¡°?C¨®mo de lejos estoy del Nobel?¡±
Un recorrido de los galardonados hispanohablantes a trav¨¦s de los recuerdos de Francisco J. Uriz, traductor y amigo de Artur Lundkvist, miembro de la Academia Sueca
Paco Uriz recuerda hasta el baldosado de la acera de su casa en un barrio popular de Estocolmo sobre el que se hab¨ªa parado Camilo Jos¨¦ Cela cuando le hizo esta pregunta:
--Oye, Paco, ?c¨®mo de lejos estoy para el Nobel?
Suave aragon¨¦s, el traductor del sueco al espa?ol m¨¢s importante de las ¨²ltimas d¨¦cadas le respondi¨® as¨ª al que a?os despu¨¦s ser¨ªa el m¨¢s popular de los Nobel de nuestra lengua:
--Pues est¨¢s como yo, Camilo.
Se sorprendi¨® el de Iria Flavia, el m¨¢s famoso de los aspirantes espa?oles al cetro acad¨¦mico sueco. Y Uriz le explic¨® por qu¨¦ se daba esa circunstancia: el poeta y traductor y Cela, el autor de La familia de Pascual Duarte, que ansiaba el galard¨®n con ardor guerrero, ten¨ªan iguales posibilidades porque hab¨ªa un tr¨¢mite que ninguno de los dos hab¨ªa cumplido.
Cela, como Uriz, no hab¨ªan sido propuestos por nadie, ni por otros ganadores, ni por acad¨¦micos del sector, por nadie. Uriz no hizo nada al respecto, pero Cela inici¨® una carrera que le devolvi¨® a Estocolmo, al amparo de nuevo de Uriz (y de su mujer, Marina Torres, gallega, que lleva en Suecia tanto como Paco) y en busca de otras sombras decisivas.
Entre esas sombras que busc¨® Cela (y que buscar¨ªan antes y despu¨¦s los aspirantes a llevarse el Nobel por obras en espa?ol) estuvo de manera muy prominente Artur Lundkvist, miembro de la Academia Sueca, amigo sucesivamente de Pablo Neruda, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y de Octavio Paz. Uno de esos d¨ªas en los que Cela quiso recabar la atenci¨®n de Lundkvist, el m¨¢s influyente ciudadano sueco al respecto, se produjo un accidente horario, por el que el acad¨¦mico espa?ol retras¨® su comparecencia en la casa de los Uriz, donde iban a conocerse.
Presunciones dignas de cr¨¦dito cuentan que Cela quiso mirarse por ¨²ltima vez en el espejo de su hotel y termin¨® tan tarde su avituallamiento que lleg¨® con una hora de retraso a la altura de Lundkvist, alardeando adem¨¢s de su propio desnudo ante el espejo.
Hubo otro hecho literario m¨¢s delicado que ese. Carmen Balcells, como ya hab¨ªa hecho en otra ocasi¨®n para amparar a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, decidi¨® enviarle a Lundkvist el manuscrito de Cristo versus Arizona. No fue del agrado del destacado acad¨¦mico y tampoco de su colega Knut Ahnlund (¡°?Esto es intolerable. Esto es una verg¨¹enza!¡±, escribi¨® en carta a su colega), que finalmente s¨ª se decant¨®, a pesar de su disgusto por ese libro en concreto, por ayudar al amigo gallego. Propuesto candidato, o por lo menos colocado en las listas, Cela ya avanz¨® hacia el Nobel. Y lo obtuvo en 1990, pasando a ser llamado (tambi¨¦n por s¨ª mismo) Don Camilo el del Premio.
Pero no fue ¨¦l solo, como queda dicho, quien hizo aquella pregunta (¡°Paco, ?c¨®mo de lejos estoy para el Nobel?¡±), ni el ¨²nico que, a trav¨¦s de Carmen Balcells, hizo llegar a Lundkvist certificaci¨®n de que ten¨ªa obra y esta era reciente. Tras el golpe de Estado militar de Pinochet, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªa dado a conocer su decisi¨®n de no volver a publicar una l¨ªnea mientras Pinochet se mantuviera en el poder. Al autor de Cien a?os de soledad, que iba cabeza con cabeza con la candidatura in pectore del cubano Alejo Carpentier, que morir¨ªa por el camino, le hicieron llegar las autoridades -al menos literarias- cubanas que ten¨ªa permiso para seguir escribiendo y publicando.
Pod¨ªa pues romper Gabo su compromiso de silencio contra la dictadura. Y Carmen Balcells decidi¨® hacer llegar a Lundkvist evidencia de que esto era as¨ª, que Gabo volv¨ªa a las andadas, que hab¨ªa escrito una obra breve y determinante para quienes quisieran decir que la cosa iba en serio. Para ello le hizo llegar al secretario de la Academia el manuscrito de Cr¨®nica de una muerte anunciada, que a¨²n no hab¨ªa sido publicada.
Ya estaba, pues, Garc¨ªa M¨¢rquez en la carrera del Nobel, y ya se sabe todo lo que pas¨® aquel oto?o de 1982 en Estocolmo, convertido en una fiesta de flores amarillas. Lundkvist hab¨ªa le¨ªdo el manuscrito, naturalmente, y como sol¨ªa ocurrir con todos los libros que ley¨® para este prop¨®sito se deshizo de ¨¦l. En este caso, lo mantiene desde entonces, impoluto, Francisco J. Uriz, que este ¨²ltimo mi¨¦rcoles lo ense?aba con alegr¨ªa en la casa donde Cela estuvo a punto de perder la simpat¨ªa del secretario de la Academia Nobel y quien sabe si su proclama ambici¨®n de ser llamado en todos los rincones de su pa¨ªs Don Camilo el del Premio.
Gabo no fue el ¨²nico hispanoamericano que hizo la pregunta que har¨ªa tambi¨¦n Cela. En Nicaragua, durante un viaje en el que coincidieron los tres, fue Julio Cort¨¢zar el que hizo la pregunta en nombre tambi¨¦n de su compadre colombiano. ¡°?C¨®mo estamos este y yo de lejos para el Nobel?¡±. Ni Uriz ni nadie sabe esas respuestas, aunque naturalmente se han producido y se siguen produciendo abundantes apropiaciones de padrinazgo, que se basan seguramente en el ego de los que alardean del decisivo contacto.
Aun en los a?os 50 del siglo pasado la Academia hac¨ªa llegar nombres de posibles galardonados; en la era moderna de las apuestas, y a¨²n antes, la boca est¨¢ sellada, de modo que los rumores tienen tanto valor como las certezas. En estos d¨ªas previos al Nobel quise sonsacar a Marina y a Paco c¨®mo estaban este u otro escritor (?o escritora!) de lengua espa?ola para el Nobel, y respondieron con la combinaci¨®n gallegoaragonesa que los distingue como miembros veteranos del ej¨¦rcito hispano en Estocolmo.
En sus memorias Uriz tiene abundancia de material sobre estas andanzas que tantos han seguido para acercarse al Nobel. Pero ¨¦l mantiene, con su mujer, una discreci¨®n que ¨²nicamente les permite decir tiempo y resultado. Saben, sin embargo, que son¨® en un tiempo Fernando del Paso por Jos¨¦ Trigo, que, dice Uriz, para Lundkvist era un futuro Nobel¡ Y que la candidatura de Mario Vargas Llosa, que al fin lo tuvo en 2010, lleg¨® por el curso natural ¡°de su obra considerable, sin el par¨®n que hab¨ªa tenido Gabo¡±, despu¨¦s, eso s¨ª, de que Lundqvist sintiera que La guerra del fin del mundo (que le pasaron los Uriz y que ¨¦l ley¨® tras un coma) era otra obra maestra.
¡°Este Tiempos recios que publica ahora Mario le ha salido redondo¡±, dice Uriz, quien exclama: ¡°?Es como si hubiera revalidado el Nobel despu¨¦s de La fiesta del Chivo!¡±. Esa saga dominicana fue traducida aqu¨ª, como la mayor parte de su obra, por el diplom¨¢tico y traductor Peter Landelius, muerto el pasado mayo y homenajeado ahora en el Cervantes de Estocolmo por Uriz y por otros como miembro del ej¨¦rcito tranquilo de los que aspiran aqu¨ª a saber c¨®mo se apuntan a la lista de aspirantes del Nobel. La traducci¨®n, y estas traducciones de Landelius, dijo Uriz en el homenaje, s¨ª que importan para que la Academia sepa cu¨¢nto espacio hay entre la ambici¨®n de ser Nobel y la posibilidad de alcanzar el cetro.
Antes a¨²n, en esa peque?a legi¨®n de N¨®beles hispanos del siglo XX, lo obtuvo Vicente Aleixandre, el poeta favorito de Lundkvist (al que Uriz ayud¨® a entenderlo). Y otro gran poeta de su preferencia, Octavio Paz, traducido en colaboraci¨®n con Marina Torres, se constituir¨ªa en el pilar de la poes¨ªa hispana que la Academia tuvo en cuenta. Ya no est¨¢ Lundkvist. Est¨¢n Uriz y Marina, y ellos dan nombres sueltos (hispanoamericanos de aqu¨ª y de all¨¢), aunque no se sabe si les van a pedir que traduzcan la frase con la que la Academia cuenta el actual misterio de los dos n¨®beles.
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