Pol¨ªticamente correcto
Es mejor desentonar un poco con la propia cofrad¨ªa y buscar los puntos en los que el adversario parece razonable
La calificaci¨®n de una opini¨®n como correcta o incorrecta dice muy poco acerca de su correcci¨®n. Por supuesto que el pensamiento no es una actividad que ratifica lo que hay, una mera constataci¨®n de la realidad. Cuando pensamos bien ponemos en juego expectativas, juicios y valores acerca de la realidad que pensamos, y esta queda as¨ª impugnada de alguna manera. Pensar es, en ocasiones, una manera de decirle que no a la realidad, a los hechos inaceptables. Es cierto que algunas de nuestras opiniones, m¨¢s que ser nuestras, son opiniones a trav¨¦s de las cuales otros opinan por nosotros. Y en la medida en que es propio, el pensamiento implica ausentarse de los lugares comunes, desentonar y diferenciarse de los otros. Ahora bien, para pensar contra la corriente har¨ªa falta al menos que hubiera una corriente de pensamiento.
La discrepancia est¨¢ sobrevalorada, pero no porque falten motivos para discrepar sino porque la discrepancia se ha convertido en la nueva normalidad y ser cr¨ªtico no es un gran valor all¨ª donde todo el mundo quiere ser cr¨ªtico. Buena parte del desconcierto de nuestra ¨¦poca se debe precisamente a que no tenemos una tradici¨®n consolidada que cuestionar, un poder dominante al que desafiar o un enemigo identificable. La transgresi¨®n sobreact¨²a.
La discrepancia est¨¢ sobrevalorada, pero no porque falten motivos para discrepar sino porque la discrepancia se ha convertido en la nueva normalidad
El pensamiento no es un esc¨¢ner, pero tampoco un automatismo de rechazo. Adaptarse o destacar no son por s¨ª mismos criterios de racionalidad. Adem¨¢s, entre ser intempestivo y pasar a ser anacr¨®nico hay una diferencia muy tenue. Ese paso se da cuando uno deja de se?alar cosas relevantes pero inc¨®modas y se apunta a los linchamientos f¨¢ciles. El pensamiento cr¨ªtico deber¨ªa proporcionarnos precisamente aquello que no se espera del pensamiento cr¨ªtico. Criticar lo que nadie ha criticado antes o bajo un aspecto que no hab¨ªa sido considerado hasta ahora, esta podr¨ªa ser la divisa de una nueva econom¨ªa pol¨ªtica de la cr¨ªtica intelectual.
Para todo lo que no sea banal, el acierto tiene tan poco que ver con la originalidad como con el n¨²mero de quienes nos acompa?an en una determinada opini¨®n. El pensamiento vive del contraste y la pluralidad; es imposible tanto all¨ª donde todo coincide como donde no hay ninguna coincidencia. Si no estuvi¨¦ramos rodeados de opiniones distintas de las nuestras, no sabr¨ªamos cu¨¢les son nuestras opiniones y, sobre todo, que son nuestras.
El uso de la expresi¨®n ¡°pol¨ªticamente correcto¡± para descalificar las posiciones intelectuales de otro revela que consideramos que su ¨¦xito radica en una astuta maniobra de adaptaci¨®n y, por tanto, no se la merece, mientras que, indirectamente, damos a entender que nuestra falta de reconocimiento p¨²blico se debe a la propia integridad; sabr¨ªamos lo que habr¨ªa que hacer para acceder a las cumbres del ¨¦xito pero nos lo impide el elevado concepto que tenemos de nuestra independencia. Esta actitud es mezquina y equivocada a la vez.
La mezquindaz se debe a que esta estrategia nos impide reconocer el m¨¦rito ajeno y lo que en nosotros es mejorable, una actitud sin la que es imposible la vida intelectual. El error de diagn¨®stico obedece a desconocer que en una sociedad plural y fragmentada hay muchas versiones de lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡± y uno se adapta o desentona seg¨²n a qu¨¦ mundo quiere halagar (est¨¢n los conservadores o los progresistas, por ejemplo, cada uno con sus convenciones y reconocimientos; lo que es un lugar com¨²n en cierta ¨¦poca puede dejar de serlo con el paso del tiempo¡). Trat¨¢ndose de pensar, el objetivo no deber¨ªa ser concordar con la propia tribu ni discrepar de la contraria. Lo mejor ser¨ªa acabar con todas ellas, pero mientras ese tipo de congregaciones sean inevitables, habr¨ªa que aconsejar justo lo contrario: es mejor desentonar un poco con la propia cofrad¨ªa y tratar de buscar los puntos en los que el adversario parece razonable. En cualquier caso, pensar es lo mas contrario del automatismo, sea este acomodaticio o provocador; ambas actitudes son formas de conformismo.
Dicen que el c¨ªnico Di¨®genes de S¨ªnope quiso ser enterrado boca abajo para yacer correctamente cuando el mundo diera la vuelta. Prefiri¨® discrepar de su presente y coincidir con la posteridad. Esta curiosa articulaci¨®n del corto y largo plazo podr¨ªa considerarse como la mejor expresi¨®n del dilema del oportunismo. ?Es preferible coincidir con los contempor¨¢neos o con la posteridad, con los de aqu¨ª o con los de all¨¢? Probablemente, trat¨¢ndose del ejercicio de la raz¨®n, lo mejor es estar de acuerdo con uno mismo y convertir a la realidad en el ¨¢rbitro que dictamine acerca de dicha coincidencia, le deje esto a uno s¨®lo o con la mayor¨ªa. Lo decisivo no es quedarse solo ni procurarse una c¨®moda compa?¨ªa. Ni la contradicci¨®n ni la concordancia son por s¨ª mismas un criterio de verdad.
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