Joaqu¨ªn Sabina en el jard¨ªn de las delicias
La pasi¨®n por los libros del m¨²sico naci¨® con Julio Verne y con Salgari, cuando quer¨ªa ser "un escritor humilde, profesor machadiano en un instituto de provincias"
El Bosco hubiera pintado aqu¨ª, en la casa de Joaqu¨ªn Sabina, El jard¨ªn de las delicias y le hubieran sobrado objetos. Est¨¢ sentado en una butaca rotunda y bajita, de color marr¨®n, acogedora, ante una mesa en la que tienen su sitio el cenicero, un fanal, unos tocados o sombreros chinos "como de hojalata", flores secas, una vela en estado de reposo, un cubo de zinc, un libro abierto, papeles donde tiene apuntadas citas o versos, un libro gordo de Botero. Y detr¨¢s hay un piano. Delante y alrededor, una hermosa biblioteca. ?l mira al frente, como si se dirigiera al pasado o a los libros.
Por la casa hay cuadros viejos, de toreros o de amigos, ediciones repetidas de los libros que ha querido. Mucha poes¨ªa. Y est¨¢ ¨¦l, claro, fum¨¢ndose el cigarrillo de ese instante ante una copa min¨²scula que, como se sabr¨¢ cuando nos despedimos ("?Jimena, tr¨¢eme otro tequila!"), es de tequila.
La casa es como el jard¨ªn de las delicias, pues; Jimena, peruana, lo ha hecho medio peruano. Pero ¨¦l era ya de C¨¦sar Vallejo. Hay algo en la Nube negra (que Luis Garc¨ªa Montero escribi¨® para ¨¦l en muy dif¨ªcil circunstancia) de ese Vallejo que hizo de su alma un espejo de la tristeza. En sus lecturas est¨¢n los peruanos (Mario Vargas Llosa, que fue lectura prematura, y que ahora es su amigo), y est¨¢ la historia peruana, porque ¨¦l cuando quiere es que quiere de verdad. En Londres, de joven transterrado, cantaba en bares baratos, a veces ¨²nicamente para no estar solo. Siempre ley¨®, adem¨¢s, para no estar solo. "Leyendo nunca est¨¢s solo".
Esa pasi¨®n por los libros naci¨® con Julio Verne y con Salgari. Entonces ¨¦l quer¨ªa ser "un escritor humilde, profesor machadiano en un instituto de provincias", hasta que las canciones le dieron la posibilidad de publicar poemas. En lo m¨¢s profundo del hueso de su memoria est¨¢n su padre ("Honrado hasta el colmo, apost¨®lico, romano, franquista") y su madre, "una se?orita de provincias que se iba a quedar soltera". Al padre la Rep¨²blica lo sac¨® del seminario "y, naturalmente, lo que hizo fue pasarse al otro bando". Y en la historia de sus lecturas est¨¢n Las mil mejores poes¨ªas de la lengua castellana, de cuyas mil se sabe cantidad, de Quevedo y Garcilaso en primer t¨¦rmino. Hijo de su tiempo (naci¨® en 1949, en ?beda), se hizo adolescente con El capit¨¢n Trueno, El Jabato y Roberto Alc¨¢zar, pero luego fue incapaz de encontrar en la provincia ni uno solo de los libros prohibidos. Granada, donde estudi¨®, "el Parnaso", donde fue mordido para siempre por Pablo Neruda y por Vallejo. Con Neruda se met¨ªan los vallejianos, porque se re¨ªa "y com¨ªa estupendamente". A ¨¦l le gustaban los dos. Luis Cernuda complet¨® la suma. Am¨¦rica se meti¨® despu¨¦s en su desorden de pasiones. El boom "de Mario y de Gabo¡ Y mucho mucho Rulfo y Onetti".
La gente lo ve re¨ªr en los escenarios; su leyenda lo sit¨²a en la noche de las carcajadas, pero en su biograf¨ªa velada, la que no est¨¢ en los escaparates, la melancol¨ªa incendia sus versos. "La melancol¨ªa nace en las tabernas y no en los conservatorios. De ah¨ª el cantante bohemio que alguna vez fui". La noche es su territorio, "pero los tel¨¦fonos m¨®viles y los selfis me han echado de los bares". Solitario de muchas compa?¨ªas, siempre quiso que sus amigos se llevaran bien, y cree que esa especie de casamentero que lleva dentro le viene de su padre: "Era un componedor, de ¨¦l me viene ese tipo de bondad cristiana".
A ¨¦l lo salvaron aquellos versos, Nube negra. "Llevaba seis meses con una depresi¨®n muy gorda. Est¨¢bamos en Rota, Luis vive al lado; vino una ma?ana, me tir¨® unos versos, y me grit¨®: '?Toma, imb¨¦cil!, esto es lo que ten¨ªas que haber escrito t¨²". Es la historia de la depresi¨®n y es ahora la canci¨®n en la que, como escribi¨® Jaime Gil de Biedma, ya se sabe que la vida iba en serio. "Cre¨ª que era inmortal; el ictus y la depresi¨®n y el poema de Luis me pusieron en mi sitio". Lo que queda para siempre es el miedo: "Un fantasma que te grita ???cuidado!!!".
Ahora se va de gira a Am¨¦rica con Joan Manuel Serrat. Esa es una amistad fresca, dispuesta como en una mesa alegre por las parejas de ambos, Yuta, Jimena. "?l es el maestro absoluto. Y ellas son las mejores amigas del mundo. ?Imagina si estas dos brujas se caen mal, qu¨¦ ser¨ªa esa gira!". La amistad obliga "a estar a la altura de ese amigo". Y a regalar canciones, como aquel Pueblo con mar que le dio a Enrique Urquijo. Estar con Sabina, incluso de d¨ªa, es como entonar el himno a la alegr¨ªa en el jard¨ªn de las delicias. Al final, ¨¦l brinda con el ¨²ltimo tequila, lejos de la nube negra.
Babelia
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