Manuel Padorno, p¨¢jaro invisible de la playa
El creador de Taller de Ediciones JB fue un artista total que escrib¨ªa tanto como pintaba. Una muestra en Tenerife re¨²ne sus cuadros
Un artista total que dorm¨ªa al rev¨¦s, como Juan Carlos Onetti o como los acostados parientes de Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald. De noche preparaba su almuerzo y despu¨¦s atend¨ªa a la madrugada. Como Luis Fern¨¢ndez o como Cristino de Vera, su materia fue, en la pintura y en la poes¨ªa, descorrer la niebla, quedarse con el resplandor que, como quer¨ªa Lewis Carroll, deja la luz de una vela cuando est¨¢ apagada.
?l romp¨ªa a esas horas ¡°la armon¨ªa del d¨ªa, el silencio excepcional de una playa en la que hab¨ªa sido feliz¡±. Como Camus, de quien es esa frase, fue de playa y de asombro, un ni?o fijado a la vez en la arena y en las nubes. En Madrid se construy¨® una playa, la azotea de su casa, por la que transitaba descalzo como un muchacho. Era un artista contra las ¨¦pocas y sus sucesivas esclavitudes, un hombre solo en la madrugada. Un artista total, exponente de una generaci¨®n, la del 50, de la que fue part¨ªcipe, testigo y editor. Se guard¨® sus propios versos para publicar los de los otros. La puerta de su editorial (Taller de Ediciones JB, iniciales de Josefina Betancor, su mujer) no ten¨ªa cerrojo y estaba abierta, como ¨¦l, de madrugada. Cuando ya salieron a la luz sus poemas y sus cuadros ¨¦l se acababa de ir, como quien dice.
Se despertaba al atardecer, y ah¨ª recomenzaba su di¨¢logo con la luz de Madrid o de la Playa de las Canteras, en Gran Canaria, sus territorios m¨¢s reconocibles, aparte del territorio del sue?o, donde anduvo como un n¨®mada hura?o. En esos lugares, y sobre todo ante la playa, escribi¨® y pint¨® sin pausa, d¨¢ndole tanta importancia al billar o a la orilla del mar como a Dante o a Rothko o a su propia escritura. Pint¨® para seguir escribiendo, con igual intensidad, con la misma pasi¨®n.
Manuel Padorno, este personaje, muri¨® en Madrid en la madrugada del 22 de mayo de 2002. Estaba de paso, para leer su poes¨ªa en el Bot¨¢nico, y por la noche a sus amigos les hab¨ªa contado planes como si fuera a durar m¨¢s de cien a?os. Hab¨ªa nacido en 1933 en Tenerife y fue de la partida de Manolo Millares, Elvireta Escobio, Josefina Betancor, Juan Hidalgo y Mart¨ªn Chirino, con quienes inici¨® desde la isla un viaje que ten¨ªa como destino Madrid, el mundo entero y tambi¨¦n la eternidad. La Fundaci¨®n Cajacanarias de Tenerife le dedica desde hoy una antol¨®gica fiel, desde su sue?o a su ambici¨®n, a todas las madrugadas de su vida. Un texto de Juan Manuel Bonet lo retrata como arquitecto de la luz, como el ermita?o que fue y como ¨¦l mismo quiso verse: ¡°Ya tienes el p¨¢jaro invisible en la mano, ahora debes soltarlo y seguir su vuelo por el espacio infinito¡±. ?l era ese p¨¢jaro invisible en la mano. Creer¨¢n que se pos¨®, pero sigue dando vueltas por el espacio insular, que fue su luz y su mundo.
Era un ermita?o urbano y un n¨®mada sin senderos. Manuel Padorno fue generoso editor de sus contempor¨¢neos, y aunque la gente no lo supiera sino mucho m¨¢s tarde, fue tambi¨¦n pintor volcado en la b¨²squeda del color diluido de las nubes que velaban su relaci¨®n con la vida. Su poes¨ªa cortada a cuchillo, como riscales de su tierra, durmi¨® con ¨¦l muchos a?os, hasta que Tusquets o Pre-textos, o la propia Fundaci¨®n Cajacanarias, la ofrecieron rasg¨¢ndola y poniendo a la luz del d¨ªa lo que fue un tributo a la duda y a la noche. Fue, como dice Caballero Bonald en una entrevista que Bonet cita en el cat¨¢logo de la exposici¨®n, el autor de una vida marcada por el desorden y la exigencia: ¡°El desorden de su vida¡±, dice el autor de Somos el tiempo que nos queda, ¡°contrastaba con lo minucioso y exigente que era su trabajo como artista¡±.
Esa niebla de la que proviene su pintura fue tambi¨¦n parte del desorden, lo que solo se vislumbra, lo que se oculta al ojo humano y es parte del alma del artista. En la vida real, cotidiana, esa niebla era tambi¨¦n el color de la playa y de la madrugada, los senderos que bifurcaron su vida. Era, como Agust¨ªn Espinosa, otro artista mayor de su tierra, extra?ado de su tiempo, pues pudo haber sido un renacentista (¡°un renacentista de la playa¡±, dice su paisano, el tambi¨¦n pintor Jos¨¦ Luis Fajardo) o pudo haber nacido cuando le diera la gana, siempre que ese nacimiento se hubiera producido en una ¨¦poca rabiosamente cosmopolita. En un tiempo fue, igual que su amigo Millares, como Marlon Brando, tan guapo. El tiempo fue dibujando en su cara el rostro de un artista que ara?aba su cabeza hasta que parec¨ªa que siempre estaba a punto de despertarse. Un ser raro, un p¨¢jaro invisible.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.