El cine como destino
El libro de Antonio Drove sobre Douglas Sirk es tambi¨¦n el retrato de una generaci¨®n que construy¨® su identidad en la oscuridad de las salas de proyecci¨®n
No deber¨ªa sorprender que cuando el director y guionista espa?ol Antonio Drove se sent¨® en junio de 1982 ante el cineasta alem¨¢n Douglas Sirk, entonces ya un anciano retirado, hablasen del destino y la vida tanto o m¨¢s que de cine. Para la generaci¨®n de Drove (Madrid, 1942-Par¨ªs, 2005), el cine era exactamente eso, vida y destino. Aquel encuentro fue, en palabras del autor de El t¨²nel, adaptaci¨®n del cl¨¢sico de Ernesto Sabato, una epifan¨ªa, es decir, un ¡°rel¨¢mpago de gracia en el que se desvela el sentido profundo de las cosas, las personas y de uno mismo¡±.
Drove viaj¨® entre el 23 y el 27 de junio de 1982 con el apoyo de Televisi¨®n Espa?ola con la misi¨®n de entrevistar al director de Escrito sobre el viento en su casa de Lugano. El fin era realizar una serie de 15 programas de la televisi¨®n p¨²blica titulados Directed by Douglas Sirk y que servir¨ªan como introducci¨®n a sus pel¨ªculas. Pero lo que ocurri¨® all¨ª fue algo mucho m¨¢s trascendental. Drove aterriz¨® en Lugano emocionalmente roto, enfermo y an¨ªmicamente destruido, pero despeg¨® de la ciudad suiza literalmente revivido. ¡°Fui a entrevistarle como un n¨¢ufrago desesperado que llega sin saber c¨®mo, arrastrado por la marea, a una isla donde un sabio y bondadoso maestro le rescata, le nutre y le ayuda a seguir viviendo¡ Gracias a Sirk retom¨¦ el tim¨®n de mi vida¡±, escribe en Tiempo de vivir, tiempo de revivir, editado originalmente en 1994 por la Filmoteca Regional de Murcia, un libro hermoso y dif¨ªcil de etiquetar donde convergen cine y memoria personal.
En el pr¨®logo de la edici¨®n original, que ahora recupera Athenaica, el cineasta V¨ªctor Erice ya advierte del car¨¢cter particular del libro. ¡°Una mezcla de di¨¢logo, reflexi¨®n sobre el cine y memoria personal, en el cual se deja o¨ªr, sin duda, la voz de Douglas Sirk, pero donde brota tambi¨¦n la del cineasta espa?ol que lo firma¡±, escribe.
Dividido en dos partes y con un ep¨ªlogo de Miguel Mar¨ªas, el texto reproduce por un lado la transcripci¨®n de aquellas conversaciones y por otro la historia de c¨®mo lleg¨® hasta Sirk, donde las reflexiones sobre el cineasta y su obra o sobre otros maestros se cruzan con la propia existencia de Drove. Tiempo de vivir, tiempo de revivir habla tanto de Antonio Drove como de Douglas Sirk. Es m¨¢s: se puede leer como un libro sobre una generaci¨®n que construy¨® cada plano de su identidad a partir de sus experiencias en la oscuridad de una sala de cine. ¡°Se comprende que la cinefilia sea con frecuencia una historia de orfandades y familias elegidas¡±, escribe Erice. ¡°Y que, igualmente, en la mayor¨ªa de los casos, la filiaci¨®n constituya su tema m¨¢s recurrente, su principal deuda que saldar. No puede sorprender entonces que, casi al final de este libro, Drove escriba lo siguiente: ¡®De repente, me doy cuenta de cu¨¢l es la verdadera trama de este Tiempo de revivir: es la historia de una filiaci¨®n, la b¨²squeda de un padre¡±.
Es probable que Sirk, que resid¨ªa en Lugano retirado del cine y junto a su esposa, Hilde, jam¨¢s supiese del alcance vital de aquellos encuentros en su casa a la sombra de un ficus (el cineasta odiaba los ramos de flores, pero le encantaban las plantas dentro de su casa). Aunque la primera pregunta de un Drove insomne y tembloroso era una pista inequ¨ªvoca: ¡°Mr. Sirk, antes de empezar necesito que me hable usted del concepto de la felicidad, de la brevedad de la felicidad y c¨®mo convivir con la infelicidad¡±. ¡°Es una buena pregunta, pero dif¨ªcil para empezar¡±, le respondi¨® amable el viejo cineasta.
Drove incluye an¨¦cdotas, citas y reflexiones impagables de otros referentes suyos, de Stevenson a Nicholas Ray, Josef von Sternberg u Orson Welles. Parafrasea a Bu?uel (¡°Hablando de ?l, su mejor pel¨ªcula en su opini¨®n y en la m¨ªa, Bu?uel dec¨ªa que los paranoicos son como los poetas y los enamorados: ven significaci¨®n en todas las cosas. Hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle forma parte de un mismo designio, de una misma trama¡±), evoca a Rossellini (¡°Como buen vidente del futuro, destac¨® el valor de la memoria. Como buen revolucionario, fue un hombre amante de la tradici¨®n [¡] me ense?¨® que no hab¨ªa nada humano que no fuera cinematogr¨¢fico. Rossellini me ense?¨® que las pel¨ªculas no se hacen s¨®lo con la c¨¢mara, sino b¨¢sicamente con la cabeza y el coraz¨®n¡±) o reproduce un hilarante di¨¢logo con Howard Hawks en un Festival de San Sebasti¨¢n. Drove le cuenta al director de R¨ªo Bravo que su hijo, David Howard, se llama David por David W. Griffith y Howard por ¨¦l:
¡ªGracias. Yo tambi¨¦n tengo un hijo al que llam¨¦ David, afirma Hawks antes de que el espa?ol se anime a desvelarle a¨²n m¨¢s detalles.
¡ªLa verdad es que yo quer¨ªa llamar a mi hijo Sean Aloysius (por John Ford) Howard (por usted) Fritz (por Lang) y Mizoguchi. Pero no me dejaron en el Registro Civil, confesi¨®n ante la que el viejo Hawks, ¡°con sus ojos de halc¨®n¡±, responde:
¡ª?Por qu¨¦ Lang el tercero?
El texto cruza conversaciones y reflexi¨®n sobre las obras del director alem¨¢n con la experiencia personal del propio autor
¡ªEs un gran maestro, pero nunca ha hecho comedia.
¡ª?Y qui¨¦n es Mizoguchi?
¡ªUn director japon¨¦s.
¡ª?Bueno?
¡ªMuy bueno. Por eso va el cuarto.
¡ªMe gusta estar detr¨¢s de Jack Ford. Todos estamos detr¨¢s.
Para Drove, la generaci¨®n perdida norteamericana fue una br¨²jula en la Espa?a franquista porque de alguna forma les ense?¨® la m¨ªtica de los outsiders, ¡°de los nacidos para perder¡±. ¡°La guerra civil espa?ola hab¨ªa supuesto (entre otras muchas cosas) un colapso tan grande en la tradici¨®n cultural que carec¨ªamos de una base actual y propia (excepto en pol¨ªtica, donde tambi¨¦n arraigamos en tierra de perdedores) sobre la que edificar un sistema de valores m¨ªtico-culturales que supliera al oficial, que no compart¨ªamos, y al vac¨ªo que hab¨ªa dejado la p¨¦rdida de la fe en los valores de una religi¨®n cristiana que conoc¨ªamos en su abyecta forma de nacionalcatolicismo¡±.
Y entre unos y otros, la historia de Hans Detlef Sierck, director de teatro y de cine en Alemania, nacido en Hamburgo el 26 de abril de 1900 de padres daneses, y que en 1939, cuando emigr¨® a Estados Unidos, tom¨® el nombre de Douglas Sirk. El hombre que encontr¨® ¡°la m¨²sica perdida detr¨¢s de la pantalla¡± tambi¨¦n habl¨® de felicidad e infelicidad. ¡°Si huyes de tu infelicidad, el recuerdo no significa nada¡±, le dijo antes de a?adir: ¡°Es una buena medicina recordar tambi¨¦n las cosas malas, especialmente para una naci¨®n¡±.
Tiempo de vivir, tiempo de revivir. Antonio Drove. Pr¨®logo de V¨ªctor Erice. Ep¨ªlogo de Miguel Mar¨ªas. Athenaica, 2019. 378 p¨¢ginas. 25 euros.
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