Carlos Saura, una vida obsesionado con la imagen
El C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid ofrece una retrospectiva de fotograf¨ªas del cineasta
Como un arque¨®logo que encuentra su cueva del tesoro, el fot¨®grafo Chema Conesa pas¨® seis meses entrando y saliendo del estudio que el cineasta, escritor y tambi¨¦n fot¨®grafo Carlos Saura tiene en su casa de la sierra madrile?a. En un cubo de 20 metros cuadrados, el director aragon¨¦s atesora una colecci¨®n de centenares de c¨¢maras e innumerables cajas y anaqueles con negativos que ha ido acumulando a lo largo de siete d¨¦cadas, casi siempre como aficionado. Mientras Saura dibujaba o trabajaba en su ordenador, Conesa fue visionando y seleccionando im¨¢genes representativas de las muchas vidas del artista, que han quedado resumidas en tres: su faceta ¨ªntima y familiar; su mirada sobre la Espa?a de mediados del siglo XX; y sus a?os como profesional de la fotograf¨ªa justo antes de volcarse en el cine a partir de la d¨¦cada de los sesenta, cuando colabor¨® en festivales musicales en Granada y Santander. Acompa?adas de otros experimentos visuales ¨Ccomo unas instant¨¢neas pintadas llamadas ¡°fotosaurios¡±, unas polaroids que aportan el toque de color sobre el blanco y negro imperante o unas pel¨ªculas cortas construidas a base de fotogramas y m¨²sica¨C, las 118 im¨¢genes escogidas por Conesa conforman la retrospectiva Carlos Saura, fot¨®grafo. Una vida tras la c¨¢mara, organizada por La F¨¢brica y el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid y abierta en esta ¨²ltima instituci¨®n hasta el pr¨®ximo 12 de enero.
Nacido en Huesca cuatro a?os antes del inicio de la Guerra Civil, en 1932, Saura a¨²n recuerda n¨ªtidamente aquellos tiempos que marcaron su infancia y, a la postre, su prol¨ªfica carrera, con t¨ªtulos ic¨®nicos como La caza (1965) o Cr¨ªa cuervos (1975). ¡°Creo que la obsesi¨®n de mi hermano [el fallecido pintor Antonio Saura] y la m¨ªa por la imagen viene de entonces¡±, explic¨® el cineasta en el acto de presentaci¨®n de la muestra, al que acudi¨® ataviado con una camisa blanca, vaqueros y deportivas. ¡°Nuestro padre nos hac¨ªa libros de recortes con im¨¢genes variopintas, y yo he seguido cultivando esa cultura de manera intuitiva¡±. Su madre, pianista, tambi¨¦n dejar¨ªa en ¨¦l una huella indeleble: una musicalidad que se hace evidente, por ejemplo, en las pel¨ªculas que ha dedicado a g¨¦neros como el fado, la jota y el flamenco y, de alg¨²n modo, tambi¨¦n en los silencios que rodean a sus im¨¢genes fijas. ¡°Por eso creo pel¨ªculas de unos ocho o diez minutos con fotograf¨ªas a las que luego a?ado m¨²sica¡±, dice. ¡°As¨ª se transforman, adquieren otra dimensi¨®n¡±.
Su primera fotograf¨ªa la tom¨® a los 9 a?os: la protagonista era una ni?a de la que estaba enamorado
Siempre con la c¨¢mara amarrada al cuello, incluso durante la inauguraci¨®n, donde apunta y dispara a los fot¨®grafos que le rodean y le devuelven a su vez el tiro multiplicado decenas de veces, Saura no ha dejado de apretar el obturador desde aquella primera vez que, con nueve a?os, se escondi¨® detr¨¢s de un seto en el madrile?o parque del Retiro para robarle una instant¨¢nea a la ni?a de la que estaba enamorado. ¡°Se la mand¨¦ con un coraz¨®n dibujado, pero nunca tuve respuesta¡±, recuerda divertido. A partir de ah¨ª, sus hermanas, sus cuatro mujeres, sus siete hijos o ¨¦l mismo pasaron a ser protagonistas de una suerte de diario personal escrito a base de momentos congelados en el tiempo. ¡°En el fondo, la fotograf¨ªa tiene algo de tremendo¡±, reflexiona, ¡°porque habla de ¨¦pocas que ya no volver¨¢n, de personas queridas que han muerto¡±.
Como documentalista de la realidad social de mediados de siglo, la de lavanderas, mendigos, vendedores ambulantes y labriegos, Saura retrata a sus sujetos con el mismo afecto y delicadeza con el que captura la sonrisa de su expareja Geraldine Chaplin dando de mamar a su hijo o la mirada de Lola Flores posando altiva y espl¨¦ndida en un set de rodaje. Sus im¨¢genes remiten al mismo tiempo a la magia del cine y a las rutinas de la vida diaria, a viajes, reuniones y recuerdos. En cierto sentido, todas parecen contar la misma historia: la del amor por la vida, la ilusi¨®n de sentirse parte del devenir del tiempo. ¡°?l es un esp¨ªritu generoso, abierto, alegre. Tiene una vitalidad que creo que le viene del hecho de hacer fotos: es un hombre que ha sido capaz de vivir de las im¨¢genes y ellas le hacen vivir a ¨¦l¡±, apunta Conesa que, en su faceta de comisario, ha querido sacar a la luz ¡°lo nunca visto¡± del aragon¨¦s. ¡°Lo que hace m¨¢s complicado elegir es su eclecticismo¡±, agrega. ¡°Le gustan tantas cosas que no llega a profundizar en ninguna¡±.
Si algo se echa en falta en este recorrido por el universo visual de Carlos Saura son sus fotograf¨ªas m¨¢s recientes, las que ha seguido realizando en color y con c¨¢maras digitales. Pero a ¨¦l no le molesta su ausencia: conf¨ªa en el criterio del comisario y, adem¨¢s, su cabeza bulle con otros proyectos. Hace unos meses regres¨® de M¨¦xico tras grabar su pel¨ªcula n¨²mero 48, el musical El rey de todo el mundo. Tambi¨¦n tiene una funci¨®n teatral entre manos, y hace poco mont¨® un Don Giovanni en A Coru?a. ¡°En la ¨®pera y el cine todo es mentira¡±, sentencia. Entonces, ?es la fotograf¨ªa el arte de la verdad? ¡°No le queda m¨¢s remedio¡±, contesta pensativo, ¡°aunque hoy es dif¨ªcil que haya un buen fot¨®grafo que te llame la atenci¨®n: ahora cualquiera puede tomar una buena foto con su m¨®vil, o rodar una pel¨ªcula con cuatro actores. Hay miles de personas haciendo esto, y claro, el problema es: ?qui¨¦n hace la selecci¨®n para decidir cu¨¢les son las malas y cu¨¢les las buenas?¡±.
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