Cicer¨®n y familia
Es cosa sabida que Jos¨¦ Mar¨ªa Pou te lleva por donde quiere, y hace carambolas a las m¨¢s inesperadas bandas, desde la may¨¦utica hasta la socarroner¨ªa
La otra noche me preguntaron tres caracter¨ªsticas de Jos¨¦ Mar¨ªa Pou como actor. Pregunta singular porque con tres me quedo corto, pero dije que las dos primeras ser¨ªan evidentes: fuerza y autoridad. La tercera tardar¨ªa un poco m¨¢s (solo un poco) en hacerse evidente: soledad. Para demostrarlo podr¨ªa remontarme a ejemplos de los a?os ochenta, aunque viendo Viejo amigo Cicer¨®n, de Ernesto Caballero, en el Romea, me volvieron perfiles m¨¢s cercanos como La cabra o ?qui¨¦n es Sylvia?, Su seguro servidor Orson Welles, A cielo abierto, o las m¨¢s recientes, S¨®crates y Moby Dick.
Personajes poderosos y al mismo tiempo solitarios. Por su cercan¨ªa con Cicer¨®n, S¨®crates puede ser el m¨¢s obvio. Y porque Mario Gas le dirigi¨® estupendamente en ambos, y en ambos parece desplazar levemente la tonalidad del g¨¦nero hacia otra direcci¨®n: en S¨®crates, a mis ojos, por la relaci¨®n del protagonista con un Crit¨®n a lo Walter Brennan (Carles Canut), que le daba a rachas un aire de w¨¦stern crepuscular; en Cicer¨®n porque flota un curioso cruce entre relato fant¨¢stico (¡°la acci¨®n transcurre en una antigua Roma so?ada¡±) que hubiera complacido al primer Manckiewicz, y con un didactismo eficaz de ese sabio contradictorio que reconoce sus errores y su soberbia (implacable con Catilina y los suyos), y ser m¨¢s aprendiz que profesor, y que en frases como ¡°S¨ª, t¨² eres Tir¨®n. Te he reconocido. Esclavo y amigo¡± hace pensar en la emotiva sobriedad de Rossellini. O conecta con la melanc¨®lica iron¨ªa que Pou imprim¨ªa a S¨®crates cuando, ya desde el otro lado, dec¨ªa: ¡°Tengo setenta a?os: solo ten¨ªan que haber esperado un poco¡±. Hay m¨¢s puentes posibles.
No quiero desvelar demasiadas cosas, pero a m¨¢s de uno el profesor con traje oxfordiano que dice llamarse Marco Tulio Cicer¨®n le recordar¨¢ la bonhom¨ªa del H¨¦ctor encarnado por Pou en Los chicos de historia. Los tres inesperados compa?eros de viajes se trasladan desde una biblioteca universitaria a una peque?a villa junto al mar, en Formias, a las afueras de Roma. Tir¨®n es Bernat Quintana y Tulia es Miranda Gas, notables personajes e int¨¦rpretes.
Es cosa sabida que Jos¨¦ Mar¨ªa Pou te lleva por donde quiere, y hace carambolas a las m¨¢s inesperadas bandas, desde la may¨¦utica hasta la socarroner¨ªa, pero no esperaba que me llegase al alma con tanta fuerza cuando rompe a llorar, devastado por el dolor ante la muerte de su hija. Devastado y solo, esa soledad tremenda (¡°mis ¨²nicos amigos son los libros¡±) a la que me refer¨ªa al principio, y que me hace ver a Martin acariciando el cuerpo muerto de La cabra, o a un tal Lear abrazando a una tal Cordelia.
Esos puentes son evidentemente conmovedores, aunque fue en el momento de la cascada de l¨¢grimas en el Romea cuando sent¨ª que a la muchacha, sin verla, le suced¨ªa lo que arrasaba a Cicer¨®n, y dir¨ªa que a todo el p¨²blico. Por cierto, c¨®mo me recuerda Miranda Gas (en aire, voz y mirada) a su madre, Vicky Pe?a.
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