido mayor. Toda una revelaci¨®n con estos instrumentos, donde todo adquiere otro color y hasta otro aroma. El Vivacissimo fue otro momento destacado de la noche, con esas cuerdas palpitantes encastadas por los timbales en el scherzo. Y el tr¨ªo convertido en m¨²sica de c¨¢mara, con magn¨ªficas intervenciones de los solistas que tiene esta formaci¨®n: el obo¨ªsta Nicholas Daniel, el clarinetista Antony Pay y la flautista Lisa Beznosiuk. Pero en el Finale volvimos a los referidos problemas de rumbo del primer movimiento a la hora de gestionar esa obstinada urdimbre contrapunt¨ªstica en re menor y conducirla a la apoteosis final en re mayor. En todo caso, fue una versi¨®n francamente interesante y tambi¨¦n un apropiado colof¨®n para la temporada en Iberm¨²sica. La pr¨®xima habr¨¢ mucho que celebrar, pues ser¨¢ la 50?.
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