Un ancla y una pieza de madera: los arque¨®logos se acercan a los barcos de Cort¨¦s
Los investigadores estrechan el cerco sobre la flota del extreme?o, hundida en la costa de Veracruz hace ahora 500 a?os. EL PA?S acompa?a la b¨²squeda
![Pablo Ferri](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fc2003e6e-5a23-4c32-a186-028efada08b1.jpg?auth=feac767e906c444a1d78551021099aeccaea8f68a75ae64241d7cbfb911ae7be&width=100&height=100&smart=true)
![Arqu¨¦ologos en la bah¨ªa de Villa Rica, durante la b¨²squeda de los barcos de Cort¨¦s.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CCF7EHKR7H56IJP73GQPKU6LSM.jpg?auth=5517e00d2d0f9b89a826ac28169cc892924eea5abce9066eaa0ff796d1566a99&width=414)
I.
Mientras los arque¨®logos bucean a unos 14 metros de la superficie, Adri¨¢n y Manuel bromean a proa, amagando con saltar de la lancha y darse un ba?o y as¨ª combatir el calor terrible del Golfo de M¨¦xico. Adri¨¢n y Manuel Franco, 25 y 30 a?os, son primos y pescadores de huachinango (o pargo rojo, un pez que abunda en el golfo de M¨¦xico), aunque en los ¨²ltimos dos veranos han hecho equipo con un grupo de arque¨®logos para buscar los barcos hundidos de Hern¨¢n Cort¨¦s. Los dos viven en la playa con sus familias, en un predio desordenado sobre la arena, donde se mezclan cuartos de madera y de obra, un comal para las tortillas, plantas, una mesa de pl¨¢stico y una palapa para los turistas.
Adri¨¢n y Manuel dicen que todos all¨ª en Villa Rica saben lo de los barcos. "Desde hace muchos a?os", dice el segundo, "aparecen tablas de madera en la orilla". Sin darle demasiada importancia, el pescador cuenta que hace unos meses otro lanchero sac¨® un ancla de la bah¨ªa y la vendi¨® en Xalapa. ?Un ancla antigua? "Un ancla antigua", a?ade y una sonrisa picarona se le escapa de entre los labios. Una travesura.
![Adri¨¢n Franco, en la lancha, mientras los arque¨®logos se preparan para bajar.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/BOW6PAY7J6OHCJVMMQHKPFXDVI.jpg?auth=585cf6544421584978b22be70b58f91c41b1fdce5f3e118b4e76412650977245&width=414)
Los primos saltan al agua, nadan, se alejan unos metros de la embarcaci¨®n. Desde all¨ª, a 800 metros de la orilla, la costa luce hermosa, verde y marr¨®n, a veces de un tono granate parecido al de la sangre seca. Es casi mediod¨ªa. Una brisa suave remolonea sobre la bah¨ªa atemperando moment¨¢neamente la sensaci¨®n de bochorno. Alejados los dos primos, un silencio de sal y algas se apodera de la barca. Apenas se escucha un ruido blando y constante, el flujo de burbujas que llega del fondo de mar. Son los arque¨®logos.
Por turnos, los investigadores bajan, buscan y excavan. Por segundo a?o consecutivo un equipo multidisciplinar rastrea el piso de la bah¨ªa en busca de pistas de los barcos de Cort¨¦s, hundidos frente a la playa hace ahora cinco siglos. El a?o pasado dieron con un ancla gracias al peinado que hicieron con los magnet¨®metros. Ayudados de una enorme aspiradora subacu¨¢tica, los arque¨®logos excavaron m¨¢s de un metro de arena y fango hasta llegar al ancla. Cuando por fin la liberaron y pudieron verla entera, no dudaron. Aquel viejo aparejo oxidado, aquel trozo de metal perdido bajo toneladas de sedimento, hab¨ªa pertenecido a un barco del siglo XVI.
II.
As¨ª lo escribi¨® Bernal D¨ªaz del Castillo, soldado de Cort¨¦s, autor de una de las historias m¨¢s completas del periplo del comandante y los suyos por Mesoam¨¦rica: "Estando en Cempoala, platicando con Cort¨¦s, le aconsejamos los que ¨¦ramos sus amigos que no dejase nav¨ªo alguno en el puerto, sino que luego diese al trav¨¦s con todos".
Cort¨¦s hundi¨® sus barcos en Villa Rica pero, ?por qu¨¦? D¨ªaz del Castillo apunta dos motivos. Uno, para que sus hombres no tuvieran la opci¨®n de volver a Cuba, de donde hab¨ªa partido la expedici¨®n. Entonces, Cuba era el centro del Nuevo Mundo y la intenci¨®n de Cort¨¦s era mudar el centro, fijarlo en lo que hoy es M¨¦xico. Dos, para sumar "maestres, pilotos y marineros" a su exiguo Ej¨¦rcito. Escribi¨® D¨ªaz del Castillo: "?de qu¨¦ condici¨®n somos los espa?oles para no ir adelante y estarnos en partes que no tengamos provecho y guerra?".
![Parte del equipo de arque¨®logos observa la bah¨ªa de Villa Rica desde las ru¨ªnas de Quiahuiztl¨¢n.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ERY5VGKQHPWS4ID5OGS6N3HU2E.jpg?auth=aed8b67730897aa2dba3d3629c454e6f9d78ccdf4ecf4bb21ec079d3e6142b24&width=414)
La expedici¨®n de Cort¨¦s hab¨ªa partido de la isla meses antes: 11 barcos, entre 600 y 700 hombres, 16 caballos -11 sementales y cinco yeguas-, 14 ca?ones, 13 escopetas y 30 ballestas. En poco tiempo trabaron amistad -sin duda una amistad interesada- con pueblos totonacas de la costa y la sierra. Cort¨¦s quer¨ªa aliados antes de iniciar su camino a Tenochtitlan. A la vez, deb¨ªa vestir de legalidad su empresa. El extreme?o no ten¨ªa permiso de ir al interior. Las instrucciones del gobernador de Cuba, Diego Vel¨¢zquez, su antiguo aliado, eran las que hab¨ªan sido para todos los exploradores hasta entonces: comerciar y batallar en caso necesario, pero no poblar. Desobedecer significaba la muerte, pero Cort¨¦s quer¨ªa ir a la ciudad de M¨¦xico a toda costa.
Conocedor de las leyes, el comandante ide¨® un plan. Se rode¨® de sus leales, fundaron un municipio sobre papel, Villa Rica y constituyeron el cabildo. Sus hombres le nombraron capit¨¢n general. Esto, en la pr¨¢ctica, romp¨ªa el v¨ªnculo con Cuba. Cort¨¦s se autonombrada interlocutor oficial del rey de Espa?a en el nuevo continente. Escribi¨® una carta al monarca, Carlos V, justificando el desaf¨ªo a Vel¨¢zquez, anunciando el futuro hallazgo de grandes riquezas. Prepar¨® un barco y mand¨® a dos de sus hombres a Espa?a con la carta y los tesoros que empezaban a acumular, regalos de los totonacas y de los enviados de Moctezuma, que intentaba, con los regalos, evitar su viaje a la capital. Figura controvertida, pocos historiadores ponen en duda el ingenio de Cort¨¦s en este asunto: para evitar el castigo del soberano, Cort¨¦s se invent¨® un pueblo en nombre de la corona.
Para entonces, primer semestre de 1519, la mayor parte de la expedici¨®n segu¨ªa en el viejo puerto de San Juan de Ul¨²a. Pero vista la pobre protecci¨®n que brindaba el litoral y la cantidad insoportable de mosquitos que les azotaba desde el atardecer, Cort¨¦s orden¨® buscar otro puerto. Fue as¨ª como llegaron a Quiahuiztl¨¢n, algo m¨¢s al norte. Fue all¨ª, en Quiahuiztl¨¢n, donde plasmaron sobre el terreno el municipio de papel que se hab¨ªa inventado Cort¨¦s. Fue all¨ª donde el capit¨¢n general de la Villa Rica dobl¨® la apuesta y orden¨® hundir sus propios barcos. Es all¨ª donde ahora, 500 a?os despu¨¦s, un grupo de arque¨®logos trata de buscar uno de los tesoros submarinos m¨¢s apetitosos del mundo.
III.
Una tarde a mediados de julio, los arque¨®logos Melanie Damour y Chris Horrell fueron a visitar las ruinas del fuerte de Cort¨¦s en Villa Rica. Ven¨ªan otros integrantes del equipo, entre arque¨®logos, antrop¨®logos, restauradores, un experto en cer¨¢micas antiguas, incluso el ingeniero, encargado de operar los magnet¨®metros, especie de imanes gigantes capaces de detectar variaciones en el campo magn¨¦tico del lecho marino.
Sin los investigadores resultar¨ªa dif¨ªcil identificar el fuerte, saber que all¨ª, alguna vez, se alz¨® la primera construcci¨®n de la Nueva Espa?a. Se trata de una parcela medio abandonada, irregular, en mitad de un pueblo que ya de por s¨ª parece todo menos un pueblo, m¨¢s bien un pu?ado de casas arrejuntadas entre la playa y la monta?a. No hay un letrero, ni siquiera una barda para evitar que nadie pase.
![A la izquierda, el tatuaje del conquistador y los barcos de Horrell. A la derecha, Damour, en el agua.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HFQ3VORBSNEOAXTYI3NIY3MTEY.jpg?auth=dff3a0060e58d7f55e3a42d39b17786eff8c66510ccc9da1ab430861a3bbe4a9&width=414)
Para los arque¨®logos, las visitas al fuerte son habituales, igual que las excursiones a las ru¨ªnas de Quiahuiztl¨¢n, en la monta?a. Son como plegarias, una ofrenda al dios de la buena fortuna. Una forma de conectar con lo que buscan.
Marido y mujer, Horrell y Damour se conocieron all¨¢ por el a?o 2000 en Florida, en un curso de arqueolog¨ªa que ambos cursaron para obtener su t¨ªtulo de maestr¨ªa. Damour, de 42 a?os, es delgada y rubia, de apariencia seria, impresi¨®n que se desvanece con el paso de los minutos. Criada en New Hampshire, descendiente de inmigrantes de Irlanda del Norte, fue una precoz aprendiz de buzo: su primera inmersi¨®n fue a los ocho a?os.
Doctor en arqueolog¨ªa, Horrell, de 49 a?os, es la imagen del bucanero reformado, un veterano de cien mil batallas mar¨ªtimas. Enamorado de la historia colonial espa?ola desde que era un cr¨ªo, el acad¨¦mico la homenajea con dos tatuajes en los gemelos. En uno lleva un guerrero azteca. En el otro, un conquistador y sus barcos.
Mano a mano con el mexicano Roberto Junco, arque¨®logo del Instituto Nacional de Antropolog¨ªa e Historia, Damour y Horrell coordinan el proyecto de b¨²squeda de los barcos de Cort¨¦s. La cuarta pata de la mesa es Fritz Hanselmann, gran experto en pecios del mar Caribe y en la figura del corsario Henry Morgan. Junco,?un hombre afable, capaz de organizar aventuras como esta en poco tiempo, recuerda que es la primera vez en cien a?os que se intenta encontrar los barcos. "Hace cien a?os, Francisco Del Paso y Troncoso ya los busc¨®. Es un honor seguir ahora sus pasos", dice. Los busc¨® y no los encontr¨®, aunque entonces no contaban con los equipos de ahora.
Aquella tarde, mientras Damour se agachaba para mirar unas piedras en el fuerte, Horrell se subi¨® a lo que queda de uno de los muros de la vetusta construcci¨®n. "La primera vez que vine aqu¨ª fue el a?o pasado", dijo, "aunque antes lo hab¨ªa visto muchas veces por Google Earth". El arque¨®logo se?al¨® la parte trasera del viejo fuerte. "All¨ª encontraron la tumba de un espa?ol. Yo creo que pudo ser la tumba de Juan Escalante, el hombre que hundi¨® los barcos por orden de Cort¨¦s". Horrell pas¨® un rato sobre el muro, con una cerveza, una corona light, en la mano. El calor a esa hora, pasadas las cinco de la tarde, era tremendo y la humedad agobiante. Ni ¨¦l ni Damour dijeron mucho m¨¢s. Horrell salt¨® del muro y antes de salir, murmur¨®: "Este es el lugar m¨¢s cool del mundo".
IV.
Mientras el grupo de arque¨®logos que estaba buceando llega a la superficie, el otro se prepara para bajar. Ha sido una inmersi¨®n corta, poco m¨¢s de media hora. Las lanchas son estrechas como cama de ni?o grande. Entre tanques, aletas, neveras llenas de agua y refrescos y cuerpos cubiertos de sal, la barquita parece m¨¢s bien una lata de sardinas.
Horrell ha dirigido la primera inmersi¨®n, cinco investigadores en total divididos en dos grupos. Dos van juntos y el resto medio libres. De los libres, Alberto, el fot¨®grafo de la expedici¨®n, se ha dedicado a tomar im¨¢genes de los dem¨¢s. El arque¨®logo Josu¨¦, capaz de resumir largos pasajes hist¨®ricos en cortas y emocionantes explicaciones -incapaz, luego, de repetirlo ante la c¨¢mara: le gana la verg¨¹enza- se ha encargado del detector de metales. Ilya, ingeniero canadiense, es el hombre del magnet¨®metro. Iris, gran experta en restos antiguos de los lagos del interior de M¨¦xico, ha ido con Horrell. Iris y ¨¦l se han encargado de escarbar la arena sobre la "anomal¨ªa".
![El ingeniero Ilya Enov, explica c¨®mo los magnet¨®metros detectan anomal¨ªas en el hotel de Villa Rica.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AWS5O454CDW4B2CU2RNLTRFHQU.jpg?auth=7013129f0aa5b70df9e141988b94797f62ab21a304f89b0b546b7bdf70742552&width=414)
Damour coordina el siguiente grupo. Mientras bajan, Horrell escribe en una libreta. Ilya desarma su peque?o magnet¨®metro manual, que su empresa, Marine Magnetics, ha desarrollado especialmente para la b¨²squeda de los barcos de Cort¨¦s. A simple vista parece un fideo gigante de color naranja, parecido al que usan los ni?os en las piscinas para aprender a nadar, solo que m¨¢s corto. En realidad, esta m¨¢quina ha sido un instrumento clave, porque permite afinar al mil¨ªmetro la posici¨®n de las dichosas "anomal¨ªas".
Durante la primera temporada de b¨²squeda, en julio del a?o pasado, los arque¨®logos cargaron dos grandes magnet¨®metros en las barcas de Adri¨¢n y Manuel y barrieron la bah¨ªa, unos seis kil¨®metros cuadrados. Trazaban una l¨ªnea recta, paralela a la costa, giraban en "u" y otra l¨ªnea recta. Si el paso de las barcas hubiera quedado marcado en el agua, desde arriba parecer¨ªa una carretera de alta monta?a. O una sucesi¨®n de eses barrigonas.
Ilya, que creci¨® en Kazajst¨¢n pero ha estudiado y vivido en Canad¨¢, explica que durante el barrido del a?o pasado marcaron 150 anomal¨ªas en el fondo del mar, es decir, 150 alteraciones del campo magn¨¦tico que podr¨ªan indicar que hay cuerpos de metal enterrados en la arena. Lo dif¨ªcil fue discriminar qu¨¦ anomal¨ªas pod¨ªan esconder restos de los barcos y cu¨¢les no.
De origen volc¨¢nico, la bah¨ªa de Villa Rica es en s¨ª una enorme sucesi¨®n de anomal¨ªas magn¨¦ticas. Miles de toneladas de rocas ¨ªgneas pueblan el subsuelo, rocas ricas en hierro. Es dif¨ªcil saber si una anomal¨ªa responde a una gran concentraci¨®n de piedras o a un aparejo de un barco antiguo. Un ancla, por ejemplo. Pero al final, cada alteraci¨®n magn¨¦tica es distinta, presenta una firma ¨²nica. Los arque¨®logos solo necesitaban encontrar algo debajo de una de las anomal¨ªas. De esa manera podr¨ªan desechar o dejar para el final las que fueran distintas o las que se parecieran menos.
"De eso 150 puntos pudimos priorizar 20. Y en eso estamos", dice Ilya.
V.
Adem¨¢s de los magnet¨®metros y los detectores de metales, los investigadores usan varillas de metal para sus pesquisas en las anomal¨ªas. Las hunden con fuerza en la arena y escuchan el ruido. Las anomal¨ªas y sus alrededores fungen de peque?os auditorios subacu¨¢ticos. La varilla es la batuta ante la orquesta de los arque¨®logos. Cuando los investigadores hunden el metal, el resto calla. Tac, tac, tac.
La primera ancla la encontr¨® Melanie Damour. Fue en julio pasado. Los arque¨®logos prefieren no especificar el lugar exacto para evitar saqueos o expolios como el que cuentan Adri¨¢n y Manuel. Fue aproximadamente a 800 metros de la costa, debajo de varias capas de arena y fango.
![Imagen de los arque¨®logos excavando el ancla, el a?o pasado.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6EXBHITG4BATDMH3B5C4EZLGPE.jpg?auth=7ba5d74671a72353f87d206e5d64d4cb222838a37a4be26d20318798bac9fbbe&width=414)
Despu¨¦s de horas de trabajo bajo el agua, Damour lleg¨® al viejo aparejo. Tuvo que escarbar m¨¢s de un metro de arena. Para su sorpresa, el ancla estaba activa, esto es, en posici¨®n vertical, no tumbada. Cuando habla de aquel d¨ªa recuerda aquella vez, hace ya muchos a?os, cuando encontr¨® una cabeza de flecha buceando en un r¨ªo en Florida. "Bueno, no exactamente una cabeza de flecha", matiza, "sino como una prueba, un intento de alguien que estaba aprendiendo. Y pens¨¦, 'wow, la ultima persona que toc¨® esto estaba practicando la habilidad que acabar¨ªa por alimentar a su familia".
Las anclas son elementos codiciados para este grupo de arque¨®logos. Con cinco siglos bajo el agua salada, la madera de los barcos puede haberse deshecho, pero el metal sigue ah¨ª, escondido bajo la arena. Cuando Cort¨¦s orden¨® hundir los barcos, sus hombres salvaron las partes que pod¨ªan serles ¨²tiles. Velas y ca?ones fueron transportados a la orilla, pero anclas y clavos, piensan los arque¨®logos, probablemente no.
En cuanto vio el ancla, Chris Horrell se dijo: "Esa ancla es del siglo XVI". El extremo del brazo del ancla, el mapa, se le hizo id¨¦ntico al de otras anclas del mismo periodo. "En mi vida he visto cientos de anclas", explica el experto. Horrell no se equivoc¨®. Pegado al ancla hallaron un trozo de madera. Cortaron un trocito y lo mandaron a varios laboratorios de M¨¦xico y de otros pa¨ªses. Hicieron estudios de carbono 14 y espectrometr¨ªa de masas. En octubre del a?o pasado llegaron los resultados: la madera hab¨ªa pertenecido a un tronco de roble rojo del Pa¨ªs Vasco. Madera de un ¨¢rbol talado entre 1470 y 1490. "Ahora ya tenemos que encontrar el barco y entonces ya, me mudar¨¦ aqu¨ª", bromea Horrell.
A finales de julio, la emoci¨®n de Junco, Damour, Horrell y los dem¨¢s apuntaba a varias anomal¨ªas, todas cercanas al ancla. Hab¨ªa una en especial que seg¨²n los arque¨®logos podr¨ªa esconder los restos de un barco. ¡°Es un ¨¢rea de ocho metros cuadrados la que estamos excavando¡±, dice Junco. 500 a?os de historia en el espacio que ocupan dos mesas de pimp¨®n.
Sobre la firma
![Pablo Ferri](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fc2003e6e-5a23-4c32-a186-028efada08b1.jpg?auth=feac767e906c444a1d78551021099aeccaea8f68a75ae64241d7cbfb911ae7be&width=100&height=100&smart=true)