¡®Pose¡¯: Luz en un mundo de opresi¨®n, Sida y m¨¢scara de pesta?as
La serie de HBO reivindica el lado luminoso de las comunidades 'drag' del hostil Nueva York de 1987
Cada generaci¨®n siente que le ha tocado vivir en el peor momento, pero en el Nueva York de los ochenta, las minor¨ªas raciales que eran tambi¨¦n LGTBI ten¨ªan absoluta certeza. Al racismo, homofobia y transfobia que ya sufr¨ªan desde siempre hab¨ªa sumarle los peores momentos de la epidemia del Sida (para el final de la d¨¦cada, este virus hab¨ªa matado al doble de estadounidenses que la guerra de Vietnam, principalmente en las grandes ciudades); y, adem¨¢s, una oleada de neoconservadurismo liderada por Ronald Reagan dejaba claro que el futuro ideal era heterosexual y blanco. El mundo, desde las instituciones a los microorganismos, sencillamente no les quer¨ªa. Pero ellos se hab¨ªan inventado otro. Los ballrooms de drags, donde casas de hombres y mujeres fabulosamente vestidos del sexo opuesto compet¨ªan entre s¨ª en desfiles. Unos jueces puntuaban seg¨²n disfraz, el baile y la realidad (o mejor dicho, realness, la capacidad de parecer real).
Estos balls hab¨ªan empezado en el Harlem del siglo XIX y su popularidad hab¨ªa explotado en los a?os veinte, cuando llegaron a juntar a miles de personas, pero en los ochenta, con el clima apocal¨ªptico de virus, coca¨ªna y puritanismo que asfixiaba a estas minor¨ªas, las veladas cobraron una intensidad especial. La necesidad no solo de sobrevivir en la oscuridad sino de de darle sentido a una existencia que ah¨ª fuera se negaba result¨® en unas noches vibrantes de ruido y urgencia.
Son las noches que recrea Pose, la serie de HBO que el a?o pasado acab¨® en buena parte de las listas de lo mejor de la televisi¨®n en 2018 y que este mi¨¦rcoles regresa con una segunda temporada. El mundo sigue sin pasar por su mejor momento pero al menos ahora mira a las drags de otra forma. Hoy? les encuentra en desfiles de alta costura y en campa?as de Prada; el concurso televisivo RuPaul's Drag Race, que sigue la l¨®gica de los balls, es uno de los programas m¨¢s vistos en Netflix y de sus 12 temporadas han salido concursantes que hoy son millonarios. Una de ellas protagoniza el nuevo anuncio de McDonald's en Estados Unidos. Y la est¨¦tica y los bailes de aquellas noches, en particular el vogueing creado por las drags y apropiado por Madonna en 1990, est¨¢n presentes en galer¨ªas de arte y teatros de todo el mundo.
¡°Tiene mucho que ver con varios de los movimientos que se aglutinan dentro del activismo afroamericano, especialmente Black Lives Matter", explica Manuel Segade, director del Centro de Arte Dos de Mayo, que en 2017 trajo a Espa?a una exposici¨®n de vogueing. ¡°Defienden mucho la interseccionalidad, o sea, mezclar la clase social, g¨¦nero y raza. Si eres trans, gitana y pobre, no vives cada uno de estos rasgos por separado. Y el mundo del ball representa muy bien la combinaci¨®n de minor¨ªas. De hecho, el vogueing se ha convertido en un icono de este movimiento¡±.
Pose explota el que una escena tan vibrante resulte hipn¨®tica, sobre todo para los espectadores blancos. Pero tiene la particularidad de filmarla con dinero y cari?o, dos elementos ausentes en pr¨¢cticamente todos los retratos que se le han hecho anteriormente. Los balls eran un refugio de luz para estas personas de dif¨ªcil encaje en una familia tradicional, pero, vistos por un ojo poco entrenado, pueden aparentar sordidez e insalubridad. La imagen de un hombre con peluca ha tenido durante d¨¦cadas la capacidad de aterrar; y muchos de los concursantes o bien eran sin techo o trabajadores sexuales o bien hab¨ªan sufrido abusos de alguna forma u otra. Pero la serie se aprovecha que hay m¨¢s ojos entrenados que nunca. El artista Rashaad Newsome empez¨® en 2012 a organizar balls en Nueva York para acercar esa cultura al mundo del arte. En 2015, hubo exposiciones en el Brooklyn Museum y luego en el MOMA PS1. De ah¨ª, solo se hicieron m¨¢s y m¨¢s presentes en la cultura popular y en el arte contempor¨¢neo, l¨®gicamente interesado en la est¨¦tica de las protestas.
La serie lo apuesta todo a la idea de que se puede entender el presente examinando los ochenta, pero su vocaci¨®n hist¨®rica es otra: encaja en la campa?a de su productor, el poderoso Ryan Murphy (Glee, American Horror Story), por contar la historia LGBTI. En los ¨²ltimos a?os, ha estrenado en HBO una adaptaci¨®n de una legendaria obra de teatro sobre el Sida, Un coraz¨®n normal y para la cadena FX, ha rodado una f¨¢bula de alienaci¨®n gay en los noventa, con American Crime Story: Versace (disponible en Espa?a en Netflix). Dentro de poco, estrenar¨¢ en la plataforma una pel¨ªcula nueva de Los chicos de la banda, una pieza teatral sobre seis amigos gais escrita antes de que se organizase el primer Orgullo y que refleja hasta qu¨¦ punto el odio a uno mismo era parte de la experiencia homosexual cuando luchar por ser aceptado no era ni una opci¨®n.
Seguramente le pase lo mismo a demasiada gente aun 60 a?os despu¨¦s. Pero al menos, y por lo que pueda valer, algunos de ellos podr¨¢n ver?Pose,?donde?una drag queen se maravilla por la belleza del ball al que se aferra para sobrevivir. ¡°Qu¨¦ suerte tenemos¡±, comenta. ¡°Nos definimos a nosotras mismas¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.