Extremoduro, la gran trinchera del rock
El grupo, que se distingui¨® en los noventa por su personalidad poderosa e inquebrantable, sonaba con la furia de los bares que no cierran a la hora prevista
Para toda una generaci¨®n de adolescentes, exist¨ªan las trincheras, y luego estaba Extremoduro. La primera de las trincheras con la que salir a la carga, ya fuera de noche o de madrugada, en el barrio o en el pueblo, con la pandilla o m¨¢s solo que la una. Ya fuera con nada que perder o con todo perdido. Para toda una generaci¨®n, Extremoduro sonaba con la furia de los bares que no cierran a la hora prevista en ese campo de batalla que era y es la adolescencia, cuando no te quieres parecer a tus padres, pero no sabes cu¨¢l es tu lugar en el mundo, cuando el deseo puede a toda l¨®gica.
Exist¨ªa Extremoduro porque, all¨¢ por los noventa del siglo pasado, este grupo se distingui¨® del resto por una personalidad poderosa e inquebrantable, combinando rock duro con una afilada l¨ªrica existencial. Eran una voz propia. Una voz que desde el principio dej¨® bien claro que no quer¨ªan saber nada de la modernidad de la movida pero tampoco del cat¨¢logo cl¨¢sico del rock. Lo suyo no ten¨ªa nada que ver con Radio Futura ni con Loquillo. Mucho menos con Hombres G y Mecano. Con un disco de debut como Rock transgresivo, publicado en 1989, iban a la yugular. El desgarro mov¨ªa canciones como La hoguera, Jesucristo Garc¨ªa, Romper¨¢s y Emparedado. ¡°Alimento con mi carne buitres negros¡±, cantaba con rabia Robe Iniesta en Extremaydura.
Buitres negros, los mismos que poblaban la tierra de donde sal¨ªan. Extremoduro salieron de la nada, literalmente, porque salieron de Plasencia, de los p¨¢ramos de Extremadura, tierra creada por Dios el d¨ªa que ¡°no hab¨ªa gi?ado¡±, donde las bellotas radioactivas y los trenes de Madrid tardan en llegar m¨¢s tiempo que los aviones a Nueva York. El universo de Extremoduro era un universo de marginaci¨®n. Se so?aba, pero en una atm¨®sfera de pesadilla. Una pesadilla adictiva porque era rompedora, nada complaciente, se?alando a fuego todos los desvar¨ªos vitales tan propios de los adolescentes, esos seres que se sienten m¨¢s marginados que nadie y al mismo tiempo los m¨¢s importantes del mundo.
Los miembros de Extremoduro lo llamaron ¡°rock transgresivo¡±. Se sent¨ªan orgullosos de una etiqueta que adem¨¢s les diferenciaba de los dem¨¢s, incluidos todos esos grupos como Los Suaves, Barricada, Platero y t¨² o Reincidentes, con los que ten¨ªan nexos de grito subversivo y filosof¨ªa de calle, heredaros del abuelo Rosendo, aunque ellos eran art¨ªsticamente superiores tras ¨¢lbumes como Deltoya, Agila, Yo, minor¨ªa absoluta y La ley innata. A todos los metieron dentro de lo que se llam¨® calimocho rock, una forma peyorativa de colocar en un caj¨®n a todas esas bandas urbanas que se comunicaban de t¨² a t¨² con miles de adolescentes, pero que no ten¨ªan el benepl¨¢cito de la cr¨ªtica especializada afincada en el evento. Extremoduro era una espada salvaje contra los esnobistas.
Quiz¨¢ el grupo lleg¨® al coraz¨®n de la misma generaci¨®n que devor¨® las p¨¢ginas de Historias del Kronen o que se reconoci¨® en la pantalla con Mart¨ªn (Hache). Pero tambi¨¦n lleg¨® a mucha m¨¢s gente porque sus canciones, si bien no aparec¨ªan en los programas de radio ni sal¨ªan en las revistas de tendencias, no dejaban de sonar en los bares en todas partes y en las fiestas populares de los pueblos de toda Espa?a. Sigue sucediendo. M¨¢s quisieran para s¨ª Los Planetas. Extremoduro tampoco fueron indies, aunque fueran m¨¢s independientes que ninguna otra banda y sus canciones apelaran como las que m¨¢s a un nihilismo existencial cargado de romanticismo. ¡°Quiero o¨ªr una canci¨®n que no hable de sandeces y que diga que no sobra el amor¡±, recoge la letra de la maravillosa La vereda de la puerta de atr¨¢s.
Se ha llegado a asociar el universo de Extremoduro con la filosof¨ªa irracional de Nietzsche. M¨¢s all¨¢ de las similitudes de pensamiento entre este fil¨®sofo universal y el cancionero del grupo extreme?o, basta charlar con Robe Iniesta, un letrista de raza y autodidacta y a la vez personaje esquivo, para saber que lo suyo es m¨¢s de andar por casa. Tiene m¨¢s que ver con Henry Miller y Charles Bukowski, especialmente en ese uso del lenguaje barriobajero y libre poblado de pollas, semen, bragas, rayas y hostias, pero a¨²n m¨¢s con los poetas a los que cita en sus composiciones como Antonio Machado, Miguel Hern¨¢ndez, Federico Garc¨ªa Lorca, Pablo Neruda o incluso el novelista Benito P¨¦rez Gald¨®s. De esta forma, si se concluy¨® alguna vez que Nietzsche escuchar¨ªa a Extremoduro, entonces, se puede afirmar que Miguel Hern¨¢ndez cantar¨ªa las canciones de Extremoduro. Quiz¨¢ las berrear¨ªa el mismo poeta que escribi¨® en su poema Sentado sobre los muertos: ¡°Aqu¨ª estoy para vivir / mientras el alma me suene¡±. El alma sonaba en las canciones bastardas de Extremoduro.
Como gran creador del rock, Iniesta mezclaba a esos poetas con la c¨®lera y la incomprensi¨®n hacia el presente y el rugir de las guitarras. Si Extremoduro fue algo en este pa¨ªs donde cualquier cara conocida de Operaci¨®n Triunfo puede sacar un poemario plagiando a Joaqu¨ªn Sabina como si nada, fue empujar a todo un p¨²blico a un lugar de encuentro de Sex Pistols, The Clash y AC/DC con Camar¨®n, Triana y Lole y Manuel. Un lugar de emoci¨®n primaria y que activaba, como un pu?al, como un poema, la bestia que todos llevamos dentro.
Dec¨ªa Jean-Paul Sartre que ¡°toda emoci¨®n es una transformaci¨®n del mundo¡±. Extremoduro llegaba a lo bestia a los m¨¢rgenes haci¨¦ndoles sentir transcendentales, ya fuera en un barrio de Madrid, Barcelona o Bilbao o en un pueblo de Extremadura, Castilla, Murcia o Andaluc¨ªa. Cantaba para esos m¨¢rgenes que jam¨¢s nacieron, como otros, con una vocaci¨®n de distinci¨®n social y elitismo cultural. Son los m¨¢rgenes de minor¨ªa absoluta, los de la gran trinchera, los mismos que se transforman cuando, como reza Sucede, uno de los grandes himnos de Extremoduro, alejados del sol, la luna ilumina y ¡°en la ruina entra la claridad¡±.
Babelia
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