Para predecir el futuro hay que olvidarse del presente

Julio Verne public¨® De la Tierra a la luna en 1865, y situ¨® el lugar del lanzamiento en Florida, muy cerca de Cabo Ca?averal. Adem¨¢s, el viaje de la novela duraba cuatro d¨ªas y una hora, casi la duraci¨®n exacta del trayecto del Apolo XI. Todo ello achacable a la casualidad, pero, ?por qu¨¦ ubic¨® la haza?a en Estados Unidos? En 1865 ning¨²n europeo culto cre¨ªa que aquel pa¨ªs fuera algo m¨¢s que un pu?ado de colonias que luchaban en una guerra civil y estaban rodeadas por salvajes. La ciencia, el dinero y el talento estaban en Par¨ªs y en Londres, no en Florida.

Verne acert¨® porque quiso ser inveros¨ªmil. Busc¨® el pa¨ªs m¨¢s improbable para la haza?a y convirti¨® su novela en profec¨ªa porque el futuro solo se deja predecir cuando te desentiendes de ¨¦l. Los relatos futuristas fracasan al intentar ser veros¨ªmiles, es decir, suenan cre¨ªbles porque cuentan cosas que a nadie le extra?ar¨ªa que pasasen y que hasta los peri¨®dicos advierten que pueden pasar.

Por ejemplo, la ¨²ltima genialidad de la tele brit¨¢nica, Years and years, estremece al espectador porque toma los miedos de un brit¨¢nico de 2019 (que Trump declare la guerra a China, una crisis masiva de refugiados, una nueva quiebra bancaria, la emergencia de l¨ªderes populistas con regustillo fascista¡­) y los ha estirado un poco. Ha narrado esa guerra y esa irrupci¨®n populista -que con Emma Thompson ser¨ªa m¨¢s llevadera que con Ortega Smith- y ha compuesto un mundo que se parece mucho al nuestro y halaga los prejuicios m¨¢s cenizos sobre el apocalipsis.

Por eso no acertar¨¢, porque no habla del futuro sino del presente, y como tal conviene leerlo, como radiograf¨ªa de las angustias de hoy. Para narrar el futuro hay que hacer como Verne y buscar el relato menos cre¨ªble de todos los posibles. Ese es el que se cumplir¨¢.