Viaje a L¨¹beck
Vox Luminis reivindica la m¨²sica de Dieterich Buxtehude en el Auditorio Nacional
L¨¹beck, 1705. Dieterich Buxtehude debe de tener alrededor de sesenta y ocho a?os y, desde hace casi cuarenta, es organista titular de la iglesia de Santa Mar¨ªa, la Marienkirche de L¨¹beck, una de las grandes ciudades libres y hanse¨¢ticas. Johann Sebastian Bach tiene tan solo veinte a?os y hace dos que ha obtenido su primer trabajo profesional: organista titular de la Neuekirche, la iglesia Nueva de Arnstadt. Vidas, por tanto, lejanamente paralelas. Los caminos de uno y otro se cruzan cuando el joven Bach recorre a pie los m¨¢s de cuatrocientos kil¨®metros que separan Arnstadt de L¨¹beck para conocer al viejo maestro y escucharle tocar el ¨®rgano. No sabemos absolutamente nada de hipot¨¦ticos encuentros entre ambos ni de qu¨¦ hizo Bach durante las varias semanas que, al parecer, pas¨® en la ciudad. Solo nos consta que la injustificadamente larga ausencia de tres meses le vali¨® una severa reprimenda del concejo de Arnstadt. La ¨²nica fuente de que Bach realiz¨® aquel viaje a pie es, en ¨²ltima instancia, ¨¦l mismo, lo que deja un margen de incertidumbre sobre si los ribetes legendarios de que decidi¨® rodearlo son ciertos o no. La caminata sigue inflamando, sin embargo, la imaginaci¨®n contempor¨¢nea y el escritor Horatio Clare remed¨® id¨¦ntico recorrido sin m¨¢s ayuda que sus dos piernas para convertirlo, primero, en un programa de radio de cinco episodios para la BBC, Bach Walks, y, m¨¢s tarde, en un libro publicado el a?o pasado y a¨²n sin traducir entre nosotros, Something of his Art. Walking to L¨¹beck with J. S. Bach.
Dieterich Buxtehude
Gott hilf mir, denn das Wasser geht mir bis an die Seele; Befiehl dem Engel; Jesu, meine Freude; Herzlich lieb' hab ich dich, O Herr; Praeludium en Mi menor y Magnificat primi toni. Vox Luminis. Auditorio Nacional, 29 de noviembre.
La m¨²sica de Dieterich Buxtehude no es una presencia habitual en nuestros conciertos. M¨¢s ins¨®lito a¨²n es que su m¨²sica acapare por completo el programa de uno de ellos, como acaba de hacerlo en el ciclo Universo Barroco del Centro Nacional de Difusi¨®n Musical. Cuatro obras vocales y tres piezas organ¨ªsticas han debido de ser vividas por buena parte del p¨²blico que llenaba la Sala de C¨¢mara del Auditorio Nacional como una aut¨¦ntica revelaci¨®n. Aunque c¨¦lebre en vida, su obra cay¨® pronto en olvido, salvo entre los organistas que manten¨ªan viva en sus iglesias la memoria de sus composiciones para teclado, de una calidad tan extraordinaria que son probablemente las ¨²nicas que pueden situarse codo con codo, sin dem¨¦rito alguno, junto a las de Bach. Ambos compartieron el largo olvido de su inmediata posteridad y la producci¨®n organ¨ªstica de Buxtehude no se editar¨ªa, por ejemplo, hasta el ¨²ltimo cuarto del siglo XIX (por Philipp Spitta, el bi¨®grafo de Bach: otro punto de encuentro) y hasta finales del siglo pasado no empez¨® a editarse sistem¨¢ticamente su ampl¨ªsimo cat¨¢logo vocal, del que se han perdido con seguridad decenas de obras, pero del que se han conservado tambi¨¦n, por fortuna, otras tantas, conservadas en su mayor¨ªa en copias ¨²nicas en la biblioteca de la Universidad de Uppsala gracias al af¨¢n coleccionista de Gustav D¨¹den, maestro de capilla de la corte real en Estocolmo y amigo personal de Buxtehude: para ¨¦l escribi¨® la extraordinaria Membra Jesu nostri, la ¨²nica pieza vocal que ha alcanzado una cierta difusi¨®n en los ¨²ltimos veinte a?os.
El concierto de Vox Luminis nos traslad¨®, por tanto, durante casi dos horas a la hermos¨ªsima Marienkirche de L¨¹beck, la iglesia de Thomas Mann, la de sus Buddenbrook, que escuchan tocar en ella el ¨®rgano a Edmund Pf¨¹hl ¡°de aquella manera tan solemne y tan estremecedora¡±. Bart Jacobs hizo lo que pudo en el muy problem¨¢tico ¨®rgano de la Sala de C¨¢mara para dar vida a tres obras maestras del compositor dan¨¦s. La que son¨® mejor y con mayor fluidez fue quiz¨¢ el Magnificat primi toni, que abri¨® la segunda parte. Al Preludio en Mi menor le faltaron quiz¨¢s empuje y fantas¨ªa, mientras que la colosal Passacaglia en Re menor (que Bach habr¨ªa firmado con mucho gusto) son¨® clara y ordenada, pero de nuevo demasiado severa. Las tres piezas mostraron bien a las claras, sin embargo, el dominio que ten¨ªa Buxtehude de las t¨¦cnicas contrapunt¨ªsticas, esas que desataban el entusiasmo que Thomas Mann pone en boca de su organista Pf¨¹hl. Pero la mucho menos conocida faceta de Buxtehude como creador de m¨²sica vocal revela otros talentos que debieron de hacer no menos mella en el joven Bach. Es revelador, por ejemplo, que las dos partes independientes de viola que escribi¨® para sus cantatas (caracter¨ªsticas de la m¨²sica sacra concertante del norte de Alemania) las reencontramos intactas en las cantatas Christ lag in Todes Banden (BWV 4) o Aus der Tiefen, rufe ich, Herr, zu dir (BWV 131), que Bach debi¨® de escribir no mucho despu¨¦s de su peregrinaje a L¨¹beck. La semilla de aquel viaje hab¨ªa prendido en suelo muy f¨¦rtil.
Nadie recuerda un mal concierto de Vox Luminis, ni siquiera un concierto regular o, mucho menos, rutinario. El grupo belga tiene la rara virtud de alcanzar la excelencia absoluta en los muy diferentes repertorios (renacentistas y barrocos) que aborda, porque jam¨¢s se permite bajar su alt¨ªsimo nivel de autoexigencia, del mismo modo que es imposible ver a uno solo de sus m¨²sicos desconectado un solo momento de lo que est¨¦ interpret¨¢ndose, aunque no est¨¦ cantando o tocando en ese momento: todos los detalles de su puesta en escena, si queremos llamarla as¨ª, son un dechado de profesionalidad e implicaci¨®n. No puede dejar de rese?arse asimismo que, aunque lo que podr¨ªa llamarse su n¨²cleo duro vocal inicial se mantiene intacto desde sus comienzos (Zsuzsi T¨®th, Stefanie True, Jan Kullmann, Philippe Froeliger, Sebastian Myrus y el m¨¢ximo art¨ªfice de su personalidad, el bajo Lionel Meunier), los nuevos cantantes que van incorpor¨¢ndose bien no dejan de crecer en madurez y adecuaci¨®n al esp¨ªritu del grupo (como la enormemente d¨²ctil soprano Victoria Cassano), bien apuntalan desde el principio la sobresaliente calidad del conjunto (en este concierto merece rese?a especial el tenor portugu¨¦s Jo?o Moreira, irreprochable en su ¨²nica intervenci¨®n a solo al final del concierto).
Aunque el programa no pose¨ªa la compacidad habitual, y se hubiera ganado mucho con la supresi¨®n del intermedio e incluso ¨Cquiz¨¢s¨C con la interpretaci¨®n de los bloques instrumental y vocal separada y no alternadamente, las cuatro cantatas conocieron versiones que cuesta imaginar mejoradas. Meunier recurre al canto solista o a doblar voces (nunca m¨¢s de dos cantantes por parte, salvo en el cantus firmus inicial de Herzlich lieb hab¡¯ ich dich, o Herr, confiado a las cuatro sopranos) con un criterio siempre sustentado musicalmente, del mismo modo que se vale de m¨ªnimos juegos antifonales, separando siempre a los cantantes en dos grupos dispuestos a ambos lados del continuo, para que la estructura de las obras quede mejor explicada o su personalidad individual mejor perfilada. No hay detalle de la, en muchas ocasiones, original¨ªsima escritura de Buxtehude que no quede resaltado en la interpretaci¨®n.
La secuencia de las obras vocales fue tambi¨¦n muy acertada, situando las m¨¢s sustanciales en ambos extremos y dejando en el centro a la breve Befiehl dem Engel y la casi camer¨ªstica Jesu, meine Freude. Anthony Romaniuk al ¨®rgano positivo y el soberbio Benoit Vanden Bemden al violone son un seguro de vida en los cimientos de todo cuanto suena: uno y otro tradujeron el bajo continuo con rotundidad, pero tambi¨¦n con la flexibilidad necesaria para dejar cantar en libertad a unos cantantes que nunca dejan a un lado su personalidad propia, al tiempo que siempre participan del inconfundible sonido del grupo. Fuera de programa, y ante el entusiasmo del p¨²blico, Vox Luminis ofreci¨®, como no pod¨ªa ser de otra manera, otra obra de Buxtehude, la ciaccona vocal Jesu, meines Lebens Leben, otra de esas composiciones que Bach habr¨ªa prohijado de buena gana. En esta ocasi¨®n, tras la intervenci¨®n solista inicial de Zsuzsi T¨®th, los cantantes fueron saliendo sucesivamente por grupos al escenario para interpretar los sucesivos versos del texto (aqu¨ª es donde se luci¨® Jo?o Moreira en ¡°Du hast lassen Wunden schlagen¡±), a?adiendo de este modo ese peque?o plus esc¨¦nico o teatral tan del gusto de Lionel Meunier, que se vali¨® tambi¨¦n por primera vez de los dos ¨®rganos. El ¡°Ich danke dir von Herzen¡± final interpretado por los diez cantantes fue el culmen de una soberbia progresi¨®n vocal que cerraba tambi¨¦n lo que hab¨ªa sido una reivindicaci¨®n en toda regla de uno de los grandes maestros alemanes del primer Barroco. Ahora que se avecinan las listas con lo mejor de este a?o que se acaba, cualquiera que no acoja este concierto entre los m¨¢s destacados, inusuales y mejor interpretados de los centenares que se han programado en Madrid en 2019, parecer¨¢ irremediablemente incompleta.
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