Sobresaltos septembrinos
Dios es un g¨¦nero literario. El fin del mundo, tambi¨¦n
1. Dios
Soy supersticioso ¡ªuna herencia literariamente alimentada desde el lado oscuro de la Ilustraci¨®n: el de Sade, el de Ann Radcliffe¡ª, de modo que comprender¨¢n el escalofr¨ªo preventivo que experiment¨¦ cuando, al abrir el primer paquete de libros recibidos durante mis vacaciones, me encontr¨¦ con Mindful drinking: c¨®mo moderar el consumo de alcohol cambiar¨¢ tu vida (Lince), de Rosamund Dean, una periodista ¡°que combina experiencia cient¨ªfica con consejos pr¨¢cticos¡± en su intento de lograr convertirnos en sobrios ciudadanos. ?¡°Puaj¡±, me dije, ¡°ya empezamos¡±.
Afortunadamente mis aprensiones no duraron mucho gracias a la lectura ¡ªsobria¡ª de Dios, una historia humana (Taurus), de Reza Aslan, un ensayo que me ha venido de perlas para enfrentarme con los insomnios del jet lag y con la metaf¨ªsica y la improbable teodicea de esta rentr¨¦e repleta de ominosos presagios a uno y otro lado del canal (de la Mancha). Aslan, un investigador y buen divulgador de historia de las religiones al que la CNN ¡ª?la C-N-N!¡ª suprimi¨® su pol¨¦mica serie documental Believers (creyentes) como represalia por haber llamado piece of shit (pedazo de mierda) a Trump en un tuit, tras unas declaraciones particularmente racistas del susodicho, encuentra como un rasgo constante de todas las religiones que sus creyentes atribuyan a sus dioses rasgos y emociones humanas; una peculiaridad que, afirma, est¨¢ ¡°programada¡± en nuestros atrabiliarios cerebros.
Dios soy yo con mis cualidades y defectos ¡ªviene a decir Aslan¡ª, solo que en una versi¨®n divina. Resumiendo, el libro es una recomendable aproximaci¨®n a cierta idea de Dios (a quien el gran Cort¨¢zar llamaba ¡°pajarito mand¨®n¡±) a pesar de alguna flagrante debilidad, como la de que Aslan no toma en cuenta a religiones/filosof¨ªas que no encajan en su cuidadosamente perge?ado dise?o te¨®rico (el budismo, por ejemplo). En todo caso ¡ªy volviendo a los ilustrados heterodoxos¡ª, leo en el Catecismo del cura Meslier (KRK), la estupenda reivindicaci¨®n que el revolucionario (partidario de Babeuf y sus ¡°iguales¡±) Pierre-Sylvain Mar¨¦chal hizo de Jean Meslier (1664-1729), la respuesta que el primer cura declaradamente ateo de la historia dio a la catequ¨¦tica pregunta: ¡°?No hay m¨¢s que un Dios?¡±. Se la transcribo parcialmente: ¡°La Iglesia dice que s¨®lo hay uno, pero al mismo tiempo ha encontrado en ¨¦l tela suficiente para cortarlo en tres a su conveniencia. As¨ª que ha hecho una hidra¡±. Ya ven c¨®mo se las gastaban los maestros de los philosophes.
2. Provocadores
A juzgar por los paratextos con que los editores encomian sus libros, se dir¨ªa que vivimos una ¨¦poca en la que necesitamos especialmente que nos sacudan, que nos despierten, que nos provoquen a ver si reaccionamos de una pu?etera vez (no queda muy claro a qu¨¦ o contra qu¨¦). Recuerdo que en la ¨¦poca de la Transici¨®n lo que se llevaba en las cuartas de cubierta era el sintagma ¡°condici¨®n humana¡±, que se pensaba confer¨ªa como una hondura o profundidad a la novela al que se aplicaba. Hoy lo que se estila en los paratextos es provocador/provocadora, un adjetivo que se predica, por ejemplo, de libros como el de Dios, mencionado m¨¢s arriba, y tambi¨¦n de Una nueva historia del mundo cl¨¢sico (Cr¨ªtica), del catedr¨¢tico em¨¦rito Tony Spawforth, un ensayo que pretende demostrar que ni los griegos ni los romanos eran tan civilizados, ni los b¨¢rbaros (oi barbaroi) que estaban en la periferia (y acabaron por entrar: todas las fortalezas asediadas acaban derrumb¨¢ndose) tan ¡°b¨¢rbaros¡± como nos explicaron. Menos factual y m¨¢s ensay¨ªstica que El mundo cl¨¢sico, la epopeya de Grecia y Roma, de Robin Lane Fox, por citar la celebrada s¨ªntesis publicada por Cr¨ªtica en 2007, la ¡°nueva¡± historia de Spawforth se detiene de modo especial en los aspectos culturales, y en la interacci¨®n con los pueblos vecinos que influye en las innovaciones culturales del mundo cl¨¢sico, desde las primeras ciudades-Estado al imperio panmediterr¨¢neo de los romanos.
3. Planto
Por un momento sent¨ª que el fin del mundo hab¨ªa llegado. Que ya ¨¦ramos solo ¡°ceniza vuelta historia bajo la lluvia¡±, como dice la poeta y novelista argentino-mexicana Sandra Lorenzano en su hermoso poemario (en prosa) Herencia (Vaso Roto). La sacudida me vino en Strand, la c¨¦lebre, ca¨®tica, y siempre atiborrada librer¨ªa neoyorquina fundada en 1927 y presente en su actual direcci¨®n (Broadway con la calle 12) desde 1956. Mit¨®mano como soy, para m¨ª Strand siempre hab¨ªa sido un templo del saber independiente que representaba lo mejor que un amante de los libros puede desear: incluso ese bendito desorden que propicia felices descubrimientos. Hasta ahora le hab¨ªa perdonado todo. Incluso su tendencia cada vez m¨¢s acusada a convertir parte de su planta baja en un gigantesco quiosco de souvenirs de s¨ª misma: cada vez m¨¢s merchandising, m¨¢s bolsas, gorros, calcetines, magnets para la nevera, juguetes, recuerdos para turistas con el lema ¡°m¨¢s de 18 millas de libros¡±, que ya ha dejado de ser cierto.
Pero lo de esta vez super¨® toda mi capacidad de asombro, todas mis (enormes) tragaderas: al dirigirme a la caja con mis libros ¡ªun poemario de Mark Strand y una primera edici¨®n (McGraw-Hill, 1969) de Ada o el ardor, de Nabokov¡ª, repar¨¦, en unas estanter¨ªas repletas de libros con los lomos uniformemente coloreados ¡ªen azul, en amarillo, en rojo¡ª que hab¨ªa tras las cajas y bajo un letrero que rezaba Books by the foot, algo as¨ª como ¡°libros por metros¡±. Y es que el templo del saber, el para¨ªso del bibli¨®filo, la cita obligada para los lectores ha descubierto tambi¨¦n el negocio de vender obra encuadernada y coloreada como adorno y relleno ¡ªcomo me explic¨® la persona a la que le pregunt¨¦¡ª, para uso de cineastas, decoradores, hosteleros. Pens¨¦ salir de all¨ª renunciando a los libros, pero mi ofendida dignidad flaque¨® ante la primera edici¨®n de Ada. Cuando sal¨ª a la calle me sorprend¨ª musitando: ¡°?Oh, Bartleby!, ?oh, humanidad!¡±.
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