Simone de Beauvoir, como si viviera ahora
Sami Na?r construye una biograf¨ªa de las ideas de una de las grandes mujeres del siglo XX
El modo de escribir de Sami Na?r (Tlemcen, Argelia, 73 a?os) se parece a su forma de hablar: lanza un pu?o hacia adelante para que la idea que avanza resulte tan s¨®lida como la palabra que utiliza. Prosa marcada por la memoria y la acci¨®n. As¨ª ha abordado su largo encuentro con Simone de Beauvoir, la compa?era de Jean Paul Sartre. Trabaj¨® a su lado en la revista Le Temps Modernes, creaci¨®n del fil¨®sofo que ella dirigi¨® desde 1979, cuando muri¨® Sartre, hasta su propia muerte en 1986.
El recuento en esta biograf¨ªa de las ideas de una de las grandes mujeres del siglo XX abre un abismo ante los ciudadanos que la lean hoy: casi un siglo despu¨¦s, los dramas que marcaron de sangre los a?os treinta (el racismo, la xenofobia, el hipernacionalismo, el odio, en general) resurge con fuerza en todos los continentes.
A ella le abri¨® los ojos (como a Sartre) el ascenso, jaleado, mareante, del nazismo. Aunque lleg¨® tarde a esta realidad, tom¨® partido, como Sartre. La guerra de Argelia, por todos los extremos de cuya independencia tomaron parte, los puso al rojo vivo. La discusi¨®n habida en Francia (donde Albert Camus afirm¨® estar m¨¢s cerca de su madre que de la justicia) los apart¨® abruptamente del autor de El extranjero, con quienes no hubo acuerdo en vida, pero s¨ª palabras de elogio a su muerte.
Na?r, que habla un espa?ol lleno de iron¨ªas nuestras, escribe con pasi¨®n. No es un libro hecho para cumplir la tarea de atraer a una Simone de Beauvoir t¨®pica o de mesa camilla. En el libro, como en la vida, la sigue en discusiones y viajes. Relata su delirio y su espanto ante las contradicciones que ofrecen los Estados Unidos, explica con muchas se?ales su relaci¨®n con Sartre, y se adentra en su modo de ver conflictos que despertaron de la literatura y la llevaron a la pol¨ªtica activa y a la consideraci¨®n, ins¨®lita para aquellos tiempos, del papel que la mujer deb¨ªa jugar en la vida. De todo lo que produjo, como intelectual y como ciudadana, escribe Sami Na?r en Acompa?ando a Simone de Beauvoir. Mujeres, hombres, igualdad (Galaxia Gutenberg).
De todo. Quiz¨¢ no tanto de la vida privada del Castor, que era como Sartre la llam¨®. Entre silencios, Nair explica por qu¨¦ no cont¨® m¨¢s. ¡°No quise hablar demasiado de su vida privada, de sus ¨²ltimos a?os y de experiencias sociales que vivimos juntos. Podr¨ªan dar una idea deformada de lo que era el Castor¡±. Pero lo har¨¢ alg¨²n d¨ªa, ¡°porque eso puede acercarnos m¨¢s a ella¡¡±
Su tardanza, como la de Sartre, en darse cuenta de lo que se ven¨ªa encima, fue tema de cr¨ªticos e historiadores en los a?os 70. Ella, por lo menos, tard¨® en sentirse llamada por la Resistencia. Sartre fue a la guerra, a la c¨¢rcel, intent¨® sin ¨¦xito organizar un grupo¡ Pero estaban anclados en su idea de que la literatura y la filosof¨ªa eran su porvenir y su mundo. ¡°Ella me dijo¡±, recuerda Sami Na?r, ¡°que esa era 'la manera de salvarme de este mundo'¡ Era muy optimista en la vida, pero en el fondo muy pesimista. Estaba aterrorizada con la muerte. ?C¨®mo se puede experimentar esta magn¨ªfica cosa que es la vida sabiendo que te tienes que morir! ?La muerte es un esc¨¢ndalo que no podemos aceptar! Para salvarse de esa contradicci¨®n abraz¨® la literatura¡±.
La idea del compromiso se construye, cuenta Sami Na?r, ¡°a partir de finales de los a?os treinta. Fue cuando acudi¨® en auxilio de los republicanos espa?oles, a lo que ella llamaba 'la revoluci¨®n espa?ola¡±. Hay que entender que ¡°ambos estaban obsesiones con su obra, que eran totalmente apol¨ªticos; su tendencia, en todo caso, era el anarquismo de extrema izquierda, y aunque los dos viajaban a Italia y ve¨ªan los desfiles fascistas, y eso les asustaba, nunca pensaron que aquello podr¨ªa desembocar en una guerra¡¡±
La guerra los despert¨® a la miseria arrogante de los nazis. Y ya entonces ambos firmaron ¡°toda clase de manifiestos¡, hasta el final, pero sobre todo en las d¨¦cadas de los 50 y 60¡¡± En ese tiempo, cuando la guerra de Argelia obliga a tomar partido hasta mancharse, Camus se convierte en un amargo adversario.
¡°Admir¨¦ enormemente a Camus, El primer hombre es ahora mi libro favorito¡±, dice Na?r, bi¨®grafo de Simone de Beauvoir. ¡°Pero me decepcion¨® tambi¨¦n a m¨ª, como a ella y a Sartre, la respuesta que dio a unos argelinos cuando ¨¦l fue a recoger el Nobel a Estocolmo: 'Entre mi madre y la justicia elijo a mi madre'¡ Durante mucho tiempo intent¨¦ entenderlo, porque es la negaci¨®n total de la civilizaci¨®n: si la civilizaci¨®n se elabora en torno a este concepto es la guerra de todos contra todos, desaparecen la Justicia y el Estado, todo. Intent¨¦ interpretar por qu¨¦ lo dijo: primero, porque Camus ten¨ªa un lado gamberro, como dec¨ªa Simone, de los barrios populares de Argel, pero lo dijo en un momento en que el Frente de Liberaci¨®n Nacional argelino empezaba a poner bombas. Empezaba el terrorismo¡ Quer¨ªa una soluci¨®n pac¨ªfica. No entendi¨® que eso era imposible. Francia ten¨ªa que salir¡±.
Pero la ri?a no vino s¨®lo por ah¨ª; vino ¡°a partir de la disputa sobre el compromiso pol¨ªtico y el posicionamiento de Sartre y Beauvoir con la Uni¨®n Sovi¨¦tica¡ ?l comprendi¨® antes que ellos lo que pasaba en la URSS. Eso los separ¨® y ella trat¨® de explicarlo en Los mandarines¡±.
Ella fue ¡°una rebelde solidaria; la humanidad del ser humano era su medida para juzgar a los otros¡¡± Sartre fue, dec¨ªa ella, ¡°como su doble. No hay ninguna contradicci¨®n entre esa expresi¨®n y su reivindicaci¨®n, en El segundo sexo, de la emancipaci¨®n, de la libertad sexual, de la liberaci¨®n de la mujer¡ Nunca se casaron, vivieron libremente juntos. Su libertad estaba basada en su relaci¨®n amorosa. Su contrato fue de 1929 y nunca se rompi¨®¡±. Rechaz¨® la Legi¨®n de honor que le ofreci¨® Mitterand (¡°ya estoy vieja para ingresar en la Legi¨®n¡±) y pospuso una cena con Laurent Fabius cuando el que fue primer ministro franc¨¦s dijo en p¨²blico algo que podr¨ªa entenderse como favorable al fascista Le Pen¡ ¡°Rehecho el malentendido, volvi¨® la idea de la cena; el d¨ªa en que ¨¦sta deb¨ªa celebrarse ella cay¨® enferma y muri¨®¡±.
El segundo sexo fue una revelaci¨®n para Sami Na?r. ¡°Me descubri¨® el feminismo en el sentido m¨¢s noble, no instrumental, de la palabra. En mi concepto de la vida pol¨ªtica pervive el feminismo tal como lo defiende: que el n¨²cleo de la dominaci¨®n entre los seres humanos no es econ¨®mico, no es pol¨ªtico, ni cultural, ni lo explica la lucha de clases. Porque ese n¨²cleo es la relaci¨®n entre dos seres humanos que se han separado, el hombre y la mujer con toda la dial¨¦ctica de dependencia-dominaci¨®n que existe entre ellos¡ Y tambi¨¦n me marc¨®, cuando trabaj¨¦ con ella, el afecto que me dio¡ En la revista, esa relaci¨®n me avergonzaba porque yo no quer¨ªa crear ni celos ni envidias entre los otros miembros del comit¨¦¡ Para toda aquella gente, en Francia, estar al lado de Simone de Beauvoir era como estar al lado de Dios¡±.
Aquel dios que ella fue conoci¨® el infierno de la guerra y de los otros dramas del siglo XX. Si despertara regresar¨ªa a infiernos parecidos a aquellos que la espantaron (a ella, a Sartre, a Camus) en Europa, en ?frica, en Am¨¦rica. El espanto del odio que crece como anteayer.
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