Las Ventas, ridiculizada
Esc¨¢ndalo en los tendidos al negarle el palco, acertadamente, una oreja a Gin¨¦s Mar¨ªn
Si Gin¨¦s Mar¨ªn llegar a salir por la Puerta Grande hubiera sido una flagrante injusticia. El presidente, con toda la raz¨®n, le neg¨® la oreja del sexto toro, de encastada nobleza, al que le hizo una labor intermitente, de escaso mando y al que mat¨® mal. Unas bernardinas finales exaltaron los ¨¢nimos y la gente pidi¨® el trofeo. La petici¨®n se ralentiz¨® porque los mulilleros remolonearon -no se sabe si con intenci¨®n- en exceso, y el asunto acab¨® en bronca gorda al palco y dos vueltas. Un gran rid¨ªculo de esta plaza, convertida en un sal¨®n de folcl¨®ricas.
GARCIGRANDE / CASTELLA, LORENZO, MAR?N
Cuatro toros de Garcigrande, el primero de Buenavista y el tercero de Domingo Hern¨¢ndez, justos de presentaci¨®n, cumplidores en los caballos, descastados y nobles; destacaron el tercero, por su gran clase, y el sexto, por su casta en el ¨²ltimo tercio.
Sebasti¨¢n Castella: tres pinchazos y un descabello (silencio); bajonazo descarado (algunos pitos).
?lvaro Lorenzo: pinchazo -aviso- y estocada (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Gin¨¦s Mar¨ªn: estocada (oreja); pinchazo y estocada (petici¨®n y dos vueltas al ruedo).
Plaza de Las Ventas. 5 de junio. Vig¨¦simotercera corrida de feria. Casi lleno (21.790 espectadores, seg¨²n la empresa). Asistieron el rey em¨¦rito don Juan Carlos y la infanta Elena.
Por lo dem¨¢s, a Gin¨¦s Mar¨ªn le toc¨® en primer lugar un bomb¨®n de dos orejas y le cort¨® solo una. Estuvo bien, elegante, con empaque y sabor, preocupado m¨¢s por componer la figura que de hacer la faena medida y compacta.
Mar¨ªn es un buen torero, pero no pudo o no supo estar a la altura del artistazo que tuvo delante, y eso no es buena cosa. Atesora condiciones excelentes para el toreo moderno, ese que exige ponerse bonito y acompa?ar la embestida del fiel oponente, pero le falt¨® la garra o, quiz¨¢, la inteligencia necesaria para cautivar con veinte muletazos precisos y salir por la puerta de la gloria.
Capote¨® a la ver¨®nica maravillosamente, y las dibuj¨® a placer en el recibo a ese toro; volvi¨® a gustarse en un quite, y el inicio de muleta fue elegant¨ªsimo y variado, de modo que la plaza, dormida hasta entonces, se dispuso a gozar.
Y el toro mostr¨® sus cualidades. ?Ay, el toro! Justo de presentaci¨®n, colorado de capa, y?Poeta de nombre. Un artista con una clase excepcional, fijeza, humillaci¨®n, dulzura, comp¨¢s¡ pero tan generoso comportamiento dec¨ªa muy poco de su casta brava y mucho de su apariencia corderil; es decir, que transmit¨ªa menos miedo que el carret¨®n de entrenamiento; y algo m¨¢s: permiti¨® a Mar¨ªn torear de sal¨®n, sin apreturas ni tensi¨®n. Y solo pase¨® una oreja. Para hac¨¦rselo pensar¡
Su labor fue, sin embargo, lo m¨¢s torero de la primera corrida incompleta de la feria, en la que estuvo acompa?ado por Castella y Lorenzo, que, sencillamente, no tuvieron su tarde.
Al torero franc¨¦s se le vio cansado, desganado, indolente¡ Cada cual tiene derecho a estar desilusionado por alg¨²n motivo; la mala pata es que coincida con un compromiso en San Isidro. Pero su imagen fue la de un obrero agotado y con dolor de cabeza. Qu¨¦ sopor y frialdad ante su soso primero y el deslucido cuarto.
Y ?lvaro Lorenzo pas¨® por Madrid sin dejar recuerdos, lo que no es preocupante para su inmediato futuro. Lance¨® a su primero con gusto a la ver¨®nica e ilusion¨® en el inicio de muleta por bajo en la que se comprob¨® la nobleza y fijeza del toro. Sin embargo, todo lo bueno acab¨® ah¨ª; a continuaci¨®n, una sucesi¨®n de muletazos insulsos a un animal que se aburri¨® con rapidez. Desapercibido qued¨® ante el soso quinto.
La corrida del jueves
Toros de El Puerto de San Lorenzo, para Antonio Ferrera, Miguel ?ngel Perera y L¨®pez Sim¨®n.
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