Clase alta, clase media
El problema mayor de la pel¨ªcula, que es entretenida, est¨¢ en el hecho de que nunca acaban de converger forma y fondo
Hace 25 a?os fueron legi¨®n. Hasta el hartazgo. Pero se pas¨® la moda y ahora, cuando surge alguna pel¨ªcula comercial protagonizada por un asesino en serie met¨®dico e imaginativo, fantasmag¨®rico y art¨ªstico, casi se convierte en una anomal¨ªa. Como El asesino de los caprichos, nuevo trabajo como director del tambi¨¦n productor Gerardo Herrero, escrito por la experimentada guionista de televisi¨®n ?ngela Armero, en su segundo acercamiento al largometraje cinematogr¨¢fico. Lo retro, a veces, puede resultar incluso novedoso.
EL ASESINO DE LOS CAPRICHOS
Direcci¨®n: Gerardo Herrero.
Int¨¦rpretes: Maribel Verd¨², Aura Garrido, Roberto ?lamo, Daniel Grao.
G¨¦nero: thriller. Espa?a, 2019.
Duraci¨®n: 100 minutos.
A esa primera particularidad, El asesino de los caprichos, relato sobre un criminal que mata a sus v¨ªctimas reproduciendo diversos grabados de la serie Los caprichos, de Goya, como una suerte de tableau vivant, une tambi¨¦n una segunda singularidad: se trata de una de esas obras conceptuadas como de clase media dentro del cine espa?ol (y seg¨²n los productores, en v¨ªas de extinci¨®n), con aspiraciones comerciales pero lejos de la maquinaria publicitaria de las televisiones, y a¨²n m¨¢s distantes del cine de autor de corte art¨ªstico y de vanguardia.
El guion de Armero aporta adem¨¢s una esencialidad que, partiendo de la innovadora Mataharis, donde sus personajes principales eran mujeres detectives privadas, se lleva hasta una nueva dimensi¨®n. Aqu¨ª las protagonistas son sendas mujeres polic¨ªas que, sin embargo, viven la cuesti¨®n de g¨¦nero de un modo bien distinto: una desde la alergia a la familia, al amor y a las convenciones sociales; la otra, como madre y esposa. As¨ª, desde una perspectiva superficial podr¨ªa pensarse que el rol de Maribel Verd¨² es el de una mujer polic¨ªa con comportamientos habitualmente asociados al hombre: bebedora, fumadora empedernida, grosera, c¨ªnica, de torturado pasado e incluso violenta. Pero lo que es muy posible que quieran decir Armero y Herrero, y esto es mucho mejor, es que simplemente existen f¨¦minas con estas caracter¨ªsticas personales. Y punto.
El problema mayor de la pel¨ªcula, en cambio, est¨¢ en el hecho de que nunca acaban de converger forma y fondo. Se supone que hay una simb¨®lica correlaci¨®n entre los asesinatos de personas de la actual alta sociedad madrile?a y el contexto pol¨ªtico y social en el que Goya compuso sus Caprichos, sat¨ªricos respecto del comportamiento moral de sus cong¨¦neres. Pero esa analog¨ªa, por mucho que se verbalice varias veces, no acaba de observarse con los modos de representaci¨®n del director, que en sus inicios lleg¨® a facturar un ejemplar thriller psicol¨®gico de corte comercial, Desv¨ªo al para¨ªso (1994), y tampoco con lo que realmente muestran sus im¨¢genes. Algo que s¨ª consegu¨ªa, precisamente, una obra producida por Herrero: Que Dios nos perdone.
La pel¨ªcula es entretenida, tiene ritmo y hay apuntes de inter¨¦s pero, junto a una cierta desigualdad en las actuaciones de los int¨¦rpretes de reparto (no de los principales y secundarios, todos s¨®lidos), se queda un tanto a mitad de camino: por lo ya argumentado, por el excesivo recurso al estereotipo secuencial y por lo predecible de la trama principal. As¨ª que est¨¢ por ver si su doble distinci¨®n, la de su singularidad actual dentro de un subg¨¦nero apenas practicado, y la de su condici¨®n de producci¨®n de clase media, logra sacarla de la categor¨ªa de digna median¨ªa.
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